| Publicado el 17 marzo 2016
¿Es la constitución un campo de batalla político? Hasta ahora, no. Todo lo contrario, ha sido un arma utilizada contra el pueblo. Cada vez que una casa de acreditación cita la obligación constitucional del Estado Libre Asociado de pagar la deuda antes de proveer servicios esenciales, vemos un ataque directo al pueblo que sufre la crisis. El gobierno de Puerto Rico no está libre de pecado aquí. Usa esa misma arma perversa como fundamento de su patética “credibilidad”.
Por lo tanto, el acto de la asamblea estudiantil llevada acabo el martes 15 de marzo en el Recinto de Río Piedras – incluir entre los reclamos de un paro de 72 horas tanto el impago de la deuda como la derogación de la obligación constitucional a pagarla – adquiere un radicalismo crucial. Un radicalismo que parecería haber tomado un avión para la Florida. En este resurgir de la movilización estudiantil se constató la aparición del primer movimiento de masas que reclama, combatiente, una transformación política radical como salida a la crisis. En otras palabras, al ocupar el Recinto el estudiantado se mueve verdaderamente como actor político.
Se presentarán dos objeciones. Primero, que los estudiantes en sí no pueden llevar acabo ningún cambio a la constitución. Segundo, que la enmienda reclamada realmente no constituye una transformación radical. Ambas se desmoronan rápidamente ante la realidad de la situación actual.
La primera objeción es propia del cinismo de los que prefieren ver el cadáver del país pasarles por enfrente antes de dar un tajo en defensa propia: que se consuelen con sus chistes sobre lo “absurdo” que es intentar cambiar la constitución desde una asamblea estudiantil. “La crisis fiscal afecta a todos los sectores”, declaraba un grupo de oposición al paro antes de la asamblea, “no solamente a nuestro sistema. Si queremos una lucha justa y que haga mucho ruido, debemos unirnos al pueblo entero”.
En otras palabras, “todo o nada”, usualmente una consigna ultra-radical, se vuelve en este contexto un argumento para inmovilizar debido a que le pone a la lucha una condición previa que no se puede cumplir. En nombre de un falso radicalismo se intenta inmovilizar. Pero aquí de lo que se trata, como bien demostraron 1968 votos a favor del paro, es de una valla mental irrelevante desde el punto de vista de la acción social.
La segunda objeción no toma en cuenta que en ciertas situaciones críticas una reforma aparentemente pequeña puede constituir un cambio radical. Puerto Rico necesita un cambio profundo, total. Sin embargo, no hay ninguna fuerza capaz de poner en entredicho el sistema existente. Estos dos puntos son obvios. Ahora, la objeción hace reaparecer en ellos el “todo o nada” de los desmoralizadores, o sea, el “todo o nada” que en realidad es una profesión de la nada. Sin embargo, estratégicamente, el reclamar en la calle de que las necesidades del pueblo deben tener prioridad antes que el pago de la deuda no es poca cosa. La deuda en sí es el punto fundamental de nuestro problema político: en este problema se conjugan todas las contradicciones sociales y políticas del país. Pararse frente a este nudo problemático nos fuerza a tomar una decisión. El estudiantado, por lo tanto, se ha negado a ser neutral: ha elegido luchar con el pueblo contra los buitres.
¿Cuán apto es que el movimiento estudiantil asuma reclamos “puramente políticos” que exceden por mucho sus límites sectoriales en tanto grupo y desbordan los portones de la Universidad? Desde un punto de vista estrecho, miope, parecería que no tiene sentido. Pero el problema de ese punto de vista es que antes de que se haya siquiera planteado el problema, ya la impotencia y la frustración se han impuesto.
Ahora, desde un punto de vista político consecuente, está claro que el estudiantado, al no dejarse engatusar por los que quieren poner la carreta de la derrota enfrente de los bueyes de la lucha, están actuando de forma totalmente correcta. Al incluir los reclamos políticos entre sus demandas, el estudiantado ha roto la estrechez sectorial. Que las movilizaciones de los próximos días sirvan como un choque eléctrico a un pueblo que demasiadas veces ha sido condenado al letargo del derrotado.