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BREL1| Publicado el 17 junio 1989
Declaración del MST ante propuesta de plebiscito del 1989
El Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) se opone a que el independentismo participe en el proceso plebiscitario en tomo al status. Durante los meses transcurridos desde que el gobernador Hernández Colón anunció su intención de convocar a una «cumbre» sobre el status, este tema ha captado la atención del país casi diariamente. Dondequiera que uno se encuentre el plebiscito es la comidilla del día.
Sin embargo, sobresale la poca atención que se le ha dado a tratar de averiguar las causas de todo este proceso y a explicar, con argumentos válidos, las proyecciones y consecuencias futuras del mismo. Es cierto, por lo general, que cuando no se conoce bien el origen y fundamento de un fenómeno político se dificulta sobremanera el poder analizarlo y, peor aún, se pueden asumir posiciones que no están basadas en los hechos. Dar palos a ciegas o caer en el más grave ilusionismo pueden ser algunas de las consecuencias previsibles.
En el MST hemos realizado varias discusiones en torno a este asunto. Los artículos publicados en Bandera Roja son un resumen de estas discusiones y de la posición asumida hasta ese momento. Recientemente culminamos el proceso de discusión a nivel de toda la base de la organización. Aún cuando todavía son varios los aspectos que nos falta profundizar, queremos compartir nuestros puntos de vista con los distintos sectores del pueblo y, en particular, con los independentistas y socialistas.
Más que la coincidencia con nuestras posiciones, nos interesa que se reflexione sobre la naturaleza y consecuencias de todo este proceso, pues de lo que se trata es de un problema importante para nuestro pueblo y para la lucha por la independencia y el socialismo. Este asunto nos concierne a todos; y todos tenemos el mismo derecho a expresar y proponer vías de acción, dispuestos a que sea la práctica y los acontecimientos los que digan la última palabra.
LAS MOTIVACIONES DEL PLEBISCITO
Por lo general, se acepta que la iniciativa para celebrar una consulta sobre el status proviene de Wahshington. Lo que no está claro es por qué el gobierno de EE. DU. asume esa iniciativa y qué fines persigue con la misma. En un momento en que la lucha revolucionaria está pasando por una crisis profunda; el independentismo apenas alcanza un 5 por ciento en términos electorales, y la presión internacional sobre el caso colonial de Puerto Rico no tiene la intensidad de otras épocas, resulta curioso que el gobierno de EE. DU. inicie un proceso de consulta sobre el status. Si acaso, uno podría pensar que las condiciones señaladas se prestan más para justificar el dejar quieto el problema.
¿Por qué iniciar un proceso plebiscitario en un momento en que la dominación imperialista sobre Puerto Rico no se siente amenazada? ¿Está el gobierno de Estados Unidos interesado, realmente, en producir un cambio de status? Veamos.
Lo primero que debemos tomar en cuenta es la naturaleza colonial capitalista de la Isla. Esta relación de subordinación le produce grandes beneficios económicos, políticos y militares al gobierno y a poderosas empresas capitalistas de ese país. Entre otras cosas, la inversión de capital norteamericano sobrepasa los $30 billones; Puerto Rico es un mercado cautivo de primer orden para los productos de EE. DU.; las empresas norteamericanas obtienen jugosas ganancias de la explotación de nuestros trabajadores; y la Isla es un bastión militar de gran importancia estratégica para los Estados Unidos. Esa, y no otra, es la razón de ser del imperialismo en Puerto Rico; por eso nos han impuesto su tutelaje durante 91 años. Es de esperarse, por consiguiente, que cualquier decisión relativa al status sea vista por el imperialismo en términos de cómo ésta beneficia a sus intereses en la Isla. No es lógico pensar que el gobierno de EE. UU. vaya a impulsar un cambio que pueda poner en peligro sus grandes intereses en Puerto Rico. Así mismo sería una gran ingenuidad pensar que los yanquis vayan a estudiar las alternativas de status a la luz de cuan beneficiosas puedan ser para los puertorriqueños. Si así fuera no estaríamos hablando de colonialismo .
