| Publicado el 22 agosto 2014
En estos meses hemos visto en los medios varios ataques a los pobres en Puerto Rico. Comenzó con la burla al estereotipo de las “yales”: mujeres de caserío que reciben asistencia económica y les gusta el reguetón. Hace poco, periódicos se indignaron porque en los caseríos colocan piscinas para los niños con agua subsidiada, mientras se reporta que hay comunidades que no pagan agua ni luz. Y con el estreno de “Planet of the Apes”, compañías publicitarias criollizan la trama en su promoción: como la cultura subhumana de los simios en la película, los pobres parecen también necesitar reglas básicas para no ser salvajes.
Estas campañas tienen en común varios mitos sobre la pobreza en Puerto Rico. Se dice que en los caseríos y barriadas “se dan la buena vida.” Después de todo, se les subsidia la renta u ocupan terrenos ilegalmente. Reciben el PAN y ASUME. A unos les subsidian el agua y la luz mientras otros la roban. También se dice que los pobres pueden trabajar, pero salen mejor recibiendo asistencia y por eso deciden no buscar empleo. Que son unos mantenidos por los que trabajan.
La realidad sobre la pobreza en nuestro país es otra. Si se analiza con detenimiento, la calidad de vida en estas comunidades está marcada por la pobreza, la marginación, el hacinamiento y la violencia. Quienes acusan esa “gran vida” jamás se plantearían vivir en un residencial. Y quien haya recibido el PAN sabe que no es suficiente para cubrir las necesidades familiares.
La realidad de la oferta laboral refuta la idea de que la gente no quiere trabajar. Aquí no hay empleos. El desempleo oficial, calculando las personas que buscan trabajo, es alarmantemente alto. Y si se considera que la tasa de participación laboral se ha reducido a 39.8%, la más baja desde 1970, vemos que el sistema no es capaz de ofrecer trabajo a las grandes mayorías. Por eso se ven obligadas a insertarse en la economía informal.
Debe decirse que los fondos del PAN provienen del gobierno federal como paliativo a la pobreza creada por el capitalismo colonial, para comprar la lealtad de la masa de desempleados que crea el sistema. Y que ASUME proviene de los padres que no tienen custodia de sus hijos para su manutención. Y que si subsidiar los servicios a los pobres está mal, peor es subsidiarle a empresas multimillonarias, como se hace, servicios e impuestos que implican millones en pérdidas para el país. Éstos son los verdaderos mantenidos por el trabajo de los asalariados puertorriqueños.
No es coincidencia que estas campañas contra los pobres vengan junto a la que se desató contra los empleados públicos. La agenda neoliberal afecta por igual a los trabajadores y a los desempleados; la intención de los dominantes es enemistar a un sector con otro, pues saben que de aliarse pondrán al sistema de rodillas.