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BREL1| Publicado el 29 julio 2015
Verano del 2015 en Puerto Rico. No hay agua, estamos en sequía. Miles de personas siguen huyendo del país para buscar un mejor porvenir. Desempleo masivo. Impuestos por doquier. Políticos y empresarios ladrones dominan al país impunemente. ¿Hay como que un clima insoportable, verdad? En muchas mentes surge una pregunta crucial: ¿Qué hacemos? Intento aquí contribuir al esclarecimiento de esta interrogante ofreciendo una posible alternativa. Propongo algo que, por no encontrar mejores palabras, llamo la campaña/movimiento.
La palabra del día a día, claro, la crisis. El término “crisis” ya ha dejado de aludir a un periodo corto de tiempo en el cual un estado de cosas se hace insostenible. Parece ser que ahora hace referencia a un orden social de un carácter más permanente, en donde pasan los años y el imaginario del país sigue siendo “estamos en crisis”. Creo que a la llamada crisis la podemos ver desde dos ángulos. Por un lado la crisis es relativa a un sector específico de la sociedad, es decir, las grandes mayorías que trabajan día a día para ganarse la vida. Por otro lado, sabemos que existe una minoría poderosa que no solo no está siendo afectada por la crisis, sino que incluso obtiene provecho de esta, aumentando sus riquezas y su influencia política. Para ese sector la crisis representa una oportunidad de eliminar a la competencia y de estar en una mejor posición para ejercer su poder político.
Ahora bien, es innegable que la ideología neoliberal está en plena descomposición, ya que ya no es capaz de justificar el actual orden de las cosas. La reestructuración del capital implica para muchos que el estilo de vida antes alcanzado tiene que ser abandonado. ¡Una ideología que por años sembró la idea de un desarrollo sin límites, de un consumo sin frenos, de una visión individualista según la cual mediante el trabajo arduo podíamos conseguir lo que queríamos, ahora nos pide sacrificios! La idea de que estamos en un continuo progreso ha finalizado. Pienso la crisis en este sentido como absoluta. Parece ser que el consenso que sostiene el orden social actual está poco a poco quebrándose.
Surge una interrogante fundamental en muchas cabezas: “¿Qué hacemos?”
Partimos de una dura realidad: Los movimientos sociales surgidos en los pasados años no han logrado articular un discurso y unas propuestas con la capacidad de arrastrar consigo a otros sectores de la población. Las respuestas a los ataques a la UPR, a la privatización del aeropuerto, al saqueo de los sistemas de retiro de los empleados públicos y del magisterio, a pesar de que nos muestran valiosas experiencias de movilización, han demostrado también una limitación significativa: Los movimientos han permanecido en una posición defensiva, elaborando solo propuestas sectoriales, es decir, propuestas que solo competen a su sector en particular y que no tienen la capacidad de movilizar a otros sectores del pueblo. Las luchas han permanecido aisladas unas de otras y, por ende, más débiles.
Ante esta situación, pienso que toda propuesta de movilización que aspire a convertirse en una alternativa política real tiene que partir de las siguientes premisas:
La pregunta principal para todos los que queremos una transformación radical en Puerto Rico parece ser la siguiente: ¿Cómo logramos constituir un movimiento como ese? En la búsqueda de una respuesta a esta pregunta es que surge la siguiente propuesta. La iniciativa de emprender una campaña/movimiento busca explorar con otras formas de hacer política por fuera de la política partidista tradicional, creando espacios de encuentro entre diferentes individuos, organizaciones y movimientos que comparten una crítica en común al orden social actual.
¿Por qué una campaña? Las campañas son una de las maneras que contamos para comunicarnos con un gran número de personas y llevarles un mensaje. Visualizo la campaña propuesta como un motor que logre generar un ambiente social de movilización y de efervescencia, de que a pesar de todos los ataques y el desastre social que vivimos hay una esperanza de cambio, de que hay un algo sucediendo que tiene el potencial de desarrollarse. Se trata de crear esa expectativa, de que no es una manifestación más, sino que se busca trabajar una jornada de lucha, de que poco a poco podremos pasar a la ofensiva. Buscamos, pues, generar un movimiento que en el transcurso de un periodo de tiempo logre hilvanar un discurso aglutinador con la capacidad de influenciar la política del país.