Desde 1952 el ELA ha sido la fórmula política que le ha servido al imperialismo para ejercer su dominación sobre Puerto Rico. Pero ese proceso no ha estado exento de fisuras. Dado el proceso de desarrollo que ha implicado el ELA, la economía de Puerto Rico se ha convertido en un apéndice, una extensión de la economía de EE. UD., totalmente dependiente de la inversión de capital norteamericano y sujeta a las fluctuaciones del mercado metropolitano. El producto no puede ser más alarmante: una sociedad que no empece haber forzado la emigración de más de medio millón de personas y la esterilización del 33 por ciento de su población femenina es incapaz de mantener a la mayoría de su población con recursos propios y necesita la inyección masiva de fondos federales para poder sobrevivir. Mientras, el país se ha convertido en un paraíso para los inversionistas que obtienen billones en ganancias todos los años y no pagan contribuciones. Esa situación de grave injusticia social ha sido el caldo de cultivo de serios problemas y conflictos sociales.
La combinación de un modelo de crecimiento basado en la dependencia y en una crisis social crónica ha ido impulsando un amplio cuestionamiento al ELA como fórmula política, más allá del tradicional planteamiento independentista. El auge inusitado del anexionismo ha implicado una impugnación del ELA y ha erosionado el consenso social en torno al status, quedando dividido el país en dos bloques en equilibrio de fuerzas, cada uno tratando de ejercer presión en las esferas federales para ganar el favor de la administración en turno hacia su particular preferencia política: Durante los períodos de gobierno del PNP los anexionistas lograron una gran influencia en Washington basada en el apoyo a la estadidad por parte de funcionarios (incluyendo dos presidentes), y en la inclusión de la misma en los programas del Partido Republicano y el Demócrata. La pérdida de hegemonía del ELA en Puerto Rico y en las esferas federales ha sido uno de los factores claves en toda esta problemática.
Desde hace años la estadidad dejó de ser una opción teórica pues ha logrado una fuerza considerable en la Isla y cuenta con apoyo no despreciable en distintos sectores del gobierno federal. De hecho, el portavoz republicano en la Comisión de Energía y Recursos Naturales, el senador McClure, se ha expresado a favor de la estadidad, al igual que lo ha hecho el presidente George Bush.
Por otro lado, la dependencia en los fondos federales ha llegado a tal punto que ha levantado grandes preocupaciones en algunos sectores del gobierno norteamericano. Según éstos, Puerto Rico le está saliendo caro a la metrópolis y han comenzado a estudiar alternativas distintas al ELA que resulten menos onerosas al tesoro federal, cuyo déficit constituye un grave problema. Es dentro de este contexto que algunos observadores ubican la posibilidad de que Estados Unidos esté dispuesto a conceder la libre asociación o república asociada. Esto estaría predicado sobre la base de que así la Isla le saldría más barata a Estados Unidos a la misma vez que mantendría su dominio político y militar más o menos inalterado.
EL IMPERIALISMO NO ES HOMOGÉNEO
Al analizar las perspectivas de apoyo en Estados Unidos hacia algunas de las fórmulas de status no debemos perder de vista que el imperialismo no es un bloque homogéneo. Lo que conocemos como imperialismo es el conjunto de fuerzas económicas, políticas y militares que gobiernan en los Estados Unidos y en buena parte del mundo. Los grandes monopolios industriales, comerciales y financieros, el Congreso, el Ejecutivo, el Sistema Judicial y el aparato militar, con todas sus áreas y divisiones, conforman el imperialismo norteamericano. Este conjunto de fuerzas, a menudo, tiene distintas opiniones sobre diversos asuntos producto de la autonomía relativa de que goza cada sector, y dependiendo de cómo se afectan sus intereses particulares con el asunto en discusión. Incluso en ocasiones las contradicciones se tornan antagónicas y se producen choques violentos entre los sectores envueltos, que han incluido desde las más descaradas actividades de soborno, espionaje y sabotaje hasta el asesinato de presidentes y funcionarios federales.
