| Publicado el 8 agosto 2015
Puerto Rico es víctima cautiva de un atroz proyecto para conducir a la miseria a los sectores más sensibles, débiles y propensos a la explotación y al expolio capitalista, que más que salvaje es indecente e inhumano. Ante una situación de “crisis” como la actual, una de las principales herramientas para el crecimiento sostenido de un país es la educación. Nuestro gobierno, por el contrario, pretende que sea en educación una de las áreas de mayores recortes. En estos días se nos ha presentado lo que parece ser la hoja de ruta de la administración del país: el informe Krueger. Este documento es la receta neoliberal de un elemento externo que utiliza como justificación el gobernante de turno y su partido, marionetas de algunos de los más ultrajantes sectores burgueses del mundo, para continuar desvalijándonos de lo poco que nos queda a las trabajadoras y sectores marginados. Las “soluciones” que plantea el informe no arreglan ni mejoran nada sino que, al contrario, profundizan aún más la pobreza y nos despojan de recursos para combatirla. El informe, en realidad, no plantea nada nuevo. Los planes de austeridad recetados por capitalistas que cobran millones de dólares por delinear la ruta, han sido un patrón en los países más victimizados por el ciclo vicioso de las deudas odiosas. Seguir esos planes nunca ha conducido a otra cosa que a empeorar la situación social.
El escrito de Krueger establece su tónica en las primeras dos páginas. Al plantear que la administración actual ha hecho esfuerzos con la intención de resolver la situación de crisis, le da un espaldarazo a la gestión que precisamente nos ha llevado al fracaso y nos anticipa que su propuesta es afianzar la ofensiva neoliberal. Esos “esfuerzos” han sido imponer mayores impuestos, reformar las pensiones y recortar beneficios al pueblo. Alegan que el documento es de discusión. Sin embargo, las acciones del gobierno demuestran que es el modelo a seguir. En el documento, los autores se lavan las manos con respectos a sus hallazgos, conclusiones y sugerencias, pues admiten que carecen de información relevante. Señalan que es tan compleja la situación económica del país que no ofrecen certezas de resultados positivos si se implementara su plan.
Llama la atención que el informe de Krueger solo hace mención directa de recortes en tres áreas gubernamentales: la salud, la educación universitaria y la educación pública. Centrándonos en la última, es evidente que el ataque no cesa. Krueger y los otros sugieren que una forma de ahorrar 400 millones de dólares anuales es eliminando plazas de maestros. Si utilizáramos un sueldo promedio de $2,250 mensuales, para ahorrar esa cantidad habría que eliminar 14,810 plazas. Eso conllevaría el cierre y la “consolidación” de escuelas, situación que golpea más fuerte a las comunidades más pobres y marginadas del país, siendo éstas las que necesitarían más apoyo para generar cambios deseables en la sociedad. En la mayoría de los casos, las escuelas que presentan un promedio menor de estudiantes por maestros son las que se encuentran en comunidades aisladas de los centros urbanos, las que son de sectores marginados y con mayor pobreza. El efecto más fuerte de esta sugerencia es el desarraigo de esas comunidades escolares, las cuales compensan las carencias que ya tienen con las redes de apoyo sociales en el espacio que conocen.
Las escuelas no solo son centros de enseñanza formal, son espacios de interacción e intercambio social. Sacar a una comunidad escolar de su entorno tiene severas consecuencias en la calidad de vida de cada uno de sus individuos, incidiendo de forma negativa y de inmediato en su vida cotidiana. El tiempo y los recursos que tendrá que destinar una familia pobre en moverse hasta una escuela más grande en la zona urbana implican tiempo y recursos que no podrán utilizar en otras actividades y necesidades básicas o de crecimiento. La comunidad dejará de contar con una biblioteca en su entorno, con un trabajador social que conoce a los miembros de la comunidad, una orientadora que tiene acceso a las redes de apoyo de cada estudiante. El menor pasa a ser un cliente más de un espacio más complejo e intimidante, cada vez más hacinado, donde no lo conocen ni tienen las posibilidades de trabajar con sus necesidades de manera individualizada. Habrá cientos o miles de niños que para llegar a ese lugar hacinado y ajeno, les toque levantarse a las 5:00 de la mañana. Luego, el viaje de regreso los permitiría regresar a casa cercana a la hora de cenar. De esta forma, el interés, el deseo y la pertenencia de ese niño en el espacio de la escuela serán minadas cada vez más hasta generar apatía.
