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BREL1| Publicado el 26 febrero 2018
Todas decimos que evitamos salir de noche, que evitamos salir solas. Sin embargo, todas hemos salido solas y todas vamos a seguir haciéndolo. Todas vamos a la universidad diariamente, todas estudiamos, todas salimos de noche, a comer, a janguear, a la biblioteca… Todas sabemos que cada salida es un acto de valentía, lo que podemos no saber es que es un planteamiento político.
Las calles riopiedrenses son nuestras también y tenemos que apoderarnos de ellas. Esto no significa que caminemos sin miedo, sin precauciones, porque no olvidemos que valiente no es aquella que no siente miedo, sino aquella que siente miedo y como quiera lo hace. Algunas tenemos pepper spray, tasers, las llaves en la mano, buscamos una compañía, tenemos el celular configurado para enviar alertas a personas específicas en caso de una agresión, otras hacemos una llamada antes y después de llegar al sitio.
«A pesar de que la sociedad quiere mantener el que nos sintamos vulnerables y el gobierno y sus agencias en complicidad no resuelven el problema en lo más mínimo, las estudiantes universitarias estamos conscientes de que vivimos una realidad peligrosa y la vamos a retar.»
Y es que el problema principal no es el sitio, no es la universidad o el bar en el que jangueamos. Es el trayecto, son las calles. Los peligros que podamos confrontar están ahí – sin intención de invisibilizar que también pueden ocurrir en espacios privados en los que no se asegura nuestra integridad física y emocional, y con la intención de problematizar el asunto de lo público – en los espacios públicos de los que nadie se quiere encargar.
Se puede evidenciar, a través de las redes sociales y carteles en las calles de Río Piedras, el aumento de denuncias de mujeres indignadas por la violencia que se está dando en el área. Principalmente han denunciado el coraje, la impotencia y la frustración que les causan el acoso callejero. Entiéndanse las expresiones, comentarios e insinuaciones sexuales o que exigen un comportamiento específico de las mujeres (sumisas, simpáticas, complacientes para ellos…), o inclusive amenazas que hacen los hombres hacia las mujeres en espacios públicos. El acoso callejero se da desde la mañana hasta la noche. Mujeres caminan las calles y hombres les gritan, les quitan la paz, gritándoles cuando les pasan por el lado tanto a pie como en carro. Hombres se masturban en sus carros y persiguen a las mujeres. Hombres se masturban frente a las residencias de mujeres y aun siendo confrontados vuelven a evidenciar su poderío e indiferencia ante la agresión que cometen. En el caso específico de Blondet y Santa Rita hay carteles alertando de un violador que merodea el área.
Cuando hablo de la valentía diaria de nosotras, las estudiantes en las calles, no me refiero únicamente a la posibilidad de ser agredidas sexualmente. La persona puertorriqueña es construida socialmente para creer que las mujeres son el sexo débil, tanto física como emocionalmente, y por tanto somos la presa fácil, no tan solo para el violador, sino también para el que asalta, para el que acecha…
Caminamos mirando hacia todos lados, sin bajar la guardia porque no podemos. Caminamos con prisa, caminamos tensas. Si nos gritan desde un carro sacamos el de’o, si nos gritan cuando caminamos apretamos el paso y de acuerdo con el humor que tengamos en ese momento, es la respuesta. Relajamos los músculos tantito cuando llegamos y nos sentimos seguras de esa violencia cruda y común que es la callejera (aunque sabemos que nos exponemos a muchas otras dentro de cualquier espacio en el que estemos). Y es que nuestra seguridad personal está en juego todos los días en espacios públicos y es evidente que al gobierno no le importa, por tanto, a los ricos decididores tampoco.
A pesar de que la sociedad quiere mantener el que nos sintamos vulnerables y el gobierno y sus agencias en complicidad no resuelven el problema en lo más mínimo, las estudiantes universitarias estamos conscientes de que vivimos una realidad peligrosa y la vamos a retar. Atentas y confrontando. Estando, participando y viviendo. Y es que lo hacemos todos los días. Seguimos estudiando, seguimos jangueando, seguimos habitando las calles y viviéndolas porque son nuestras. Y sí, nos toca a nosotras retar las calles diariamente, pero también nos toca, y no solo a nosotras, enfrentar esta realidad, hacer de esto un problema que no se pueda ignorar. Hacer de esto un problema para el gobierno y para los ricos.
Y aunque en nuestro diario vivir no siempre tengamos las energías para confrontar al macharrán, ya sea gritándole de vuelta o sacándole el de’o, el 8 de marzo nos apoderamos de las calles porque es el día de las mujeres trabajadoras, es nuestro día, el día en que en alianza, las mujeres visibilizamos y combatimos las opresiones de este sistema patriarcal capitalista.