Partiendo de esa caracterización no debe extrañamos el que distintos sectores del imperialismo puedan tener diferentes puntos de vista sobre las alternativas de status para Puerto Rico. Se ha dicho con mucha razón que las grandes compañías norteamericanas –entre ellas las 936- por lo general favorecen al ELA tal y como está o con algunos cambios menores. Y que otros sectores, como los voceros de la Marina de Guerra, se han expresado favorablemente sobre la estadidad, porque consideran que ésta es la única forma de evitar que las bases militares puedan estar en peligro en el futuro. Hace varios años se viene diciendo que el «General Accounting Office» (G.A.O.) favorece algún cambio hacia la libre asociación por razones presupuestarias, todo lo cual, repetimos, no debe extrañamos.
EL ELA TIENE AUN POSIBILIDADES
En tal sentido, nos parece que, no empece los factores mencionados anteriormente (presión internacional, crisis económica, dependencia, etc. ) la colonia (el ELA) sigue siendo todavía la fórmula política que más beneficia a los sectores dominantes del imperialismo. Aun cuando el apoyo a la estadidad ha crecido tanto aquí como en Estados Unidos, todavía es factible mediante la colonia obtener cuantiosos beneficios económicos, políticos y militares. Desde la óptica imperialista, la estadidad tendría sentido efectivo cuando las ventajas de la colonia se hubiesen agotado, o cuando el movimiento anexionista alcanzara una fuerza tal que lograra impactar a los principales círculos de poder en EE. UD. Sólo entonces, el imperialismo podría optar por la estadidad como culminación del coloniaje. Mientras estos factores no se den, no vemos que la estadidad puede ser factible. En cuanto a este punto, queremos dejar claro que para nosotros la cuestión cultural-lingüística, si bien es un problema de mucha importancia, no parece ser un obstáculo insalvable para que Puerto Rico pueda convertirse en Estado, pues pensamos que lo fundamental y decisivo sobre el particular será cuánto convenga al imperialismo la estadidad y el apoyo que ésta haya ganado en el pueblo. Nada de lo dicho hasta aquí debe entenderse como una subestimación del peligro de la estadidad; por el contrario, 10 que estamos planteando es que, aunque respecto a épocas pasadas, los anexionistas están en una posición de mayor fuerza, todavía ésta no es suficiente y la colonia tiene aún posibilidades.
Por otro lado, J.M. García Pasalacua ha venido insistiendo, desde hace varios años, en que Washington está timoneando el asunto del status hacia la libre asociación, o incluso hacia una forma de República Asociada. Se ha señalado a sectores en el G.A.O. yen otras esferas del gobierno como favorecedores de esta alternativa.
Reconocemos que hay algunos sectores del imperialismo que están considerando con buenos ojos la alternativa de una independencia negociada o república asociada. Particularmente les preocupa a éstos el crecimiento de los fondos federales y la crisis económica crónica que vive Puerto Rico, todo lo cual vislumbra el que la Isla se pueda convertir en el largo plazo en un problema económico y político de gran magnitud para EE. UU. Algunos ven en una independencia negociada la alternativa para quitarse de encima la presión internacional y a la misma vez mantener el poder económico y militar sobre Puerto Rico en la neocolonia. Sin embargo, no creemos que la independencia pelele o negociada tenga posibilidades reales en lo inmediato.
Esta alternativa enfrenta varios problemas desde la óptica imperialista. En primer lugar, la independencia tiene muy poco apoyo en el pueblo, 10 cual constituye un obstáculo formidable ante el apoyo avasallador con que cuentan la estadidad y el ELA. En segundo lugar, los sectores que apoyan esta alternativa en Washington son todavía poco significativos y, entre los que dicen apoyarla, el compromiso no es sólido. En tercer lugar, los imperialistas son temerosos de que aún una independencia negociada pueda poner en peligro sus intereses en Puerto Rico; temen que el reconocimiento de la soberanía, aunque formal, en condiciones de crisis aguda, pueda servir de instrumento para la movilización popular y el cuestionamiento del esquema neocolonial. Por eso creemos que no es realista pensar que EE. UD. esté considerando la alternativa independentista como forma de «resolver» el problema del status en este momento. Según nuestro criterio, el imperialismo sólo se plantearía la independencia negociada como una alternativa de contingencia cuando la profundización de la crisis social, el aumento en el apoyo popular a la independencia y la negociación de unas garantías neocoloniales hicieran de esta alternativa la más beneficiosa –o la menos perjudicial- para el imperialismo.
