| Publicado el 18 enero 2012
Instalación de cámaras ,persecusión y represión son los elementos más desastrosos de la UPR obsesionada con el control y la “seguridad” que nos prometen las medidas de la Administración.
Estudiantes arrestados por negarse a enseñar su identificación, decenas de cámaras instaladas en el Recinto, una Guardia Universitaria entrenada para perseguir y reprimir. Así será nuestra Universidad si prosperan los planes vengativos y nefastos de la Administración Universitaria.
“¿Pero para qué son las cámaras, Lupita?”
“¡Pues para verte mejor!”
Decenas de cámaras permanentemente instaladas alrededor de todo el Recinto. Vigilancia y observación permanente. Esta es la UPR que nos promete el Plan de Seguridad presentado por la Rectora Ana Guadalupe en diciembre pasado (http://scr.bi/A1ixfk). Como el lobo vestido de abuelita de los cuentos de hadas, la Rectora quiere que todos creamos inocentemente que el incremento enlas medidas de vigilancia tienen como objeto nuestro bienestar. En un Recinto que históricamente ha defendido la libertad política será imposible dar un paso sin que las autoridades de seguridad lo sepan.
Ciertamente los crímenes cometidos dentro de la UPR, especialmente, las agresiones sexuales a compañeras estudiantes, son preocupantes. Sin embargo, no se puede pretender que las cámaras tienen un propósito de asegurar mayor seguridad. La realidad de la UPR en los últimos años, donde la resistencia estudiantil ha puesto en cuestión los destructivos planes del Gobierno una y otra vez, nos obliga a tomar en cuenta el clima político: la instalación de cámaras responde al afán ridículo de la Administración de intimidar al estudiantado y controlarlo como a un dócil rebaño.
Una policía permanente y lista para castigar
Como si llenar el Recinto de cámaras fuera poco, pronto los guardias de la UPR serán reentrenados y se reestructurará la División de Seguridad y Manejo de Riesgos (el eufemismo burocrático por el que se le llama a la guardia universitaria). Siguiendo el patrón de buenas sorpresas al que nos tienen acostumbrados, la Administración ha anunciado que los oficiales de la UPR serán reentrenados por ese bastión nacional de los derechos civiles: la Policía de PR. Qué puede enseñarle la Policía a la Guardia que no sea más técnicas de abuso y persecución es un misterio, porque su capacidad de controlar el crimen a través de los esteroides y la mano dura han tenido un éxito sin precedente en el resto del país que todos conocemos de primera mano.
Además de este reentrenamiento, la Guardia, actualmente dirigida por Julio Serrano Faría, buscará la acreditación de una organización estadounidense de oficinas de policía universitarias: la International Association of Campus Law Enforcement Administrators (www.iaclea.org). Esta organización, que se dedica a dictarle a las universidades como deben organizarse para ser más efectivos, incluye entre los requisitos de acreditación incluyen estándares sobre el uso de armas, la detención y arresto de personas y el manejo de ataques terroristas en conjunto con el Homeland Security (IACLEA 5th Edition Standards).
En octubre de 2011, Miguel Muñoz, presidente de la UPR, declaró que la Guardia sería reestructurada para convertirla en un “campus police”. Ese es el objetivo: que pronto no les será necesario llamar a la policía para repartir macanazos y rociar gases porque la policía nunca saldrá de la UPR.
Una ridícula afrenta contra nuestra libertad universitaria
Si algo ha caracterizado la actitud del Gobierno hacia la UPR ha sido, junto con un asqueroso cinismo, una terquedad que raya en lo ridículo. Hoy su obstinación por controlar la UPR lleva a la Administración a perseguir una ilusa idea: que lo que les dará el control final sobra el Recinto será mayor vigilancia y castigo. Pero sus embelecos los delatan: el plan de seguridad tiene mucho menos que ver con la seguridad de la comunidad universitaria y mucho más que ver con sus perversos intentos de controlar como se piensa y lucha.
Como muchos otros planes anticrimen que se anuncian con grandilocuencia el presente muy probablemente fracasará. Además de que no contiene nada nuevo, se trata en efecto de una afrenta más contra la libertad dentro de la UPR. Aprovechándose del estado precario de la seguridad pública en el país quieren pasar con ficha mientras destruyen nuestros derechos. Ahora, la pregunta que cabe hacerse es ¿cuánto tiempo durarán las cámaras de la Rectora antes de que el persuasivo uso de la razón las obligue a cerrar los ojos y recordarle a la Administración que, en esta tierra, siempre han sido tuertos pero nunca reyes?