El cierre de plazas de maestros para disminuir la nómina del Departamento de Educación es un ahorro mínimo en comparación con los gastos de la agencia en contratos a compañías privadas, en burocracia administrativa y compras innecesarias, que solo favorecen a los allegados al gobierno de turno y no a la educación. Llegar a la conclusión simplona de que ha disminuido la cantidad de estudiantes y ha aumentado la de maestros (lo cual es falso, ya que para el año 2000 había alrededor de 40 mil maestros y hoy día solo tenemos 29 mil permanentes y 3 mil transitorios) tal y como lo hacen Krueger y sus socios, significa que se pueden utilizar esos números para entonces eliminar maestras y aumentar la cantidad de estudiantes por plantel, lo que es una forma vil e inicua de deshumanizar a nuestros jóvenes, de convertirlos en meras cifras.
El Departamento de Educación pretende justificar esto sacando promedios de alumnos por cada maestro, tal como si contaran la mercancía que va pasando por una correa en la línea de producción de una fábrica. El caso no es el mismo. Puede haber una escuela en una zona aislada que tenga poca población y reduzca esa media. Así mismo, la escuela que sería receptora, cuando la otra cierre, estará hacinada. Hay otras particularidades como los grupos con necesidades especiales, con mucha población de Educación Especial o con demandas que requieren mayor individualidad en su proceso de aprendizaje. Los grupos en nivel secundario, por ejemplo, no pueden correr en bloques porque toman distintos requisitos y algunos cursos, como los vocacionales, tienen límites de matrícula distintos. Por tanto, no podemos sentarnos desde la sede central de la agencia a mirar números y promedios para recortar sin mirar las particularidades de cada escuela. El cierre de plazas termina hacinando estudiantes. Un grupo de más de 15 o 18 estudiantes entre Kínder y octavo grado ya es grande. A esto hay que añadir que cada vez aumenta el número de estudiantes de educación especial.
Previo al informe Krueger, el Departamento de Educación ha implementado políticas que retroceden 40 años, al pretender que haya sobre 30 estudiantes por salón. Imaginémonos cuántos habría si se ahorran los 400 millones anuales, con 12 mil maestros menos. Esto dificultaría que cada maestro tenga el tiempo y los materiales para llevar a cabo muchas estrategias y actividades que mejorarían la educación. El hacinamiento obstaculiza la integración curricular, las tareas creativas y el insumo entre maestro-estudiante tan esencial para el aprendizaje. Además, imposibilita la atención individual a cada alumno y la intervención adecuada del maestro y el personal de apoyo en las necesidades del estudiante y de su núcleo familiar. La atención individualizada es vital, tanto en lo afectivo y emocional, como en lo cognoscitivo. Una cantidad grande de alumnos por salón le impide a la maestra hacer un trabajo de acercamiento, de compenetración y seguimiento con cada estudiante, y más con aquellos que muestran mayor necesidad. El tamaño excesivo de los grupos también es equivalente a menos tiempo disponible de los maestros para organizar actividades extracurriculares, torneos, certámenes, organizaciones escolares y actividades de provecho para el estudiantado y la comunidad en general. El hacinamiento es claramente un problema de salubridad que impacta más allá de la enseñanza. Eleva los niveles de violencia en el aula y fuera, provoca fricciones entre compañeros, dificulta la recreación, promueve el acoso, entre otros males.
