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BREL| Publicado el 16 julio 2013
«Para entender más lo que sucede actualmente es importante ubicar los acontecimientos políticos en su justo contexto socioeconómico. Sólo un análisis de la naturaleza de clases de este conflicto permitirá a las fuerzas progresistas tanto de Egipto como de las otras sociedades del Medio Oriente sacar las lecciones políticas necessarias de la situación que se desenvuelve.»
Nota editorial: El siguiente artículo fue publicado en inglés en la revista CounterPunch.org (http://www.counterpunch.org/2013/07/12/egypt-at-the-crossroads-2/). A continuación publicamos la versión en español del mismo como una colaboración del autor, Carlos Borrero, para Bandera Roja en Línea. Agradecemos a Carlos por su aporte y reiteramos que nuestra página, BREL, está abierta a colaboraciones de nuestros simpatizantes, amigos y lectores.
Egipto se encuentra en la encrucijada. La violencia desatada en los últimos días parece sólo el principio y las posibles repercusiones para la región entera resaltan a la vista de todos.
Para entender más lo que sucede actualmente es importante ubicar los acontecimientos políticos en su justo contexto socioeconómico. Sólo un análisis de la naturaleza de clases de este conflicto permitirá a las fuerzas progresistas tanto de Egipto como de las otras sociedades del Medio Oriente sacar las lecciones políticas necessarias de la situación que se desenvuelve.
Ante el vacío político creado por tres décadas de gobierno autocrático bajo Mubarak, sólo la Hermandad Musulmana fue capaz de organizar una respuesta disciplinada después de su derrocamiento. Las varias décadas de organizar sociedades de ayuda mutua y otros servicios sociales entre los pobres e indigentes – como respuesta a, y a menudo con la aprobación tácita de un estado neocolonial negligente – dieron legitimidad popular a la Hermandad Musulmana. Sus seguidores fueron reclutados de los descontentos que ocupan los márgenes de la sociedad. Esta es la base social amplia de la cual se organizó el Partido Libertad y Justicia a raíz de los acontecimientos de enero de 2011. El resultado fue una estrecha victoria en las elecciones de junio de 2012 y el control del parlamento.
No obstante, es interesante examinar el origen de clase del liderato de la Hermandad Musulmana para así comprender mejor su ideología y la esencia de su conflicto con las fuerzas armadas por un lado y la oposición, por el otro. Los líderes de la Hermandad provienen principalmente de la pequeña burguesía egipcia. Más específicamente, su liderato se compone de una combinación de elementos de las profesiones liberales y de algunos industriales pequeños que se desarrollaron en los últimos días de la dominación británica. (En realidad el protectorado británico dura hasta el 1952.) En el seno de la dirección de la Hermandad hay ingenieros, médicos y capitalistas nativos con intereses principalmente en la manufactura, cuyas empresas a menudo emplean a cientos de trabajadores. En resumen, el poder de este grupo es el resultado de una alianza entre el pequeño capital y los elementos desclasados de la sociedad que han logrado movilizar.
El carácter complejo de la vida social en el Medio Oriente muy a menudo resulta en la confluencia de la retórica antiimperialista y la afirmación religiosa. El llamado Islam político es la forma lógica del nacionalismo en las sociedades en las que todas las facciones de la clase dominante, así como la pequeña burguesía, tienden a ver en la religión la herramienta ideológica más eficaz para complementar la represión brutal de las masas trabajadoras. Más allá de toda su retórica religiosa y sus declamaciones moralizantes, el programa económico de la Hermandad Musulmana no es más que un intento de romper el control de los intereses capitalistas locales más grandes concentrados en el Estado egipcio (y más específicamente dentro de las Fuerzas Armadas) y alineados con el capital internacional. Como todos los pequeños capitalistas asfixiados por el monopolio, exigen una apertura del mercado y el fin del control estatal por elementos con los que tienen conflicto. Perciben además que este monopolio del Estado es sostenido por intereses extranjeros. Por lo tanto, son los representantes del pequeño capital reaccionario cuyo nacionalismo económico abarca el mercado libre. Una combinación peculiar!
Las altas esferas del ejército egipcio han manejado el poder estatal para acumular grandes cantidades de capital en la construcción, la manufactura, las industrias de servicios, etc. La práctica de usar el estado neocolonial como instrumento para la acumulación de capital es común. El legado de Nasser estriba en desarrollar los mecanismos para que las fuerzas armadas sirvieran de marco institucional para esta acumulación de capital. Tanto Sadat como Mubarak profundizaron esta practica. A través del Ministerio de Producción Militar, los directores militares de las empresas estatales han podido explotar el trabajo de cientos de miles de trabajadores pagándoles salarios abismalmente bajos para asegurar la máxima extracción de la plusvalía. Los vínculos entre la cúpula militar y tanto las empresas del «sector público» como las privadas son muy amplios y conocidos. Tan extensa ha sido la acumulación de riquezas de esta camarilla militar que recientemente fueron capaces de funcionar como financieros a los sectores estatales no militares. Es necesario señalar, sin embargo, que su papel financiero no ha alcanzado el punto en que puede negar el poder de los “donantes” regionales (ej. Qatar, Arabia Saudita) o la influencia perniciosa del FMI.