¿SE ESTÁ PROMOVIENDO UN CAMBIO?
La política seguida por los círculos de poder imperialista hacia Puerto Rico encierra una paradoja: ciertamente están insatisfechos con los problemas y limitaciones que presenta el ELA, pero no tienen a la mano todavía ninguna alternativa que pueda superar las ventajas de la colonia. La presión internacional sobre el caso de Puerto Rico, los gastos en fondos federales, la crisis económica, etc., son todos problemas que ejercen alguna presión sobre los personeros encargados de fijar la política de EE. DU. hacia la Isla. Pero los enormes beneficios que obtienen bajo la colonia compensan todavía las evidentes limitaciones de ésta, lo cual dificulta sobremanera cualquier intento de tratar de propiciar un cambio político real.
La paradoja se agrava con el virtual empate o equilibrio de fuerzas existente entre los estadistas y los populares. Aún cuando el gobierno de Washington quisiera procesar un cambio se enfrentaría al problema de que el mismo no cuenta con un apoyo verdaderamente mayoritario en este momento. Esto incorpora al debate un problema crucial: la ausencia de consenso en torno al status afecta la determinación que pueda tomar el imperialismo en cuanto a Puerto Rico en tal grado que ha provocado un tranque sin precedentes en nuestra historia. Los que piensan que EE. DU. está considerando alguna forma de independencia deberían meditar sobre esta situación, pues si éste decidiera otorgar la independencia negociada que ha planteado el PIP, nos encontraríamos en la increíble situación de que la inmensa mayoría del pueblo estaría en contra de dicha alternativa. De suerte que tendríamos una independencia apoyada por el imperialismo y un sector del independentismo, pero sin el apoyo del pueblo que, para nosotros, es lo fundamental. Obviamente, estamos hablando solo de una suposición.
Es evidente entonces que el inicio de un proceso para bregar con el status no encierra una intención verdadera de propiciar un cambio. De lo que se trata es, aparentemente, de un gesto político producto de la presión que se ha ejercido contra EE. DU. a nivel internacional, del efecto de la búsqueda de apoyo en Washington de parte de estadistas y populares, y las preocupaciones levantadas por sectores del gobierno federal. Más que propiciar un cambio verdadero lo que se pretende es recoger toda la información pertinente, llenar un expediente, y de paso, si fuese estrictamente necesario y viable, realizar algunos arreglos cosméticos al EIA que puedan postergar el issue del status durante diez o veinte años más.
NECESITAN TODO BAJO CONTROL Y LA COLABORACIÓN DEL INDEPENDENTISMO
Para lograr este propósito de reafirmación del coloniaje los sectores que impulsan este proceso necesitan dos condiciones fundamentales. Por un lado, necesitan que todo el proceso esté bajo el estricto control del Congreso de EE. DU. Por eso, los dirigentes de los tres partidos electorales tenían que aceptar las reglas de juego impuestas por Bennet Johnston. Por eso, las vistas tenían que llevarse a cabo cuándo, cómo, y dónde Bennett Johnston y compañía establecieran. Por eso, durante las vistas en Washington vimos el insólito espectáculo de Bennett Johnston y McClure abrogarse el poder para decidir, a nombre de todo el Congreso de EE. UU. -unos 500 miembros-, qué se podía pedir en cada fórmula y qué no se podía pedir. Por eso, vimos y escuchamos a Bennett Johnston decir que serán ellos los que decidirán la redacción final de lo que se le someterá al electorado. Todo eso es pura soberbia imperialista y deja meridianamente claro que el proceso es uno colonialista de rabo a cabo.
En segundo lugar, necesitan la cooperación y colaboración de un independentismo domesticado, pues sin el concurso independentista el proceso no tendría la más mínima validez. Por eso desde un principio asumieron una actitud de apertura ante el liderato del PIP y le ofrecieron igual trato que a los demás partidos, incluyendo un presupuesto de gastos, y se mostraron dispuestos a negociar un proyecto de independencia viable. Obviamente, lo triste de todo esto no es que los imperialistas lo hayan hecho; lo triste es que el liderato del PIP haya aceptado el papel de colaborador que se le ha asignado y que otros sectores del independentismo hayan aplaudido la actitud del PIP.
