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BREL1| Publicado el 1 agosto 2010
Han pasado más de 100 días de la explosión y el hundimiento de la plataforma de extracción petrolera Deepwater Horizon que dio origen al derrame de petróleo del Golfo de México, considerada como la peor catástrofe ecológica en la historia de Estados Unidos. La tragedia le segó la vida de 11 obreros y fueron cientos los rescatados, dejando abierto el pozo ubicado a más de 1.5 km de profundidad y a 75 km de la costa de Louisiana. La multinacional que utilizaba la plataforma BP (British Petroleum) ha multiplicado las maniobras para intentar frenar el derrame de crudo, sin que todavía puedan garantizar el cese del derrame. Según la petrolera británica, unos 180 mil litros de crudo, es decir cerca de 5 mil barriles, emanaban del pozo cada día. Sin embargo, científicos consideran que esa cifra se queda corta y hablan de entre 70 mil y 100 mil barriles diarios. Obviamente, las consecuencias que se desprenden aún resultan incontables. Pero las fotos satelitales demuestran que la mancha de petróleo que contamina en estos momentos las aguas del Golfo ya tiene una extensión de casi 25 mil km², un tamaño superior a varios estados y todavía no se ha podido controlar la fuga.
Mientras el gobierno juega a la diplomacia de la libre empresa y le exige la creación de un misero fondo de reparaciones de unos 20 millones, la marea negra continua ocasionando secuelas desastrosas en el medio ambiente natural y humano de los estados costeros. Poniendo al borde de la bancarrota la industria del turismo y limitando otras actividades económicas como la pesca, prohibida ya en gran parte del Golfo de México. Se calcula que más del 40% de las aguas del Golfo están contaminadas. El petróleo ha llegado a la costa poniendo en peligro a ecosistemas costeros, eliminando especies marinas y destruyendo los ciclos de vida de muchas especies. Un delito que demuestra como el sistema capitalista con sus ansias de ganancia no titubea en poner en riesgo el planeta. Este desastre es muy superior al ocurrido por el petrolero norteamericano Exxon Valdez en el 1989 en Alaska. Incluso peor que la mayoría de los desastres ambientales que no hayan sido ocasionados por guerras, como la del Golfo Pérsico. Tal parece que, las compañías petroleras actúan de una manera similar y bajo inmunidad. Ya lo hemos visto tan cerca cómo en Cataño, PR dónde la explosión de los tanques de la Gulf pone en riesgo todo un pueblo y con una mera multa parece resolver cualquier calamidad.
La British Petroleum, quien también se promueve como una compañía “verde”, es la cuarta empresa más grande del mundo y la mayor extractora petrolera del Golfo de México, donde hay 4 mil plataformas similares taladrando el subsuelo hasta alcanzar la zona donde se encuentra el petróleo o gas que pueden ser miles de metros debajo del foso marino. La declaración de impacto ambiental para el proyecto de excavación de la BP señalaba que era improbable un derrame accidental y que cualquier fuga no causaría grandes daños porque la plataforma estaba muy lejos de la costa y que contaban con mecanismos para responder cualquier emergencia. El tiempo demostró todo lo contrario.
Pero no debemos minimizar este desastre a actos de una empresa que no tomó las medidas de seguridad necesarias. Desde febrero de 2009 el gobierno de Barack Obama aprobó la propuesta de BP de perforar en el Golfo a pesar de su pésimo historial, eximiéndolos de restricciones ambientales. Asimismo, hace apenas unos meses el gobierno de los Estados Unidos levantó una moratoria de décadas permitiendo la excavación en mar abierto y propuso una enorme expansión de excavación de petróleo en nuevas zonas marinas de Alaska, el este del Golfo de México y la costa atlántica de Maryland hasta Florida. Por lo que las pataletas del gobierno a la empresa no es más que falsedad para tapar su culpabilidad. Lamentablemente, esta catástrofe ambiental demuestra la manera de actual de la mayoría de las empresas capitalistas que con sus ansias de sacar ganancias pone en riesgo a nuestra sociedad, con una limitada visión del futuro y, peor aún, como los gobiernos están a sus pies para facilitar sus desastres.
No cabe duda que, el mundo está totalmente subordinado del petróleo y aunque se aumentan los discursos sobre cambio climático, de vivir en un mundo sostenible y de energía renovable, la realidad es otra. La búsqueda de combustibles fósiles mantiene las estructuras de la producción y expansión capitalista. Donde los países hegemónicos luchan por el control estratégico de las regiones en donde se encuentran fuentes de combustibles fósiles. Con esa excusa se continúa oprimiendo a naciones y es el petróleo fundamental para la subsistencia y expansión de los imperios.
Sería ideal poder crear los mecanismos para la expropiación de BP poniéndola a funcionar bajo control de sus trabajadores y que se trate de sufragar los daños. Incluso, crear estrategias donde los trabajadores controlen la seguridad y pueden evitar la mayoría de los accidentes. Creando gobiernos y empresas al servicio de las necesidades populares, no de multinacionales inescrupulosas. Un poder obrero que permita la producción de energía segura alejándose de la dependencia de los combustibles fósiles hacia los suministros de energías renovables. Tal vez suene ilusorio, pero no todo tiene que ser fantasía, podemos empezar no promoviendo los proyectos que aumenten el desparrame urbano, hacer cosas caminando, usar transporte colectivo, bicicletas y hasta darle pon a un vecino para que los autos no vayan prácticamente vacíos en el tapón.