¿Por qué hablo también de movimiento? Porque esta no sería una campaña típica. No tiene, por ejemplo, un objetivo preciso alcanzable a corto plazo sino que es de un carácter, como quien dice, más abierto. La campaña estaría diseñada, precisamente, para impulsar movilización. Y es que de momento, muchos y muchas sentimos que los piquetes y las marchas carecen de sentido. No es que descartemos las protestas. Es que el ataque es tan amplio y la debacle social tan aguda que pensamos es necesario entrar en reflexiones intensas sobre qué estamos haciendo mal. Quizás lo que necesitamos es dinamizar un poco nuestro accionar político. En ese sentido, lo que intento expresar es que hace falta repensar la dinámica de siempre estar haciendo manifestaciones de protesta en contra de los de arriba. ¿Por qué no hacemos manifestaciones para nosotros y nosotras los de abajo? Quizás sea el momento de concentrar por un periodo de tiempo los esfuerzos hacia los de abajo, hacia un trabajo de tú a tú, hacia una acumulación de fuerzas que nos permita en algún momento asestarle golpes más certeros a los poderosos.
Por eso a falta de términos más precisos, hablo de campaña/movimiento. La campaña tendría una doble función. Por un lado sería un espacio de trabajo para aquellos y aquellas activistas, especialmente para los que no pertenecen a ningún tipo de organización política, cultural y/o social, de trabajar en un proyecto que persiga generar cambios en el país. Por otro lado, impactaríamos a cientos, tal vez miles de personas, sembrando, quizás, una semilla de esperanza y de voluntad de actuar. El desarrollo del movimiento, a su vez, fortalecería la campaña, sumando más personas y nuevas ideas. El desenvolvimiento de la misma podría llevarse a cabo mediante brigadas pequeñas que visiten comunidades o espacios públicos para conversar con la gente o a través de grandes caravanas que impacten toda una zona y que finalicen en un acto político-cultural en una plaza pública. Es cuestión de explorar diversas modalidades de trabajo.
La referencia más cercana que tengo es la breve campaña que muchos compañeros y compañeras levantamos respecto al intento del gobierno de eliminar el derecho a la fianza. “Mete Mano Por El No” fue un experimento con otro tipo de política. A pesar de que dicha campaña fue impulsada por la ya extinta Organización Socialista Internacional (OSI), a mi juicio uno de sus grandes aciertos, desde el principio consistió en crear un espacio autónomo desde el cual todos los interesados en participar del proyecto pudieran hacerlo sin la necesidad de estar de acuerdo con la organización. Se identificaron dos puntos de consenso primordiales: 1) estábamos en contra de la eliminación del derecho a la fianza (llamado a votar por el no); 2) coincidíamos en la necesidad de hacer contacto directo con las personas. Me parece que esa experiencia fue enriquecedora para todos los que participamos. Ese contacto personal con la gente puso a prueba nuestras ideas, nos permitió escuchar muchas opiniones sobre el tema, derribó en muchos el miedo de hablar de política con personas ajenas a los círculos de la izquierda y de la academia. Desde luego, la campaña/movimiento propuesta es distinta pues si bien en “Mete Mano Por El No” teníamos un objetivo bien preciso (salgan a votar por el no), acá el problema es mucho más complejo. De lo que se trata es de señalar un antecedente, una experiencia que pudiéramos reformular de acuerdo al nuevo contexto político.
No visualizo, por ejemplo, que la campaña/movimiento gire alrededor de unas propuestas concretas en torno a cómo “salimos de la crisis”. Tengo mis serias dudas sobre llevar algo así como recetas a la gente, soluciones prefabricadas listas para el consumo. Sin embargo, tampoco creo que deba ser un “vente tú”, un espacio totalmente abierto sin contenido alguno. Resulta necesario establecer lo que llamo un “mínimo de identidad en común”, un imaginario que delimite el quehacer político del movimiento y ofrezca una dirección. Puede ser útil usar consignas generales, unos principios políticos que identifiquen el consenso que existe entre una parte sustancial del pueblo. Desarrollar lemas como “la gente primero que la deuda”, “que la crisis la paguen los ricos” o “ni PNP ni PPD, poder del pueblo”. Con principios como estos tendríamos mucho para discutir, recordando siempre que el objetivo principal es crear y fortalecer el poder de los de abajo.