NO VAN A CUMPLIR CON EL DERECHO INTERNACIONAL
El liderato de la Comisión Senatorial ha dicho que, lo que se haga, va a cumplir con los requisitos del derecho internacional. Sin embargo, uno de los requisitos del derecho internacional es la previa transferencia de poderes, y estos congresistas, «campeones de la democracia», no han dicho nada sobre el particular. Peor aún, si el plebiscito tiene que estar listo para 1991, no vemos cómo puede producirse, en apenas un año, un proceso de transferencia de poderes que no sea una caricatura.
Constituye una burla a nuestro pueblo el querer pasar esta farsa como descolonizadora, cuando el colonizador establece todas las reglas del juego y el colonizado tiene que aceptarlas sin chistar. El principal responsable del problema colonial de Puerto Rico es el imperialismo yanqui; por tanto, ninguna agencia de ese gobierno puede dirigir ese proceso de descolonización porque lo estaría viciando desde el comienzo. Como ha dicho el compañero Rubén Berríos en otras ocasiones: «no se puede poner el cabro a velar las lechugas».
¿QUÉ ACTITUD DEBE ASUMIR EL INDEPENDENTISMO?
Todo lo discutido hasta aquí nos revela varias conclusiones principales que deben ser tomadas en cuenta al definir la actitud del independentismo hacia el proceso plebiscitario.
1.En los círculos de poder imperialistas no existe una línea homogénea en cuanto al status de Puerto Rico y, a nuestro parecer, la colonia o alguna de sus variantes sigue siendo la opción predilecta por los sectores más influyentes.
2. Los sectores que están timoneando el proceso plebiscitario no tienen compromiso alguno con la descolonización de Puerto Rico. 3. El proceso que se está desarrollando no cumple siquiera con los requisitos mínimos establecidos por el derecho internacional.
4. El independentismo no tiene la fuerza electoral necesaria para ganar un plebiscito y ni siquiera para hacer una demostración significativa; los estadistas o los populares tienen la victoria asegurada de antemano. En tales circunstancias, debe ser inaceptable para el independentismo la participación en un proceso como éste, pues cualquiera que sea la misma sólo cumpliría la función de legalizar un proceso a todas luces inútil y engañoso. Sin embargo, dicho proceso ha sido avalado por el PIP y otros sectores del independentismo desde el comienzo. Las expresiones del liderato pipiolo elogiando lo positivo y democrático que ha sido este proceso, adjudicándole buena fe al Congreso; la actitud festiva y chistosa asumida durante las vistas, dando la impresión de que se encontraban entre amigos; y las declaraciones triunfalistas posterior a las vistas reflejan un ilusionismo desmedido.
El liderato del PIP, desde hace ya muchos años, nos tiene acostumbrados a sus arranques ilusionistas. Antes de las elecciones pasadas, nos decían que con la nueva estrategia el PIP obtendría la mayor cantidad de votos en toda su historia. Pasados los comicios, y ante el fracaso evidente de la nueva estrategia, cantaron victoria porque consiguieron unos 100 mil votos y siguieron actuando como si nada hubiese sucedido. No hubo análisis, ni autocrítica, ni explicación coherente. Con el plebiscito sucede algo parecido; en vez de analizar fríamente los hechos, los exageran y asumen una actitud resonante de victoria. Lo triste de todo esto es que parece no importarles que con cada pronóstico ilusionista que colapsa se erosiona también la credibilidad del pueblo en los independentistas.