En el proceso de reducción de plazas y cierres de escuelas, los puestos que primero eliminan son los de los cursos llamados “electivos”. Se van descartando las Bellas Artes, Educación Física, Salud, Economía Doméstica, Educación Agrícola, Tecnología o Artes Industriales, Artes Gráficas y Música. La escuela dejaría de contar con recursos para brindar una educación diversa y rica, limitándose a las clases principales. De esta forma se presenta una visión de la educación como un proceso para obtener solo las destrezas más básicas para formar mano de obra. Los alumnos y sus necesidades o talentos variados no importan. Son vistos como la clientela que pasará a la fuerza laboral y no como seres humanos con sensibilidad. La educación se torna menos atractiva para los alumnos y, lo que es peor, se vuelve algo irrelevante. Esto aumenta la deserción escolar, los niveles de violencia, las posibilidades de que el tiempo de ocio sea dirigido a actividades destructivas y reduce de manera significativa el desarrollo intelectual y cultural del país. Por otro lado, se acrecienta la brecha que separa las clases sociales con acceso a oportunidades educativas y culturales versus las que no lo tienen. Aún dentro del mismo sistema público, se están creando espacios de privilegio para ciertos sectores. Es el caso de las pocas escuelas que logran justificarle a la administración la existencia de recursos de diversas materias y las escuelas especializadas. En éstas hay requisitos de entrada distintos de las demás, las cuales tienen que recibir a todo el mundo. Esas escuelas privilegiadas tienen límite de índice académico y realizan procesos que se prestan para la arbitrariedad y los amiguismos, como es el caso de las entrevistas de admisión. Algunas tienen ya largas listas de espera. En momentos en que se habla de crisis y recortes, han aumentado la cantidad de esas escuelas especiales. Son focos donde se concentran los pocos recursos que dejan disponibles en el sistema, desnivelando las oportunidades de manera drástica con la mayoría de la población. Mientras las escuelas comunes, las que reciben en sus facilidades a la población desplazada de otras, tienen problemáticas sociales profundas, por la marginación y por haber sido expuestas a procesos de reducción de equipos y consolidación. Existe en cada distrito alguna escuela especial que recibe más recursos y cierta estabilidad para que los que tienen más conexiones con el gobierno de turno y más bienes, puedan enviar a sus hijos. El abismo entre los que tienen acceso a educación de calidad y los que no, aumenta.
Esa desigualdad es causa probada de deserción escolar y, a su vez, la deserción es causa de otros males sociales profundos. La deserción escolar ha sido un problema recurrente, como tantos otros, en la historia de la educación pública puertorriqueña. Los estudios y análisis se han dividido entre las causas y los efectos de este fenómeno. Como causa de la deserción se han encontrado la pobreza, la marginación, la dependencia económica gubernamental en que viven la mayoría de los desertores y que pertenecen a comunidades de alta incidencia criminal y baja escolaridad de sus progenitores. Sus consecuencias han abonado este caldo de cultivo social profundizándolo por un lado, y creando una especie de muralla que impide su superación, por otro. Es decir, se ha encontrado que la mayoría de los desertores escolares se une a los grupos marginales, se habitúan a un tipo de vida de dependencia y pobreza y la criminalidad se vuelve en una de las pocas opciones concretas que poseen. A mayor cantidad de estudiantes por grupo y por escuela, mayor tendencia a la violencia, al abuso de cigarrillos, alcohol y drogas e, incluso, experiencias sexuales a edades muy tempranas, en los planteles.
El recorte que propone el informe Krueger implicaría eliminar alrededor de 12 a 14 mil plazas de maestros. Esto tendría como efecto, a corto plazo, un alza significativa en la deserción escolar, reducción en el aprovechamiento académico y la calidad de vida de los estudiantes, el desarraigo de muchas comunidades, mayor pobreza, una oferta académica raquítica y de poca competitividad, más violencia y mayor desigualdad social. La educación puede ser el instrumento esencial para el desarrollo de cualquier sociedad. Así mismo, la carencia de educación de calidad puede ser el arma letal que nos remate. La receta de Krueger apuesta a esto último. El ataque no es contra el magisterio y los estudiantes solamente, es contra toda la sociedad. Nos corresponde a todos combatirlo.