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BREL1| Publicado el 7 septiembre 2016
Ante tanto ataque de comentaristas, politólogos y analistas que quieren dictar cátedra de cual es la forma correcta para protestar y cuales métodos de lucha son mas “civilizados”, quiero aportar mi granito de arena al debate sobre la jornada de lucha del 31 de agosto en Condado (31A) y lo que esta representa en el escenario político actual. Vale la pena analizar ciertas tendencias que continuaron también alrededor de la convocatoria y realización de la actividad que causó el cierre del Walmart de la parada 18 en Santurce. Por ejemplo, alrededor de ambas convocatorias se tejió toda una ofensiva mediática de odio contra las que luchamos, mientras por otro lado se manifestó un estado de ánimo rupturista e irreverente de parte de las y los que se movilizan. Esto no es pura coincidencia. Me concentraré en la jornada del 31A por ser la de mayor impacto y relevancia nacional. Como ésta tuvo un carácter incuestionablemente confrontativo voy a obviar discutir los elementos operativos y de organización, para limitarme sólo al análisis de los elementos políticos generales y de las “lecciones” que podemos sacar para la lucha en el futuro inmediato y a mediano plazo.
Desde que se lanzó la convocatoria para la manifestación del 31A, yo mantenía mis reservas sobre la misma. No por razones de contenido, objetivos o de métodos de lucha, pues todos estos elementos están dentro del consenso anti-neoliberal de distintas fuerzas que venimos haciendo diversas actividades señalando a los responsables de la actual situación del país . Mis reservas partían de la capacidad de movilización que por tanto implica, en el caso de estas actividades, aspectos de seguridad.
En aquel momento era evidente que los esfuerzos de diversos grupos de convocar actividades de militancia estaban teniendo dificultades de mover un número sustancial de personas. Creo que tanto la convocatoria y la organización lograron contrarrestar la poca participación en las actividades de los últimos meses. Claro, el azar de la lucha de clases también operó positivamente en mover esta tendencia de poca participación en la dirección correcta. La historia no se cansa de decirnos con acciones como ésta que, en ocasiones la voluntad de los seres humanos (con sus fortalezas y debilidades) puede ser mas obstinada que los análisis más materialistas.
… las actividades del 29 y 31 de agosto fueron exitosas en hacer un serio intento de virar la tortilla de la lucha en el país en la dirección de la confrontación con los sectores que representan el poder, la explotación y la opresión en Puerto Rico. Para eso se hace necesario señalar quienes son los ricos y poderosos, quienes son los que se están llevando la gran tajada en medio de la crisis y a costa de las condiciones de vida y recursos naturales del pueblo pobre y trabajador.
Evidentemente todavía no estamos logrando movilizar a un gran sector del pueblo, pero lo que pasó el 31A fue lo suficientemente contundente como para llevar un mensaje importante al país y sobre todo a la clase dominante. El nivel de participación y la combatividad mostrada son un paso en la dirección correcta. Se puso el dedo en una llaga centenaria y se demostró que aun los podemos hacer sangrar por la herida.
El 31A señaló quienes son los enemigos del pueblo
Hace algún tiempo diversos sectores, organizaciones y personas venimos planteando que si queremos detener lo que se nos viene encima con PROMESA y la profundización del programa neoliberal en Puerto Rico, tenemos que hacerles la vida insoportable a los grandes intereses que se benefician de este estado de cosas. La tesis no es nueva, ya a finales de los 60 el viejo MPI planteaba que para lograr la independencia había que hacer insostenible el coloniaje a los EE.UU., por tanto había que golpear contundentemente los intereses norteamericanos. Pero en pleno siglo XXI no basta con levantar la tesis nacionalista revolucionaria, tenemos que golpear tanto al capital norteamericano e internacional, como a los capitales del patio que están guisando y que se encuentran en la cúspide del capitalismo colonial en su versión neoliberal 2.0. Ambos sectores de la burguesía son el corazón del bloque de clase en el poder que ejerce su hegemonía prácticamente sin oposición seria.
