| Publicado el 16 octubre 2002
Edgardo Román
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Bandera Roja
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«La prioridad de nosotros es que la policía nos deje en paz». «La policía trata mejor a sus perros que a nosotros». Son las voces de la calle en La Perla en el Viejo San Juan.
El antiguo barrio tras la muralla de San Juan se encuentra ocupado militarmente por la Policía de Puerto Rico desde el 13 de septiembre pasado. Se trata de el octavo operativo policiaco en el sector. En está ocasión usaron hasta buzos de la unidad marítima, además de las unidades de operaciones tácticas. Durante la ocupación se efectuaron algunos arrestos relacionados con el tráfico de drogas. El problema es que se atacaron los «puntos» y a la comunidad inocente indistintamente.
Los vecinos han denunciado detenciones, registros y allanamientos sin ordenes judiciales, o motivos fundados para ello. Se trata de una intervención abusiva e ilegal. Registraron hasta bebes y ancianos ajenos al narcotráfico. Para los coroneles de la Policía, pobreza es sinónimo de delincuencia. En La Perla vienen haciendo lo que no se atreverían en ninguna urbanización de altos ingresos, en donde también se utilizan sustancias controladas. Con la autoridad de la ley, la policía desconectó los servicios eléctricos a varios hogares y cerraron negocios sin dar oportunidad a sus residentes a efectuar los trámites administrativos para obtener los permisos necesarios. Los vecinos también han denunciado la destrucción de sus propiedades y el uso no autorizado de las mismas. En La Perla se restringe el derecho de los residentes a la libertad de movimiento. Los registros indiscriminados y la violencia verbal o física son ajenos a la calidad de vida. La policía en ausencia de la prensa se despacha con la cuchara grande. Baje al barrio y verá una escena de una película de dictaduras militares.
En una reciente visita a La Perla pudimos constatar la presencia de más de 100 policías apostados con todo tipo de armas en varios puntos estratégicos, incluyendo la única entrada vehicular que da acceso a la calle Norza Garay. La lucha contra el crimen no puede ser motivo de represión indiscriminada y de la ocupación policiaca de nuestros barrios pobres. En La Perla no hay libertad. La restricción o limitación de derechos civiles constituye un peligroso crimen contra la democracia y los derechos humanos. «En la crisis siempre hay una oportunidad» decía sabiamente una residente de La Perla. Y es que las 200 familias del barrio merecen la oportunidad de vivir sin los abusos y atropellos que acompañan a cada operativo policiaco.