Individualismo y corrupción: la serpiente que se huele su trasero

| Publicado el 25 mayo 2020

«La codicia es buena» – Lema sagrado de Wall Street

Jose A. Ramos
Bandera Roja

La corrupción es un crimen. La corrupción es un mal que venimos arrastrando como pueblo desde hace décadas. De hecho, ya por más de un siglo. ¿Acaso no es corrupción que el gobierno permitiera que las grandes compañías productoras de caña de azúcar poseyeran más de 500 acres a la vez que despojaban de sus tierras a miles de familias campesinas? ¿O que José de Diego legislara, como representante de la Cámara, a favor de las centrales azucareras y en contra de los obreros de la caña, cuando era empleado-abogado de la Central Aguirre? Los casos se han ido acumulando sin cuento, incluso si solo los tomamos desde la invasión militar estadounidense en 1898.

Ejemplos más cercanos los tuvimos tras el último huracán. Después que María pasó por el país murieron 4645 personas, como mínimo. La inmensa mayoría por causa de la lentitud en proveer el servicio de energía eléctrica a través de la isla. Cuando el tiempo contaba, el gobierno se tomó su tiempo para determinar qué compañías favorecería con millones en ganancias (Cobra, Whitefish), mientras los gobiernos estatal y federal negaban-ocultaban la cifra verdadera de muertes. 

En Puerto Rico se han cometido crímenes que nadie enfrentará como tales. Crímenes frutos de la corrupción. Aquí ha habido víctimas con victimarios impunes luego de la rebatiña y el despojo.

En los momentos de crisis de un pueblo la corrupción es un crimen de lesa humanidad. 

Esta actitud malsana de creerse en posesión y disfrute de los fondos públicos por parte de los que ocupan cargos en el gobierno, electos o no, de los que merodean en sus cercanías y de los sectores económicamente pudientes tiene su explicación.

Crecemos y nos (de)formamos en una sociedad donde impera la concepción de que cada persona vale por sí misma y cada persona debe velar y valerse por sí misma. Alcanzar u obtener lo que a cada ser humano le provea la satisfacción única de sus intereses y necesidades parece ser el objetivo y compromiso último de toda existencia humana. La realización plena de la individualidad tiende a ser el anhelo por concretar por cada vida, en esta vida. Crecemos y nos (de)formamos en una sociedad, por más señas, capitalista.

Por eso no nos extraña que este individualismo se haya vuelto a plasmar, y muy patentemente, en estas semanas en que el gobierno lleva a rastras la crisis salubrista del Covid-19. Algunos ejemplos retesabidos en el país de esa actitud forman parte de la historia que estamos viviendo. Debemos contar entre estos a una minoría de personas en el país que se les hizo y se les hace difícil cumplir tranquilamente con el distanciamiento físico como medida preventiva para que no se propague el Covid -19. Estas interponen entre sus deseos o costumbres lo que es mejor para la comunidad.

También están las que han viajado desde Estados Unidos a sabiendas de que están, o podrían estar, infectadas por el Covid -19. Su objetivo parecía ser recibir un tratamiento, de necesitarlo, que consideran, por ahora, más accesible en Puerto Rico. Pero pudiendo diseminar el mal, ocupando el espacio en hospitales y utilizando los recursos, medicamentos y tiempo para las gentes que viven en la isla. 

La misma conducta es la que exhibe la gobernadora Wanda Vázquez Garced cuando se pavonea en medio de esta epidemia haciendo una descarada campaña política, entretanto se hace la preocupada y responsable. Sin embargo, ha sido y es incapaz de ajustar sus decisiones y acciones para frenar el contagio científica y concienzudamente, y a disponer de los recursos del estado para salir airosamente de esta crisis salubrista: económicos, académicos, sociales, gubernamentales y hasta legales. 

Si usted quiere enriquecerse (o enriquecerse más) ¿por qué no participar de la compra de un millón de pruebas para el Covid -19 por $38 millones? A ver. ¿Qué tiene de malo o de insensible que empresarios, industriales y comerciantes, estén solicitando a la gobernadora, a su equipo asesor de salud y a su partido, que busquen reactivar la economía del país, (traducción – incrementar sus riquezas) sin suficientes pruebas administradas ni el rastreo obligatorio, a costa de la salud y la vida de miles de trabajadoras y trabajadores? ¿O acaso hicieron mal la gente de Whitefish, Cobra, Powersecure y otras compañías norteamericanas al querer y/o lograr llevarse una millonada gracias a la desgracia boricua tras María? Es la moral capitalista maquinando a destajo. Es el capitalismo, individualista y codicioso, conspirando y trajinando tiempo extra. Se confirma la máxima de que el capitalismo nunca descansa. Nunca.

No estamos en tiempos de disimulo por parte de la burguesía criolla ni extranjera. Ahora muestran con desparpajo la cara fea de ese individualismo que transgrede la convivencia social y expone como sus apologistas actúan sin importarles en lo absoluto la situación del otro y de la otra. Pero insistamos, ¿a qué se debe tanta falta de empatía y consideración? 

En el sistema capitalista en que vivimos el ideario del egoísmo-individualista se ha magnificado al extremo de que se pregona y defiende como un valor esencial para la existencia misma. Este sistema estimula constantemente la necesidad de distinguirse, de conseguir prestigio y aceptación social normalmente a través del enriquecimiento material. Todo lo anterior se vuelve la meta obligatoria para los participantes de una desenfrenada carrera que los lleva a arrasar lo que sea y a quien le estorbe. Quedan así sujetos a un proceso de distorsión deshumanizante, bueno para descartar lo sensible, lo afectivo, lo solidario que cada quien puede albergar, pues solo servirían de tropiezo para la consecución de las ganancias, económicas y sociales, ya trazadas. 

La corrupción es uno de los signos más sobresalientes de esa forma de vivir. El individualismo corrupto es íntimamente capitalista. El capitalismo provee el ambiente propiciatorio para que cada quien dé rienda suelta a la complacencia de su codicia. El capitalismo no originó el individualismo voraz pero lo alimenta, abriga y protege de. otras nociones de la existencia humana que incluyen como alternativas la solidaridad, la empatía y lo colectivo para resolver los grandes males que el capitalismo individualista egoísta provoca inevitablemente. 

Mientras nuestra sociedad esté regida por el capitalismo en Puerto Rico no habrá Oficina de Ética Gubernamental ni Departamento de Justicia, ni fiscalización interna o de la prensa o ciudadana que impida la corrupción. Esta le es innata e inherente al capitalismo.

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