| Publicado el 3 febrero 2011
Dentro de unas semanas se vencerá la ley 7 pero el efecto más fuerte de la fatídica ley tardará meses en desaparecer: la desmoralización de amplios sectores de la clase trabajadora puertorriqueña. La lucha de los estudiantes del Recinto de Río Piedras de la UPR contrasta con el ambiente de impotencia, enajenación, y rendición de amplios sectores del liderato obrero y político del país.
La UPR, por su propia naturaleza, es un campo de agitación política donde las crisis y problemáticas nacionales se sienten con más fuerza y resplandor. Los estudiantes socialistas en la UPR aprovecharon la coyuntura de crisis económica, nacional y mundial, para desarrollar un proceso ascendente de lucha que comenzó hace unos años en solidaridad con la huelga magisterial del 2008. En ese proceso de acumulación de fuerzas a largo plazo, los estudiantes desarrollaron dos huelgas en un mismo año y una de ellas se ganó el verano pasado. El proceso huelgario que vivimos en estos días aún está por resolverse y una vez reinicie el nuevo semestre académico entraremos en una nueva etapa de este proceso de lucha. Los estudiantes, en general, tienen claro que este proceso no nació ayer, ni nació de los Comités de Acción. Surgió por que un pequeño grupo de estudiantes decidió exponerse a posibles sanciones, suspensiones y arrestos para convencer a un grupo más numeroso de que la huelga era necesaria y posible para cuando menos responder los ataques de la administración neoliberal.
La lección más importante de los procesos en la UPR ha sido ésa, el que para luchar hay que exponerse y que hay coyunturas históricas que si no se aprovechan, la burguesía y el gobierno de Fortuño nos pasan la aplanadora. Lamentablemente, los estudiantes no cuentan con un movimiento obrero fuerte o un partido político clasista nacional que pueda darle a esta lucha la masividad que amerita. Los estudiantes han tenido que valerse prácticamente solos, con la excepción de individuos y sectores políticos y sindicales (como la Federación de Maestros y el Movimiento Socialista de Trabajadores, la APPU, iglesias de diferentes denominaciones, entre otros) que desde sus respectivas luchas y con sus limitaciones hemos dado algún apoyo.
El despliegue de la represión por parte del estado con cortes y visos de fascismo demuestran que los futuros procesos de lucha requieren una acumulación superior de fuerzas tanto en términos políticos y tácticos. Sólo por medio de la organización política clasista y la lucha de masas podremos vencer tales obstáculos. Hay que señalar que la Fuerza de Choque, el Swat y la Unidad Montada de la Policía no son invencibles, pero tenemos que ganarles en el terreno político de la agitación de masas para vencerlos luego en su propio terreno.
La masividad del movimiento, unido a una acertada estrategia y táctica nos colocaría en posición de enfrentar y vencer a los esbirros policíacos. Sin embargo, la masividad no se logra de la noche a la mañana milagrosamente, ni por paracaidistas que llegan de otras luchas a socorrernos haciendo desobediencia civil. Cada proceso de lucha tiene que desarrollar sus propias fuerzas, para que la solidaridad sea más efectiva. El movimiento independentista y socialista no puede seguir deambulando políticamente sino que tiene que profundizar la labor política en nuestros propios centros de trabajo y comunidades.