En ese sentido, las actividades del 29 y 31 de agosto fueron exitosas en hacer un serio intento de virar la tortilla de la lucha en el país en la dirección de la confrontación con los sectores que representan el poder, la explotación y la opresión en Puerto Rico. Para eso se hace necesario señalar quienes son los ricos y poderosos, quienes son los que se están llevando la gran tajada en medio de la crisis y a costa de las condiciones de vida y recursos naturales del pueblo pobre y trabajador. Hay que ponerle nombre y apellido a las corporaciones, bancos, aseguradoras, bonistas, familias y personalidades que representan el bloque dominante en el poder.
En las redes sociales y medios de comunicación se ha criticado que se detuviera el acceso de los participantes de la Cumbre de PROMESA en el Hilton, coartándoles sus derechos. Pero si no se hubiera logrado precisamente eso, la manifestación hubiera carecido de todo sentido. Porque son ellos y ellas los que en este caso personificaban la política neoliberal y de rapiña de nuestros recursos que viene a imponer PROMESA en nombre de la clase dominante. La manifestación en Plaza las Américas, el cierre de GFR Media (emporio mediático de la familia Ferré-Rangel), la protesta contra PROMESA y la actividad en Walmart tienen como uno de sus denominadores comunes precisamente señalar a los principales responsables, beneficiarios y cómplices de la explotación y rapiña. En otras palabras, debemos identificar claramente quienes son los enemigos del pueblo, para poder enfocar nuestros cañones y señalarle a la clase trabajadora y grupos subalternos contra quienes hay que dirigir la protesta. Para que sientan en sus bolsillos y en carne propia lo que vivimos miles de trabajadoras, estudiantes y gente pobre todos los días del año. En este aspecto la jornada del 31A fue todo un éxito.
Se avanza con todos los métodos de lucha
Luego de la jornada de lucha del 31A se ha desatado en las redes, en los medios noticiosos cibernéticos y en los programas de opinión toda una avalancha de crítica por los métodos utilizados para detener la Conferencia de PROMESA. Algunos argumentan que se debió ejercer el derecho a la expresión pero sin detener la Conferencia. Otros critican las capuchas, el “vandalismo” y la supuesta agresión de manifestantes contra la Policía. De seguro todos y cada uno tiene en sus cabezas o en el rincón mas recóndito de su disco duro el manual para organizar correctamente manifestaciones “civilizadas”. Pero todos y todas sabemos que la lucha en la calle tiene su propia dinámica. Reducir la crítica de la actividad a puro vandalismo y violencia sin causa es hacer una burda caricatura de lo que allí ocurrió. Bajo estos señalamientos se esconde otra realidad.
En la mayoría de los casos opera cierto individualismo de la narrativa del sentido común dominante en nuestra sociedad, moldeado por años de colonialidad capitalista y de ofensiva neoliberal. Cuando la Policía empuja, macanea, patea y tira “pepper” está defendiendo la ley y el orden, en cambio cuando una manifestante se protege con un escudo de madera o usa una capucha para protegerse del pepper spray está obstruyendo la justicia. Bajo esta lógica tenemos que poner la otra mejilla, las costillas y unos cuantos dientes para demostrar nuestra vocación de docilidad ante el poder de los aparatos represivos del Estado.
Pero las y los que nos movilizamos debemos cuidarnos de contraponer los métodos “violentos” o confrontativos de lucha contra aquellos que se designan como pacíficos. Al entrar en exacerbar la dicotomía de resistencia “violenta” contra resistencia “pacifica” podemos estar cometiendo un costoso error.
Pero, en la jornada del 31A lo que vivieron decenas de manifestantes fue otra realidad muy distante a la narrativa oficial y reaccionaria. Para lograr detener la conferencia y hacer retroceder a la Fuerza de Choque de la Policía de Puerto Rico hizo falta, no ya una gran dosis de valor y sacrificio como proclama el ideario nacionalista, si no otros elementos mucho más importantes que parecían haber sido arrancados de raíz de nuestro imaginario colectivo por la salvaje avalancha neoliberal; la sensibilidad, la solidaridad, el amor. Simplemente todas las personas que se encapucharon, que agarraron escudos, que tiraron piedras y que echaron pa’ lante mostraron una gran capacidad de indignarse ante el ataque despiadado contra nuestras condiciones de vida y contra nuestros recursos que representa el proyecto PROMESA. Ante este gesto de dignidad, una patrulla “retocada” es poca cosa. El simple hecho de que grupos de la juventud radical, de trabajadores y trabajadoras del servicio público y de militantes de organizaciones políticas estuvieran dispuestos a poner sus cuerpos para dejarle claro a los representantes de los ricos que implementar el proyecto PROMESA les va a salir caro, eso es una victoria mas que contundente que nada ni nadie puede borrar.