EL PIP GARANTIZA LOS INTERESES DEL IMPERIALISMO
Pero aún con todo lo grave que puede ser vivir de ilusiones, la conducta del liderato pipiolo ha ido mucho más lejos: el PIP aparenta estar más preocupado de que su proyecto político sea aceptable para Washington que el que sea positivo para el pueblo puertorriqueño. Quizás por eso durante las vistas vimos a un liderato independentista haciendo todos los esfuerzos posibles por granjearse el favor de los congresistas del imperio. Para muchos resultó insólito escuchar a Rubén Berríos decir (en su ponencia) que la propuesta de independencia del PIP «garantizará los legítimos intereses … de Puerto Rico y EE. UU.» ¿De cuándo acá los independentistas consideramos «legítimos» los intereses imperialistas en Puerto Rico?
El compromiso de garantizar los intereses imperialistas en la República es inaceptable para el independentismo por cuanto esos intereses representan la usurpación y el despojo que ha significado la dominación colonial de Estados Unidos en Puerto Rico. Ofrecer garantías es lo mismo que condonar esa dominación y reconocerles que tienen un derecho adquirido sobre alguna porción del patrimonio nacional. Particularmente, al negociar garantías sobre las bases militares y la propiedad privada de las empresas norteamericanas, el liderato pipiolo se ubica en una posición que deja sin contenido el reclamo independentista en dos áreas fundamentales. De un plumazo está abandonando el compromiso con la lucha anti-militarista que ha sido uno de los pilares fundamentales de nuestra lucha por la independencia y el socialismo. Esa es una concesión inadmisible a una potencia militarista que hoy mismo, en Ceiba y en Vieques, con sus instalaciones nucleares, la ocupación de nuestro territorio y sus prácticas de guerra, pone en peligro constante la seguridad, la vida y el desarrollo de importantes sectores de nuestro pueblo.
Así mismo nos sorprendió el reconocimiento público, por parte del compañero Berríos, de que las vistas eran un proceso sumamente democrático; ese proceso controlado de arriba a abajo por dos procónsules del imperio puede ser cualquier cosa menos democrático. y la identificación del PIP con esos procesos deja mucho que desear.
Consideramos que la participación del PIP en todo este proceso ha servido para legitimar unos mecanismos que no conducen hacia la descolonización. La aceptación de un rol de colaboración, asumiendo como positivas las gestiones imperialistas en torno al status, tiene un impacto muy negativo en el pueblo pues contribuye a crear la imagen de que EE.UU., lejos de ser una potencia imperialista, es un adalid de la democracia que, en palabras del compañero Fernando Martín, «quiere resolver el problema colonial de Puerto Rico». El efecto ha sido tan dañino que mucha gente -incluyendo independentistas- a veces se olvidan de que el imperialismo es el beneficiario del status colonial y se dejan llevar por la ideología hipócrita y demagógica que ha caracterizado todo el proceso hasta hoy.
UN CAMBIO DE PERSPECTIVA EN LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA
Toda esta situación ha conllevado un subrepticio – pero real- cambio de perspectiva en no pocos sectores del independentismo; ya no se trata de fortalecer la lucha por la independencia en la perspectiva de la lucha contra el imperialismo. Ahora se trata de negociar el tipo de independencia que le conviene al imperialismo. Esa visión es un cambio de contenido tan profundo que trasciende la vieja visión reformista pipiola y se ubica en la entrega, en dar como correcta la actitud de hacer nada que pueda afectar la negociación que se busca como tabla de salvación.
Obviamente, esa particular concepción de la lucha de clases corno entendidos y arreglos entre instituciones, personas, etc., no tiene nada de nuevo. Es una consecuencia lógica de la crisis profunda del independentismo puertorriqueño, y en particular, de la incapacidad para lograr el apoyo del pueblo hacia las posiciones independentistas y socialistas. Lo que no se puede obtener mediante la persuasión y el trabajo político se busca por caminos indirectos, porque lo importante, en última instancia, es el logro del ideal de los líderes aunque el pueblo no se beneficie en nada.
¿ES ALTERNATIVA LA NEOCOLONIA?
Históricamente, el movimiento independentista ha visto la independencia corno la adquisición de unos poderes de soberanía que pueden utilizarse para mejorar la situación económica y política de nuestro pueblo. Desde la perspectiva pequeño-burguesa, no socialista, la independencia sólo tiene sentido en la medida en que ayude a superar la colonia. Para los socialistas, la independencia no es un fin en sí mismo, sino un medio para que los trabajadores ejerzan su poder revolucionario a través del socialismo.
