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BREL1| Publicado el 11 octubre 2015
“El cierre de escuelas y la consolidación de escuelas tiene que continuar. Es un tema académico. En la medida en que una escuela tiene menos recursos por la cantidad de estudiantes, se afecta el aprovechamiento académico y eso nos afecta a todos como país.” – Declaraciones del Secretario de Educación, Rafael Román, a El Nuevo Día. Viernes 25 de septiembre de 2015.
De este asqueroso despliegue de servidumbre ciega y sorda pero bocona tengo que decir varias cosas. Primero, el hacinamiento en los salones impide los procesos educativos. Segundo, ha sido precisamente el cumplimiento de las leyes y reglamentos federales para garantizar fondos lo que ha hecho leña la Educación Pública en Puerto Rico. Tercero, fraccionar cada vez más las asignaciones federales ya diezmadas por el descenso de matrícula en el Sistema, para pagar salarios ejecutivos, sólo tiene sentido en la filosofía neoliberal. Leer estas vomitivas palabras de un tipo que fue maestro y director de escuela me hace pensar que, más que volverse loco, se volvió un burócrata buscón y un matón a sueldo.
¿Alguna vez han estudiado con una niña o niño? Si la respuesta es sí entonces deben haber experimentado las dificultades a las que uno se enfrenta a la hora de explicarle algo a un joven hasta que lo entienda. Hay que repetir las cosas, parafrasearlas, practicarlas, evaluarlas, volverlas a explicar, volverlas a practicar, volverlas a evaluar y quedarse con la duda de si la estudiante podrá pasar las evaluaciones. Simultáneamente hay que bregar con su aversión al estudio, su afición al juego, sus problemas específicos de aprendizaje, su disciplina, los distractores y el montón de inconvenientes que pueden surgir a la hora de estudiar. Ahora multiplique esto por 30 y piense por un momento que usted es la maestra o el maestro.
Ninguna persona que comprenda los procesos pedagógicos y genuinamente se preocupe por la educación debería respaldar el hacinamiento en los salones de clase. La enseñanza individualizada que necesita todo ser humano se va por la borda cuando los grupos pasan de los 15 estudiantes, y cuidao si de los 7 en algunas materias, niveles y destrezas complicadas o peligrosas. ¿Usted se imagina 30 estudiantes en un salón de Artes Industriales equipado con sierras, caladoras, lijadoras, taladros, formones y martillos? ¡TRAGEDIA SEGURA! “Suerte que ese curso está en peligro de extinción” diría Bimbo.
Yo, que en mis años de escuela me hastié del estribillo de “yo soy una y ustedes 30”, me he visto en la desdicha de decírselo a un grupito de alrededor de 10 estudiantes a quienes le doy tutorías en mi comunidad. Cada vez que ellos me dicen que les gusta cómo yo les explico las cosas yo les pido que se imaginen sus clases con 15 estudiantes, una maestra y una asistente. Ahora imagínense ustedes a los cientos de miles de estudiantes que no tienen una biblioteca en su comunidad y cuyos padres no tienen dinero para pagar tutorías. Cada vez que el Departamento consolida escuelas y declara plazas excedentes aprieta con más fuerza la soga que puso en el cuello de nuestra pobre juventud.