La jornada del 31A también nos mostró otra vertiente del debate sobre la forma de la protesta y los métodos de lucha. Esto es, la coyuntura actual requiere, no sólo de masividad, sino también de elevar el nivel de reto y confrontación a los poderes económicos, políticos y represivos. Ya el tiempo de las conferencias de prensa pasó. Si pretendemos mínimamente entorpecer la implementación de PROMESA debemos fomentar y fortalecer la aptitud de detener y/o obstaculizar la producción, las labores o actividades por medio de la acción directa y la lucha callejera. Si se pretende crearle presión a los grandes intereses, a la Junta y al Estado, es de esperarse el enfrentamiento con las fuerzas represivas del Estado Colonial y Federal. En este panorama las capuchas y los escudos serán mas que necesarios para proteger la integridad física, las identidades y seguridad de compañeros y compañeras del carpeteo policiaco, patronal y de un estado de derecho cade vez mas punitivo en una “democracia” controlada.
Pero las y los que nos movilizamos debemos cuidarnos de contraponer los métodos “violentos” o confrontativos de lucha contra aquellos que se designan como pacíficos. Al entrar en exacerbar la dicotomía de resistencia “violenta” contra resistencia “pacifica” podemos estar cometiendo un costoso error. Las luchas magisteriales, las huelgas estudiantiles y la lucha ecológica, desde el 2005 en adelante, son un excelente ejemplo de como la contradicción aparente entre pacifismo y violencia se puede canalizar efectivamente para el desarrollo y crecimiento de la lucha. No siempre lo mas productivo es eliminar uno de los dos elementos, si no dejar que ambos se manifiesten complementariamente como componentes de la organización y movilización.
Un momento de ruptura: por una nueva cultura militante
La manifestación en el Condado también materializó la existencia de los gérmenes de una nueva cultura militante. Podemos decir que se comienza a dibujar la posibilidad del surgimiento de un necesario momento de ruptura con la tradición y la cultura (organizativa y política) de la agotada concepción de la “nueva lucha”. No tanto con los métodos de lucha radicales y las formas de hacer política en la calle, si no con el legado actual de lideratos sindicales chupacuotas y antidemocráticos, el nacionalismo que colabora con sectores del PPD para defender la puertorriqueñidad, la concepción de la lucha mediática y otras tantas prácticas desgastadas por la transformación de la estructura de clases en nuestra sociedad y los retos que nos lanza el escenario político de la colonia en crisis.
Mas allá de repetir los estribillos de “no votar por PNPPD” y tener posiciones anti-coloniales y anti-capitalistas, se trata de una actitud y cultura política de ruptura, de cierta irreverencia con las instituciones y los símbolos de poder, que no anda pendiente de buscar aprobación ni estar de buenas con el centro del espectro político. Hay una generación de luchadores y luchadoras, de diferentes edades y experiencias de lucha que prefieren poner el acento en la organización de la resistencia, la lucha desde abajo, la resistencia callejera, la democracia participativa y la defensa de lo común. No entramos en la lógica de andar de buenas con GFR Media y El Nuevo Día, ni chuliar en llamadas “asambleas de pueblo” con líderes demócratas, o populares, etc.
Pero este sustrato de una nueva cultura militante rupturista aun no cuaja en una base compartida de una ética de la militancia del espectro amplio de la izquierda radical en el país. Este sustrato se viene sedimentando desde las jornadas de Vieques, las luchas magisteriales desde el 2003, las luchas en la UPR desde 2005 en adelante, el feminismo militante y la lucha ecológico comunitaria. En ese amplio espectro de luchas y resistencias se han encontrado militantes de diferentes generaciones naturales para ir conformando una nueva generación de lucha. Lo anterior no intenta descartar a compas valiosos y valiosas por sus edades, como algunas personas han intentado sostener en las redes. Si no identificar ese momento donde un importante sector de la gente que lucha comienza diferenciarse de la tradición política dominante entre el espectro amplio de la izquierda, de la concepción de lucha estratégica mas general, para plantearse una hoja de ruta diferente. Las experiencias de lucha compartidas van dejando el sustrato necesario que abre la posibilidad de desarrollar una nueva visión estratégica de lucha general para los sectores mas radicales. En nuestro caso este sustrato no ha cuajado aun como ética militante de una nueva narrativa estratégica radical. Una debilidad a este respecto puede ser la falta de una base social solida, que aun está por construirse. Eso sí, los espacios de lucha que se vienen intentando abrir hace ya algunos meses muestran positivamente esa posibilidad. El reto está en si sabremos aprovecharlo.
