Por
BREL 7| Publicado el 24 abril 2004
Sáb, 2004-04-24 20:00
Como expresión armada de un conjunto social, sea país, pueblo o sector, el militarismo persigue la imposición y defensa de los intereses económicos de una clase social en particular. A través de la historia, las clases dominantes han echado mano del militarismo para obtener y mantenerse en el poder; para ejercer su dominio sobre un área geográfica particular. De esta manera han despojado a regiones enteras del planeta de riquezas para el disfrute, en detrimento de unos pocos. Asimismo los sectores, pueblos y clases agredidas, se han visto obligadas a ejercer su derecho a la autodefensa en esta confrontación evidentemente desigual. Así, las víctimas de las expresiones militares de las clases dominantes, sean capitalista, oligárquica, feudal o esclavista, se han visto obligadas a defenderse, bien sea de forma militar, o creando novedosos mecanismos para contrarrestar esta violencia que se les atosiga.
Como ejemplo de lo anterior, hemos sido testigos de la brutal agresión que los países poderosos, dirigidos por Estados Unidos, ejercen contra Irak. Esta guerra, que ha costado la destrucción material y humana a la que el militarismo imperialista nos tiene acostumbrados, ha utilizado la cuestionable excusa de las armas químicas para enmascarar su intención de despojar a Irak de su petróleo. Su cinismo llega al extremo de contratar compañías norteamericanas para la llamada reconstrucción de dicho país, situación que les redundará en lucrativas ganancias.
En Puerto Rico, la historia del militarismo se ejemplariza más contundentemente tanto bajo la colonización española desde el siglo XV al XIX, como bajo la norteamericana desde 1898. En ambos casos las dos metrópolis han devengado extraordinarias ganancias de las explotación de nuestras riquezas naturales, así como de la mano de obra.
Bajo el dominio español, ejercido mediante férrea imposición de múltiples gobernadores militares, tuvo lugar el saqueo del oro y la esclavización de los taínos y negros. A la misma vez, la consolidación de Puerto Rico como plaza militar tuvo el propósito de asegurar el despojo de América. Mientras, por otro lado, se construyeron fuertes estructuras de defensa militar como El Morro y San Cristóbal para repeler los ataques de sus competidores europeos. De esta manera se benefició el reino español.
La Guerra Hispanoamericana dio paso a la invasión norteamericana, desplazando el dominio militar español. Desde entonces la presencia militar yanqui en Puerto Rico ha sido fuerte y amplia; desde bases militares y campamentos, hasta oficinas de reclutamiento y programas universitarios como el ROTC (Reserve Officers Training Corp) o el Cuerpo de Entrenamiento para Oficiales de la Reserva, diseminados por todos los rincones del país.
Como expresión violenta del dominio colonial, el militarismo norteamericano le asegura la implantación de su política sobre nosotros como pueblo. Le ha permitido supervisar de cerca a los gobernadores coloniales del patio para que no se desvíen de las imposiciones del Congreso americano. Desde el monocultivo de la caña de azúcar, pasando por la industria liviana y luego las petroquímicas, electrónicas, farmacéuticas y megatiendas, la colonia le asegura a la metrópoli una mano de obra barata y a la misma vez un mercado.
El militarismo en Puerto Rico ha sido también punta de lanza en la agresión a otros pueblos como la República Dominicana en 1965, a Cuba en 1961 y más recientemente a Granada, Panamá y Haití, entre otros.
El reclutamiento de puertorriqueños en guerras y conflictos que van desde la Primera Guerra Mundial hasta la de Irak, le ha permitido la utilización de carne de cañón, obligada en gran medida por el alto por ciento de desempleo. Por otro lado, el chantaje económico de las becas universitarias con fondos federales ha propiciado y empujado el ROTC para el reclutamiento en las universidades.
A nivel interno, en Puerto Rico, la presencia militar norteamericana ha servido como instrumento represivo, por medio de la Guardia Nacional, contra el nacionalismo en 1950. También, contra huelgas como las de Energía Eléctrica, Acueductos y Bomberos bajo el gobierno de Rafael Hernandez Colón (1972-76) y contra los residenciales públicos en el gobierno de Rosselló.
Durante los últimos cuarenta años la lucha contra el militarismo ha logrado victorias significativas. El movimiento contra la guerra de Vietnam y el Servicio Militar Obligatorio, movilizó múltiples manifestaciones. El movimiento estudiantil universitario logró sacar del campus universitario del Recinto de Río Piedras al ROTC en 1971.
Más tarde el movimiento estudiantil contra el militarismo norteamericano se extendería a otros recintos universitarios como Humacao, Ponce y Mayaguez. Y es precisamente en el Recinto Universitario de Mayaguez, donde estudiantes organizados con el Frente Universitario por la Desmilitarización y la Educación (FUDE) lograron impedir que se utilizara un edificio en reconstrucción para el ROTC. Luego de más de seis meses de lucha mediante un campamento de desobediencia civil y otras actividades, obligaron a la administración universitaria a ceder para que dicho edificio se utilice para verdaderos fines universitarios.
En el marco nacional, la victoria contra la Marina de guerra en Vieques y su efecto colateral del cierre de la base militar Roosevelt Roads en Ceiba representan un avance significativo. La devolución de todas esas tierras a manos del pueblo de Puerto Rico mediante la participación de las comunidades y no a los “realtors” es imperativa.
El reto ahora es, por un lado no ceder los espacios ocupados y por otro, desarrollar la lucha antimilitarista llevando a cabo actividades como la del pasado 20 de marzo contra la guerra en Irak. Y como sucedió en Vieques el pasado 17 de abril, donde se llevó a cabo una actividad en conmemoración de la desobediencia civil y por la descontaminación, devolución y desarrollo sustentable de los terrenos aún en manos federales. No debemos olvidar tampoco a los arrestados y aún encarcelados por la celebración por la salida de la marina el 1ro de mayo de 2003.
Foto: UJS-Mayagüez