| Publicado el 8 marzo 2011
Los hechos que ocurrieron en la Facultad de Arquitectura en el día de hoy son definitivamente un producto directo de la situación en la que el actual gobierno ha sumido a la comunidad universitaria. En un Recinto donde el diálogo ni siquiera se considera, donde la intransigencia es permanente, donde la Administración prefiere sonreír cínicamente e ignorar los reclamos estudiantiles mientras esperan la llegada de la Policía para que macanee a mansalva no se puede esperar un clima de protestas sosegadas. Lo que ocurrió hoy tiene sus causas y es producto directo de la política institucional del Gobierno en la UPR, ejecutada en Río Piedras por Ana R. Guadalupe y en el resto del Sistema por el Presidente.
Sin embargo, el hecho de que lo que ocurrió en el día de hoy tenga una base fundamentada y un contexto específico no implica que no se deba de pasar un juicio crítico sobre cómo se actúo. De lo que se trata es de observar que ocurrió realmente, por qué razones y qué nos dice de la dirección que el movimiento está tomando. Si la crítica no se hace con la intención de mejorar y encaminar en una dirección correcta el movimiento entonces o viene de un contrincante o a lo que contribuye, aunque sea inconscientemente, es al inmovilismo.
Escribo estas líneas para traer tres planteamientos críticos sobre los eventos ocurridos en la Facultad de Arquitectura. El propósito es corregir errores y hacer que en el futuro la práctica del movimiento estudiantil permita y propicie que en una protesta espontánea no sólo se cumplan objetivos políticos claros, sino que además seamos cientos.
Enfrentamos a la Rectora, no a Lupita
El primer planteamiento es sobre una confusión de fondo que se debe eliminar rápidamente. Se trata de la confusión entre a quien enfrentamos y que enfrentamos. Sin lugar a dudas, Ana Guadalupe es una persona despreciable. Su desdén por el estudiantado es monumental. Su recurso a la más vil represión es constante. La repugnancia que produce su cinismo es compartida generalmente. Los abusos que ha cometido, los actos asqueantes para los que se ha prestado y el ataque directo a compañeros y compañeras de lucha han producido entre el movimiento estudiantil un desprecio visceral contra una persona que a todas luces no merece nuestro respeto… políticamente hablando.
He ahí la cuestión central: nuestra lucha nos enfrenta a una persona, Ana R. Guadalupe, pero es contra una posición y un proyecto político, la Rectoría y el neoliberalismo impuesto violentamente en la Universidad. Confundir una cosa con la otra puede llevar a atacar el enemigo incorrecto. Puede llevar a que no se transmita el mensaje político necesario. Ciertamente Ana Guadalupe persona nos seguirá repugnando, pero a ella no necesitamos atacarla sino en su carácter de Rectora, pues es el ocupar ese puesto lo que la hace representante de una estructura profundamente antidemocrática y nefasta para nuestros intereses. Claro está, el hecho mismo de que sea un ser humano de carne y hueso quien ocupe un puesto define a quien nos enfrentamos, se trata de una cuestión de énfasis y lineamiento político, no de un planteamiento etéreo sobre la dicotomía entre el ser humano y quien sabe que cosa.
Espontaneidad y frustración
La protesta que ocurrió en Arquitectura fue un hecho espontáneo. Este hecho no puede dejarse pasar por alto a la hora de analizar lo ocurrido. Allí nadie fue organizadamente a agredir, ni atacar, ni violentar a nadie. Los estudiantes que nos enteramos de que la Rectora estaba allí fuimos, muy indignados y frustrados por la situación actual de la Universidad, esencialmente a protestar.
Sin embargo, fuimos desorganizadamente a protestar. La auscencia de una dirección o estructuración clara de la actividad (un hecho que se puede extrapolar al resto de la práctica del movimiento) desembocaron necesariamente en la improvisación individual y el recurso excesivo a la espontaneidad. No tener un plan mínimo de que se iba a hacer, ni un grupo asignado a decidir con los elementos necesarios para tomar una decisión inmediata ante una realidad cambiante produjo una situación donde no se sabe realmente a quien correspondió que acto y no se pueden asignar responsabilidades internamente.
Además, la mezcla de espontaneidad, improvisación, frustración y voluntad de lucha ha probado más de una vez ser peligrosa políticamente para nuestros objetivos. Todos estos elementos presentes y una realidad opresiva hicieron que los eventos de hoy tomaran un giro violento para el que no se estaba preparado. La frustración afrontada sin una perspectiva política desarrollada, pero con muchas ganas de meter mano en lo práctico, la improvisación sin dirección política y la espontaneidad descarrilada fue lo que produjo los excesos que se pudieron ver en Arquitectura y que la prensa no se ha cansado de pasar por televisión.
Un ímpetu increíble y necesario
La falta de respeto total por la autoridad que implican los hechos y acciones de hoy no son algo malo. Al revés, demuestran el nivel de coraje, voluntad y valor del movimiento estudiantil. Si no nos amedrentamos frente a la Fuerza de Choque, ¿qué rayos hacen 10 guardias universitarios enfrentándosenos? La realidad es que el nivel de desprendimiento y sacrificio de este movimiento estudiantil es ejemplar. Sólo hace falta ver los vídeos de los eventos para ver como todos actuamos sin miedo alguno. Actuamos con una fuerza tremenda. Con un ímpetu casi incontenible: estoy seguro de que si nuestra intención hubiese sido hacerle daño real a Ana R. Guadalupe o algo por el estilo la Guardia no hubiese podido contenernos. Tal era la fuerza y disposición de lucha de los allí presentes.
Ahora, en este escenario y conscientes de la fuerza y voluntad del movimiento estudiantil cabe preguntarse: ¿hacia dónde encaminamos actualmente todo ese ímpetu? Y es que sin determinar unos objetivos políticos concretos que permitan reinsertar a los militantes del movimiento estudiantil en el seno del estudiantado por más espectaculares y deslumbrantes que sean las actividades vanguardistas que realicemos, no pasarán de ser actividades por y para la llamada vanguardia. ¿Cómo redirigir toda la fuerza con la que enfrentamos en algún momento a la Policía, y en Arquitectura a la Guardia y la Rectora, hacia un trabajo de masas que le permita al movimiento estudiantil incidir profundamente en el resto del estudiantado? Después de todo nuestro objetivo es un movimiento de masas contra la Cuota y por una Universidad para el Pueblo, no un movimiento estudiantil vanguardista, no un selecto grupo de estudiantes en lucha.
Nadie en Puerto Rico puede negar que el movimiento estudiantil no haya hecho, en el último año, muy grandes cosas. Con cada paso hemos escrito historia. Queda de nosotros idear las nuevas formas en que la escribiremos de ahora en adelante. Queda en nosotros enarbolar con toda la fuerza de nuestra voluntad y sacrificio el ímpetu brutal y avasallador con el que nos hemos desempeñado hasta ahora para hacer posible un movimiento mucho más fuerte y masivo. Quizás los trabajos más importantes en estos momentos no sean los más vistosos: convencer estudiantes, atraer nuevos militantes a participar activamente de nuestros espacios de discusión y deliberación (plenos y comités de acción), hablar en salones y organizar foros, repartir boletines, pegar pasquines y pintar pancartas son trabajos concretos y sumamente necesarios que nunca saldrán en la portada de ningún periódico por más solidario que sea con el movimiento. Sin embargo, son los trabajos que permitirán en un futuro cercano deslumbrar al país una vez más, ser esperanza alentadora de un Pueblo y espina fastidiosa de oxidados dictadores.