| Publicado el 8 febrero 2016
Para aquellos que viajan y se identifican como de Puerto Rico, invariablemente se les plantea el tema de Calle 13. Evidentemente, se trata de uno de los grupos de rap y reguetón más exitosos del país. Con su música han recorrido el mundo, han ganado varios premios, y han colaborado con artistas como Rubén Blades, Café Tacvba y La Mala Rodríguez, entre muchos otros.
El grupo está compuesto por los hermanos Residente (René Pérez, vocalista), Visitante (Eduardo Cabra, creador de las pistas) y PG-13 (Ileana Cabra, corista). Para muchos, se ha convertido en un referente de las ideas de la izquierda. El grupo ganó notoriedad con su respuesta al asesinato de Filiberto Ojeda, sus expresiones contra el gobernador Fortuño por la Ley 7, y su solidaridad con luchas en Puerto Rico y Latinoamérica.
Por otra parte, hoy se habla de la posibilidad de la separación del grupo, pues los hermanos comienzan a desarrollar proyectos propios independientes. Se hace necesario entonces un análisis crítico, desde el socialismo, del trabajo de Calle 13: en sentido musical, del contenido de sus letras, y de sus implicaciones políticas.
En el 2006 se escuchó por las estaciones radiales del país su jocosa “Se vale to-to”. Era un sonido refrescante, y un estilo innovador, cómico e iconoclasta. Casi inmediatamente, tras el asesinato de Ojeda Ríos el 23 de septiembre de ese año, sacan su próximo sencillo, “Querido FBI”. De este modo se estableció el carácter de su música: un rap/reguetón de lenguaje irreverente, alternando la parodia a la música urbana con la crítica política, sobre unas pistas con elementos de la electrónica, mezclada con instrumentos acústicos.
En retrospectiva, se puede entender el fenómeno Calle 13 viéndolo como un punto medio entre otras dos producciones debutantes dispares. Por un lado, tres años antes Tego Calderón sacaba “El Abayarde”, un disco que revitalizaría al reguetón, trayendo nuevas sonoridades e introduciendo a Luny Tunes, responsables del sonido moderno del género. Por el otro lado, tres años después la Orquesta El Macabeo tiraba su “Salsa Macabra”, marcando el comienzo de una salsa nueva.
Tego planteaba una forma de cantar llena de expresiones populares, de rima más libre e ingeniosa, sobre unas pistas creadas con “samples” de jazz y salsa clásica, y con instrumentos acústicos. Luny Tunes continuaría luego con un sonido más repulido y procesado digitalmente, a tono con el estilo de los cantantes con los que siguieron trabajando, pero la posibilidad de algo distinto estaba planteada. La experiencia previa de Visitante con Bayanga (un grupo de samba y reggae de comienzos de los 2000) les permitió la realización de las pistas más originales y efectivas que se hayan escuchado en el país, sin las ataduras de un género dirigido al baile necesariamente.
Pero aunque en términos de forma Tego tiene mucho en común con el trabajo de Calle 13, su paralelo más directo es la Orquesta El Macabeo. Ambos proyectos se trataron inicialmente de una parodia, de parte de jóvenes adultos de clase media, a los géneros identificados con la cultura de los pobres urbanos. El contenido de sus letras, en general, delataban un distanciamiento y una burla a las letras del reguetón, ridiculizando sus llamados al baile, sus piropos, su descaro y su fanfarronería.
De la parodia clasemediera y la afirmación nacionalista, Calle 13 pasó rápidamente a temas más convencionales. Sin embargo, aquello que les hacía únicos – el humor irreverente e ingenioso de Residente, junto a las pistas sin par de Visitante – permitió que lograran un éxito significativo. “Atrévete-te-te” fue un número bailable, sabrosón y cómico, gracias a su llamado desvergonzado al baile sobre un ritmo de cumbia, marcada por el uso genial de los diversos registros del clarinete. Esto mismo llamó la atención de reguetoneros como Voltio, cuyo humor, aunque más callejero, combinó bien en “Chulin Culin Chunfly”. Pero este tipo de colaboración no tenía futuro: la línea de clase entre los hermanos – criados en El Conquistador, educados en universidades de los EE.UU., hijos de abogados y artistas – y los chamacos del caserío, lo impidió.
Siguieron otros temas, algunos simplemente geniales, y muchos con vídeos promocionales que exhibían lo mejor de la industria cinematográfica del país. Con “El tango del pecado” logran dos cosas: abordar la crítica conservadora y moralista, asumiéndose públicamente como el mismísimo diablo con una de sus letras más ocurrentes; y convertir la pista en parte de la narrativa de la canción, uniendo el bandoneón del sensual tango al gemido electrónico del teremín, de asociaciones macabras en la música cinematográfica. También cabe destacar “Vamo’ a portarnos mal”: otro capítulo más en la conversación entre el reguetón y el merengue, uniéndose a Tego, Don Omar, Omega el Fuerte, Rita Indiana, etc.; y la mejor fusión entre su vertiente política rebelde y su humor irreverente. Otro número importante fue “La Perla”, en que la colaboración con Rubén Blades produjo un número emotivo, identificándose por primera vez de una manera honesta con los sectores marginalizados a quienes satirizaban en sus comienzos.
Fue su contenido político lo que les salvó. Lo que comenzó como algo fortuito, como respuesta a un evento indignante, se convirtió en su característica más peculiar. El viajar por América Latina les abrió los ojos a un mundo de necesidades, y a una historia de lucha, que iba más allá del “sandwich de salchicha” y que les requería crear canciones que hablaran de esas realidades. Ejemplo elocuente lo fue “Latinoamérica”, su manifiesto político más inequívoco. Este alinearse les costó la virtual censura en la radio y los escenarios puertorriqueños durante el gobierno de Fortuño. Y si bien su radicalismo tuvo unos límites muy concretos (apoyaron iniciativas del gobierno PPD, por ejemplo), esa vena rebelde que le imprimía su público latinoamericano les empujaba siempre al cuestionamiento del status quo. Ahí están sus discos, y sus expresiones sobre los temas más candentes. Una generación de puertorriqueños y latinoamericanos se ha formado al calor de esa rebeldía, no menos política por humorosa. Esperemos que la semilla germine.
*Este artículo fue publicado originalmente en Bandera Roja Magacín – Otoño 2016