Como tal, la cúpula militar, sostenida por los $1.3 mil millones de “ayuda” militar de EE.UU. (suma solo superada por la que recibe el estado títere imperialista de Israel) representa al capital grande, en el contexto egipcio. Es una situación que recuerda el estado corporativista de Mussolini que vio una fusión completa de las grandes empresas y el Estado. La idea de que las fuerzas armadas existen “por encima” de los conflictos de clases como representantes de la nación, es una característica de la pequeña burguesía. Forma la base ideológica de todo régimen reaccionario. Lo que el capital grande egipcio ha hecho es promover los vestigios de esta demagogia pequeñoburguesa como una desviación. Su estrategia política a corto plazo consiste en reclutar a una facción de la oposición a la Hermandad Musulmana capaz de adormecer a las masas radicalizadas.
Veamos cómo y por qué.
La “oposición” egipcia se compone de una masa heterogénea. Y no puede ser de otra manera dada la historia de represión brutal a la que ha sido sometida la mayoría. Por un lado encontramos a una facción liberal de esta oposición compuesta de otro sector de la pequeña burguesía “iluminada” y “muy democrática”. Grupos como Tamarod, El Partido Constitucional, etc. que forman parte de El Frente de Salvación Nacional destacan su secularismo y promueven una visión de la modernidad. Son liberales clásicos y Mohamed elBaradei es su representante mejor conocido. Educado en EE.UU y Europa, muy cosmopolita, él parece el hombre preferido del Occidente.
La alianza tácita entre esta facción liberal y los militares se basa en la demagogia por un lado y el afán de eliminar a un rival por el otro. De seguro es una alianza precaria pero sirve la lógica y los objetivos de ambos lados por el momento. Para los militares, el objetivo político inmediato consiste en apuntalar a una fuerza política lo suficientemente creíble como para calmar el descontento de las masas sin interferir con sus intereses económicos o sus relaciones con Occidente. El blanco inmediato es el pequeño capital que se ha atrevido retar su monopolio desde el parlamento y los otros aparatos no militarizados del estado. Son muy conscientes sin embargo que el mayor desafío a su poder viene de abajo. Para los liberales, logran una oportunidad de administrar el Estado a cambio de no interferir con los intereses empresariales de los militares o los del capital financiero internacional. Su premio son las migajas que se les dejan.
Existe otra importante facción de la oposición compuesta de trabajadores, algunos organizados y otros no, y la juventud radicalizada. Son el verdadero catalizador de los procesos desatados a pesar de carecer de coherencia organizativa por el momento. La movilización de esta fuerza progresista es una reacción popular y espontánea a la crisis perpetua que agobia la economía egipcia; una economía orientada principalmente a la exportación en que los recientes cambios abruptos en las relaciones comerciales (Es interesante notar que desde el ascenso al poder de la Hermandad Musulmana, las importaciones agrícolas de los Estados Unidos como el trigo y el maíz se han reducido a cero.) han agravado el ya precario problema del desempleo y los altos precios al consumidor. Se han unido a El Frente de Salvación Nacional para difundir una visión del futuro que combina la libertad política con el reclamo de poner fin a la desigualdad socioeconómica extrema. Algunos forman parte de los tradeunions que tienen una larga y ardua historia de luchar desde la ilegalidad. Otros forman parte de los círculos estudiantiles radicales con algún nivel de conciencia socialista.
El reto que tiene esta facción progresista de la oposición es cómo afirmar su independencia organizativa e ideológica. Las tensiones entre las diferentes facciones dentro del Frente de Salvación Nacional son palpables. El balance de fuerzas en este momento, a juzgar por el discurso político, parece favorecer a la facción liberal como grupo hegemónico dentro de la oposición. El peligro que corren los grupos progresistas es dejarse consumir por la retórica liberal que tiene el propósito de desarmarlos ideológica y organizativamente o romper con los liberales de la oposición antes de llevar su mensaje de transformación radical lo suficientemente hondo como para penetrar la conciencia colectiva de la sociedad. Aislarse ahora puede significar dejarse vulnerables a los tanques and los helicópteros de los militares respaldados por EE.UU. sin una mínima preparación político-militar.
Al parecer, los progresistas verdaderos dentro de Egipto tendrán que contentarse con ocupar la cola en la contienda política actual. Su lucha por el momento será uno de conquistar el espacio político necesario para reforzar sus estructuras de organización y llevar a cabo una agitación sistemática y coherente entre los millones de descontentos. Si logran aprovechar el momento para ganar una verdadera apertura del espacio política y articular un programa claro y coherente será un paso hacia adelante.
Por el momento, la sangre que corre por las calles es entre aquellos elementos pobres que la Hermandad ha podido movilizar a nombre de sus intereses. Mientras las cosas sigan así, los liberales se quedarán contentos con “monitorear” la situación. Mañana como ayer, los mismos cañones de hoy serán apuntados hacia los trabajadores y la juventud progresista. Cabe la pregunta: Estarán preparados?