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BREL1| Publicado el 1 noviembre 2014
El desenvolvimiento de la crisis económica en Puerto Rico ha puesto en evidencia el carácter opresivo y explotador de nuestra condición colonial a tal nivel que han tenido que sacar de la ultratumba el cadáver político de Aníbal Acevedo Vilá. En un panfleto de menos de 60 páginas el otrora gobernador describe una propuesta para que el gobierno federal lance un salvavidas de 70 mil millones de dólares a la moribunda economía colonial a cambio de un compromiso de no incrementar los gastos en fondos federales en los años venideros. Sin embargo, la condonación de la deuda pública es sólo el revestimiento pomposo que esconde las verdaderas intenciones del antiobrero de Aníbal.
Lo que está detrás de la propuesta es crear en Puerto Rico condiciones propicias para un incremento sin precedentes en la explotación de la clase trabajadora, a la vez que destruyen el medioambiente con el único objetivo de facilitar el enriquecimiento de la clase social que el PPD representa.
La burguesía y pequeña burguesía en nuestro país abandonó, el mismo 25 de julio de 1898, las aspiraciones de convertirse en burguesía nacional que dirigiera con su poder político y su capital los designios de nuestra nación. La fuerza avasalladora del inmenso capital industrial norteamericano impuso en nuestro país un desarrollo sin precedentes que deslumbró a los hacendados del patio.
Durante los más de 100 años de colonialismo en Puerto Rico una historia ha sido recurrente, la colonia produce enormes riquezas para el capitalismo norteamericano a una alta taza de ganancia pero que no deja tras de si capital productivo. Ha sido la inversión masiva de capital lo que ha vuelto a reiniciar el ciclo de acumulación para la burguesía extranjera. Mientras tanto los socios menores abandonan la producción industrial y se refugian en el capital financiero que especula pero no produce.
Los capitalistas locales no han sido más que socios menores del imperialismo norteamericano. Los más arriesgados viven de nichos económicos que no han sido rentables para el gran capital, otros rinden funciones técnicas de apoyo como cuadros técnicos e ideológicos del colonialismo. En el 1952 esa clase social recibió el permiso de administrar la colonia con los objetivos de garantizar las condiciones propicias para la producción de riquezas de las empresas norteamericanas, y domar la bestia de la clase trabajadora organizada que exigía cada vez más derechos y beneficios.
La propuesta de Aníbal busca precisamente repetir el ciclo colonial: una inversión masiva de capital norteamericano por medio de la condonación de la deuda, unido a una negociación de las leyes federales que apliquen en el país para crear condiciones laborales que incrementen la explotación de nuestra clase obrera. Los independentistas consecuentes, pero en particular los socialistas, tenemos que denunciar esta nueva quimera como otra artimaña antiobera.
La solución a la crisis de la colonia no puede ser volver a reiniciar el ciclo de explotación, sino que el pueblo trabajador tiene que romper el ciclo con una independencia verdadera en donde las riquezas generadas se dirijan a mejorar las condiciones de vida y trabajo de todas y todos.