Un movimiento anti-neoliberal y anti-capitalista de la izquierda radical
La jornada de lucha del 31A mostró que en el país existe una corriente de opinión de izquierda radical, anti-neoliberal y anti capitalista que comienza a intervenir en el tablero político nacional. La existencia de ésta corriente está relacionada al desarrollo de la generación de lucha que discutíamos más arriba. Se puede apreciar diversos colectivos, organizaciones, y personas de diversas generaciones y experiencias de lucha, que participamos en diversas iniciativas con objetivos mínimamente comunes. En las actividades del “movimiento estudiantil”, las luchas feministas y lgbttiq, las luchas ecológicas y comunitarias, el Campamento Contra la Junta, las actividades de desobediencia coordinas por algunas organizaciones de izquierda y la iniciativa “Se acabaron las promesas”, se puede identificar unos reclamos que pueden conformar la base de un programa mínimo de consenso. Algunos de estos puntos son: la ruptura con el PNP-PPD, la oposición a la ley PROMESA y denuncia de los grandes intereses que se benefician, el rechazo al pago de la deuda y el reclamo de una auditoria popular para señalar responsables, el reclamo de que paguen lxs ricxs o lxs de arriba, la defensa de nuestros recursos ecológicos y una postura o definición anti-colonial. Estos vienen siendo los puntos de encuentro en el discurso y en la movilización que pueden conformar la base para un sólido movimiento radical, anti-neoliberal y anti-capitalista que intervenga en el tablero político nacional como una fuerza independiente.
Una limitación a este respecto es la existencia de narrativas nacionalistas entre importantes sectores que se movilizan. Esta perspectiva expresamente nacionalista diluye o invisibiliza algunos de los reclamos, concentrándose en la resistencia a la Junta como reclamo exclusivo de la lucha. El problema de fondo es que para resistir la Junta efectivamente el movimiento no puede cometer el error de separar las demandas anti-coloniales de aquellas de contenido anti-neoliberal y anti-capitalista. Porque en Puerto Rico el dominio colonial a la altura del siglo XXI está indisolublemente ligado a la extracción de ganancias exorbitantes gracias a la explotación capitalista de nuestra fuerza laboral y recursos naturales. Este aspecto no tiene por qué presentar un obstáculo para el futuro inmediato, evidentemente entre las fuerzas que participan de este espacio amplio de una izquierda radical se encuentran fuerzas e individuos nacionalistas radicales. Creo que la cuestión se irá resolviendo en la medida que vayan abriéndose más espacios de lucha y debate.
Definitivamente la coyuntura en el país es propicia para el fortalecimiento de un movimiento anti-neoliberal, pero esto no tiene por qué ser antagónico con la articulación de un espacio o polo de atracción de las fuerzas radicales y anti-capitalistas como parte del movimiento más general. En ese sentido, venimos planteándonos varias interrogantes desde que comenzamos a coordinar diversas actividades con otras organizaciones, colectivos, sectores y personas. Éstas son: ¿Podremos ir caminando hacia la coordinación de un espacio de organización y movilización que articule estos diferentes sectores y corrientes radicales en una especie de polo anti-neoliberal y anti-capitalista? ¿Se podrá coordinar con la suficiente amplitud para que quepan diferentes sectores y corrientes pero con el necesario consenso y definición de objetivos para operar autónomamente de las agendas de los sectores más moderados? ¿Podremos articular una expresión político estratégica de las izquierdas radicales en Puerto Rico? El 31A coloca éstas y otras interrogantes en el centro del tablero, aunque inmediatamente no tengamos respuestas afirmativas. Las acciones y jornadas que venimos protagonizando diversas fuerzas, incluyendo la actividad en el Condado, apuntan incuestionablemente en una dirección; las respuestas a éstas y otras interrogantes están en el análisis, el debate y la lucha, pero sobre todo en la calle construyendo la resistencia.