Creo que este quehacer político busca ocupar un espacio hasta ahora poco explorado. Por un lado está lo que podemos llamar una política de oposición. Este tipo de política busca siempre reaccionar a los ataques del gobierno. Constantemente hace referencia a “x” o “y” asunto que los de arriba buscan imponer y por medio de propuestas alternas busca movilizar en torno a ese tema en particular. En otras palabras, se trata de una política coyuntural, una práctica política que en el transcurso del tiempo salta de tema en tema, de reacción en reacción, buscando hacerse sentir en la discusión pública del país. Por otro lado, quizás en reacción a los excesos de esa política de oposición, están los que argumentan que lo que hay que hacer es trabajo de base. Consiste en algo así como un regreso a las raíces, a la organización de base que busca solucionar los problemas locales del día a día. Ejemplos de esto, el trabajo de base comunitaria, el trabajo sindical, el trabajo en una escuela, etc. Hasta cierto punto, esa política deja de trabajar los asuntos de discusión pública en el país y se centra en los problemas más inmediatos que tiene la gente.
Reconozco la importancia y las limitaciones de ambos acercamientos. La política coyuntural puede que genere luchas mediante las cuales defendamos exitosamente, por ejemplo, derechos y beneficios previamente conquistados, pero carece de la consistencia y de una visión a largo plazo. El trabajo de base a nivel local, en una comunidad, en una escuela, en un centro de trabajo, es trascendental pues ahí radica el verdadero poder de la gente, en levantar organizaciones de carácter permanente que vayan rompiendo con la dependencia del gobierno y que vayan generando otro tipo de cultura adversa al capitalismo rampante que nos sofoca. Sin embargo, circunscribirnos solamente a esa praxis es abandonar el terreno político, es dejar a merced de los grandes intereses el futuro cercano de nuestro país. Los que así abogan no pueden contestar coherentemente la siguiente pregunta: Mientras hacemos ese tipo de trabajo de base, ¿qué hacemos respecto al ataque masivo de los de arriba? Al parecer, encogerse de hombros y decir “No podemos hacer mucho ahora, pero con el desarrollo de este trabajo de base esperamos que, en un futuro indeterminado, surja un movimiento de pueblo fuerte capaz de transformar la sociedad.” Esta concepción me parece incompleta.
Creo que entre ambas concepciones existe algo así como un espacio intermedio, un tipo de accionar político que, aunque es de oposición, no necesariamente (al menos en un principio) dirige todas sus fuerzas en manifestaciones en contra de los de arriba. Es un tipo de política que busca acumular fuerzas y estar más en contacto con la base social, los diversos sectores que componen el pueblo trabajador, pero que no se subdivide y fragmenta en los múltiples espacios locales, esto es, está un poco más arriba de ese trabajo de base localizado. Entiendo que la propuesta de campaña/movimiento busca explorar ese espacio. Por supuesto, hay un sin número de preguntas que pueden surgir. Por ejemplo, ¿cómo logramos integrar esas iniciativas locales, de comunidades, de escuelas, de centros de trabajo, a una política “intermedia” como esta? ¿Cómo no descartamos o trabajamos las manifestaciones de protesta que pueden o deben surgir en el transcurso de la campaña? Son preguntas válidas a las que no tengo respuesta clara. Las tiro al medio a ver que ustedes piensan.
La importancia de una campaña/movimiento como esta es que mientras reconozca la autonomía de los individuos y de las organizaciones que se sumen al mismo confiera una especie de identidad en común. No es que cada cual esté por su lado, es que logremos crear espacios donde coincidamos. ¿Acaso es posible una convergencia de voluntades? Así lo creo. Puerto Rico lo necesita.
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