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BREL1| Publicado el 8 abril 2019
Una avalancha de noticias nos ha sorprendido esta semana en torno al Departamento de Educación. La renuncia de la Secretaria Julia Keleher, el nombramiento de Eleuterio Álamo como secretario interino, las pugnas internas del PNP para decidir que facción controlará el DE, las investigaciones del FBI de las cuentas bancarias de Keleher, la solicitud de videos de seguridad de su edificio y hasta la entrevista a su mucama, colman los titulares de los medios noticiosos en apenas 4 días. Las comunidades escolares están de júbilo, a pesar que Álamo prometió continuar con todos los proyectos, programas y objetivos de Keleher. La salida de esta representa un alivio, cuando menos simbólico, de las agonías y penas que han sufrido las escuelas todos estos años.
La olla de cucarachas que está destapando el gobierno federal no es algo nuevo para el magisterio. Por años hemos visto como la corrupción y la mala administración del sistema educativo tiene efectos nocivos contra la calidad de la educación a la vez que enriquece a un puñado de políticos y empresas privadas. Es hora que reconozcamos la verdadera causa de la crisis educativa que es la intensificación de la dependencia de los fondos federales que fuerza sobre nosotros la privatización de la educación.
Los fondos federales no representan ni la mitad de nuestro presupuesto educativo pero empujan y halan como si lo fueran. Para el año en curso, de los 3,500 millones de dólares del presupuesto del Departamento de Educación, 916 provienen de fondos federales. El presupuesto consolidado del ELA señala que la agencia estatal recibe fondos federales de Título I bajo los programas de «Grants to Local Educational Agencies», «Special Education Grants to States», «Twenty-First Century Community Learning Centers», «National School Lunch Program», «Summer Food Service Program for Children», «Vocational Education Basic Grants to States» y «Federal Pell Grant Program». Los fondos federales en el Departamento de Educación representan un 26% del total. Esta cifra es mucho mayor en áreas como alimentación a estudiantes 68%, y educación de adultos 72%. Las escuelas de la comunidad y los fondos destinados a estudiantes con impedimentos representan un 36% y un 28% respectivamente.
No cabe la menor duda que estos fondos representan una porción significativa del presupuesto del Departamento, pero la política del propio gobierno federal establece que las partidas existen para complementar, no para sustituir la financiación de los estados y territorios coloniales como Puerto Rico. En segundo lugar muchas de estas partidas vienen acompañadas de provisiones que controlan la política pública de la agencia en asuntos que van desde el reclutamiento de jóvenes para las fuerzas armadas, la educación sexual y la prevención del embarazo en adolescentes, el manejo de las drogas y armas en las escuelas etc. Por otra parte, algunos de estos fondos vienen condicionados a que el gobierno adelante una porción que luego se reembolsa o que el gobierno paree los fondos, medidas que reducen la liquidez real del gobierno en el resto de las fuentes de financiamiento.
En términos educativos la peor consecuencia que traen los fondos federales es que han creado la política pública fracasada de la última década. La visión mercantil de la educación que redunda en la privatización, los cambios en currículo y énfasis de contenidos, la llamada rendición de cuentas, el aumento en las labores administrativas de las maestras, los programas y embelecos incomprensibles que se inician cada año, todas han tenido su raíz en la creciente dependencia de los fondos federales.
La creciente corrupción en el Departamento de Educación es uno de los peores síntomas de la federalización. La purruchá de billetes que llega del gobierno federal viene acompañada de una retahíla de corruptos, mercenarios de la educación, y oportunistas. No estamos hablando de un análisis de corte moral de las personas implicadas en actos de corrupción, hay que entender que asi funciona el gobierno federal. Los requerimientos hechos a la medida, las solicitudes de requisiciones pro-forma, los pagos debajo de la mesa forman parte del entramado político que se cuajan desde Washington. Esa cultura mafiosa que está detrás del gobierno es la que produjo la ideología neoliberal que hoy nos empuja la privatización del sistema educativo.
Hay quién ha comparado tales fondos como una adición que cada día controla más nuestro sistema educativo de la cual se nos hace sumamente difícil desprendernos. La cantidad y los programas que atienden los fondos federales son de suma importancia y permiten en ocasiones garantizar una mayor equidad educativa. Programas como los comedores escolares, la educación de adultos y la educación especial tienen un valor inmensurable para la sociedad puertorriqueña. No se trata de eliminar tales programas sino de establecer prioridades y escoger adecuadamente que fondos son realmente necesarios, de cuales podemos prescindir de inmediato y que medidas podemos tomar a corto y mediano plazo para lograr la verdadera independencia educativa. Solo descolonizando nuestra educación pública la podremos convertir en el sistema que tiene el potencial de ser.