Concebimos la lucha por la independencia y el socialismo corno parte de un mismo proceso ininterrumpido; pero no descartamos la posibilidad de que la independencia pueda producirse, en un momento dado, sin que necesariamente implique el socialismo.
Vemos el logro de la independencia corno un proceso donde la nación oprimida adquiere unos poderes soberanos para regir su destino como pueblo. Por un lado, al romperse la relación colonial, si los trabajadores han sido la fuerza dirigente del proceso y han logrado acumular la fuerza necesaria, serán capaces de asumir el poder en la nueva República. Por otro lado, si esa capacidad no se ha desarrollado adecuadamente, en el momento de la independencia serán la pequeña burguesía y/o sectores de la burguesía los que posiblemente asuman la dirección del nuevo estado. En este caso los trabajadores tendrían que utilizar el rompimiento anti-colonial para crear un terreno favorable para impulsar la lucha de clases por el socialismo.
Sin duda, una independencia neocolonial implicaría algo muy distinto; el gobierno del país realmente no podría hacer uso de los poderes soberanos por cuanto el imperialismo seguiría ostentando el poder real y la continuada presencia imperialista dificultaría la lucha de los trabajadores y actuaría corno un chantaje o disuasivo permanente.
La propuesta de independencia que se está discutiendo actualmente es una fórmula neocolonial. Implica el reconocimiento formal de la soberanía, pero al aceptar la continuación del dominio real del imperialismo sobre Puerto Rico hace imposible su ejercicio práctico; con bases militares y empresas 936 «garantizadas» es muy difícil hablas de descolonización, Aunque esa propuesta no tenga posibilidades reales de aprobarse en este momento, los independentistas y socialistas no podemos permanecer callados ante la misma, porque aceptarla sería validar una alternativa colonialista.
Todos los que estamos comprometidos con la lucha antimperialista tenemos que repudiar el que se negocie para el futuro un esquema neocolonial como alternativa de status. Dicho proyecto sólo beneficiaría a los EE. UU. Y a aquellos sectores burgueses. y pequeñoburgueses independentistas interesados en ubicarse como clase dominante bajo la protección de la burguesía yanqui.
EL RETO DEL MOMENTO
El Movimiento Socialista de Trabajadores (MST) se opone a que el independentismo participe en el proceso plebiscitario en tomo al status. Estamos convencidos de que los independentistas y socialistas debemos denunciar ese proceso como uno que no va a resolver ninguno de los problemas fundamentales del pueblo. El mismo está diseñado para lavarle la cara a la colonia y tratar de mejorar la imagen del imperialismo norteamericano ante el mundo.
El plebiscito presenta, sin embargo, una coyuntura favorable para el debate ideológico franco y respetuoso y el trabajo político en el seno del pueblo, la cual podemos aprovechar desarrollando una campaña de boicot y denuncia militante basada en la educación política del pueblo.
Esta campaña también podría servir para articular distintos niveles de unidad entre los independentistas y socialistas en tomo al issue del plebiscito. Particularmente, estamos interesados en promover la unidad de las fuerzas socialistas en un polo que asuma los intereses de los trabajadores como contenido esencial de su trabajo. Los socialistas tenemos la responsabilidad de impulsar un programa socialista con claridad y firmeza. Si los socialistas no cumplimos esa tarea no podemos esperar que otros sectores independentistas lo hagan por nosotros.
Finalmente queremos reiterar que así como le reconocemos a los independentistas no socialistas el derecho a exponer y defender sus particulares concepciones, defendemos. y exigimos en todo momento igual respeto para nuestro derecho a promover nuestras concepciones socialistas poniendo por delante los intereses de los trabajadores.
La unidad independentista no va a surgir porque los socialistas estemos dispuestos a esconder momentáneamente nuestros reclamos para destacar «el aspecto nacional de nuestra lucha», como pretenden algunos sectores. La verdadera unidad será producto de la lucha ideológica, seria y respetuosa, cada cual defendiendo sus ideas y proyectos a través de un intenso proceso de trabajo político.
17 de junio de 1989