| Publicado el 24 mayo 2011
Si creíamos que lo habíamos visto todo, nos equivocamos. Con una pancarta como telón de fondo que leía “Puerto Rico se supera”, una foto recoge el momento de celebración de autoproclamados líderes sindicales junto al gobernador Fortuño.
La ocasión: el momento en que Fortuño, junto a Rivera Schatz y funcionarios de uniones, firma la ley que extiende por dos años la vigencia de las cláusulas no económicas de los convenios colectivos y establece que no habrán elecciones sindicales hasta el 2012.
No existen palabras que puedan describir el desagrado que produce ese evento. Y es que a pesar de la trayectoria de dicho liderato, que los ha definido como empresarios sindicales, el mismo no deja de causar perplejidad. Las razones sobran. Luego de la implementación de la Ley 7, que tuvo como saldo más de 30 mil empleados públicos botados, negociaciones que redundaron en recortes de horas de trabajo, con mayor explotación, reducciones de salarios y pérdida de permanencias, “celebrar” representa un acto de soberano cinismo.
Pero la ocasión puede sorprender para otros en la medida en que se alberga una remota esperanza de recapacitación o de juicio crítico de esta burocracia sindical ante algo que resulta evidente. Es el incremento de una política gubernamental de despidos para dar paso a la privatización de servicios públicos que comenzó con los gobiernos del Partido Popular y desarrolla el PNP. La celebración de la firma de esta ley les atornilla en sus puestos y, por otro lado, se bendice la política patronal gubernamental. Con toda seguridad pensaron en la lógica que dice “del lobo, un pelo”. Pues si bien es cierto que los despidos masivos disminuyen las cuotas que les permiten grandes beneficios y salarios de CEO’s, es mejor para ellos cortar por lo sano y mantener sus posiciones de poder sindical mediante acuerdo con Fortuño.
Quienes hemos pasado por cierres de talleres de trabajo, hecho largas filas para cobrar desempleo, no tenemos empleo y nos enfrentamos a una vida más cara, esto representa una burla. El que dirigentes de sindicatos que se supone nos defiendan ante un gobierno hostil celebren con él no puede considerarse menos que traición o la mejor evidencia de que dirigen, más que organizaciones de luchas reivindicativas, verdaderos instrumentos de control al servicio del estado.
Y es que históricamente el gobierno en Puerto Rico ha defendido el estado de derecho que ha permitido el saqueo de la fuerza laboral puertorriqueña en función del incremento en ganacias de corporaciones, mayormente norteamericanas. Además de la acumulación de la riqueza por la vía de la producción de bienes y servicios, el consumo de sus mercancías representa su mercado cautivo. En respuesta a esa explotación, la formación de organizaciones obreras se han constituido como instrumentos de defensa colectiva. Por eso, lo deplorable de esta celebración.
Quienes estuvieron en esta ceremonia son funcionarios de sindicatos patronales, en su mayoría, bajo la Ley de Sindicación de Empleados Públicos o Ley 45. Una ley hecha a la medida para controlar y que castiga severamente cualquier intento de presión efectiva de los empleados para forzar al gobierno-patrono a negociar.
En sus años de vigencia, estos han hecho muy poco, por no decir nada, en pro de elevar el nivel de vida y condiciones de trabajo de los empleados públicos. Por el contrario, han sido sumamente dóciles. En el gobierno de Acevedo Vilá, la burocracia entreguista favoreció la aplicación del impuesto más alto posible sobre ventas y uso (IVU). En las negociaciones con el gobierno-patrono, han servido como freno a la lucha sindical pretendiendo domesticar a sus representados. Y en esta ocasión, han puesto en evidencia pública su mezquindad, sacrificando el interés de quienes dicen representar en aras de sus permanencias en posiciones de control que les devengan sustanciales privilegios económicos.
Defender esta actuación coloca a sus apologistas del lado del patrono gobierno. Justificarla es peor. En el mejor de los casos podría catalogarse como ingenuidad política, pues anteponer el ejercicio democrático de las bases a elegir sus representantes ante la rendición de una dirigencia desgastada y oportunista, parece un argumento poco serio.
Por otro lado, es menester hacer un llamado a la reflexión a sectores sindicales, que ante la escalada ofensiva del gobierno han optado por esquivar en vez de preparar a sus matrículas para lo que a todas luces es inevitable, la confrontación. El desgaste no puede ser opción. El refugiarse no puede convertirse en defensa ante golpes cada vez más fuertes del gobierno. Sin embargo, un acertado comienzo es la crítica fuerte a la entrega de estos chupacuotas. El desarrollo de esa política no puede ser otro que el fortalecimiento de la conciencia de clase. Su consecuencia natural, el desencadenamiento de acciones concertadas demostrará la debilidad del sistema capitalista y dará confianza a las bases para conquistar sus demandas.
Las experiencias en la Federación de Maestros de Puerto Rico nos indican ese camino de la lucha. Que tiene sus consecuencias, claro. Los intentos de golpes del estado han tenido el efecto de aumentar la indignación provocando aumentos en los niveles de militancia obrera. Esto, a su vez, ha provocado un paulatino crecimiento y fortalecimiento de los sectores más alertas del magisterio. Se trata de devolverle al patrono los golpes de manera organizada que fortalezcan la conciencia de clase, componente fundamental del sindicato. Los dividendos que genera el sacrificio mediante la lucha se miden en compromiso y disposición que se multiplican en el fragor de las contiendas sindicales contra el patrono.
Unido a lo anterior, la defensa de los derechos democráticos y sindicales no puede ser una meta última en la agenda. Está comprobado que la clase capitalista, causante de la crisis de su sistema, no tiene el más mínimo interés en ceder su poder. El capitalismo salvaje busca imponerse a cualquier costo, incluyendo el fascismo. La represión a los universitarios, los recortes en derechos laborales, proyectados toques de queda, carpeteo mediante vídeos policiales, etc., son solo muestras hacia esa tendencia. De modo que el curso de la dictadura del capital solo puede ser frenado con el ejercicio de la participación en los procesos decisionales y la militancia de las bases en sus uniones.
Por eso, el impulso de la democracia es tarea fundamental. Democracia de quienes producen la riqueza, la mayoría. Impulsada por quienes están verdaderamente comprometidos con sus matrículas. Quienes han optado por el camino de la complicidad patronal, como los empresarios sindicales chupacuotas se han autodescualificado. La representación de la clase obrera la tienen quienes la afirman con el ejemplo. Pero es mucho pedir a quienes están acostumbrados a sus privilegios. No creo que lleguen a trabajar sin salario como en estos momentos lo hace el Comité Ejecutivo de la Federación de Maestros.
No obstante, lo repudiable de tan condenable festejo, queda claro de qué lado están sus componentes. Ni los despidos, ni la inestabilidad en el empleo, ni la privatización son motivos de celebración. Sin duda el lema “Puerto Rico se supera” hoy es uno hueco de un gobierno desacreditado y en crisis. Nuestra tarea es hacer del mismo una realidad mediante el desarrollo de la lucha obrera para llegar al poder que solo será posible mediante la lucha por el socialismo. Esa será la celebración.