Pobreza y desigualdad van de la mano

| Publicado el 8 octubre 2019

Raúl M. Báez Sánchez

Editorial Bandera Roja

En las pasadas semanas se discutió en diferentes medios tradicionales y corporativos del país los números “más recientes” sobre la pobreza en Puerto Rico. Tanto la prensa escrita como los llamados comentaristas de la radio, partieron de la perspectiva de que  la reducción de la cantidad de “personas pobres” es producto principalmente de la emigración después del huracán María.

Un rotativo corporativo de gran difusión en el país reportaba que había menos pobres en Puerto Rico. Bajo el título de “Se reduce la población pobre en la isla”, reportaba que en “los estimados más recientes del Negociado del Censo” se registró una disminución de 1.3% en la tasa de pobreza. Según estos números este índice bajó de 44.4 % en el 2017 a 43.1% en el 2018. ¿Pero desde dónde se comienza a contar para establecer la línea que determina el nivel de pobreza? Según el mismo artículo en el 2018 se consideraba pobre a un(x) individux con ingresos menores a los $12,140 anuales, mientras que para que una familia de cuatro personas sea considerada pobre debe tener ingresos anuales menores a los $25,100. Pero todxs sabemos que generalmente los criterios que se utilizan para establecer ciertos indicadores en el capitalismo no necesariamente se corresponden con la realidad material que vive la mayoría de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Recordemos que pocos meses después del paso de María, se estimaba que en Puerto Rico más del 60% de la población vivía bajo el nivel de pobreza. Esto es una dura realidad que difícilmente puede haber cambiado en poco más de dos años.

No cabe duda de que la mayoría de la población de nuestra isla nación es pobre, por lo tanto, si aumenta la emigración por razones económicas no hay que ser matemático para saber que va a tener un efecto sobre gran parte de los indicadores, sobre todo en la tasa de pobreza y de desempleo. Si en realidad hubiera un interés en discutir sobre la dura realidad de precarización y empobrecimiento generalizado de nuestro pueblo se comenzaría por cuestionar en dónde se tira la línea y qué elementos se toman en cuenta para definir la pobreza. Pero claro, esto es una cuestión de concepción de mundo y perspectiva de clase.

El problema con estos indicadores es que solo miden la cantidad de personas o familias por debajo del nivel de pobreza. La línea que demarca el límite para establecer este (des)nivel solo considera al sector más empobrecido. Pero no nos dice nada de otras realidades relacionadas a la pobreza que deberían preocuparnos. Como por ejemplo, si la tendencia a la disminución en la tasa de pobreza implica algún cambio en la realidad económica y material de la mayoría de la población de la isla. O si la tasa de pobreza verdaderamente mide la cantidad de personas y familias pobres en Puerto Rico. Si miramos otras estadísticas, estas nos pueden acercar más a la situación de empobrecimiento generalizado que vive la clase trabajadora del país. Por ejemplo, en el mismo artículo citado arriba se reporta que para el primer trimestre de 2018 el 50% de la población recibía el PAN, para el cuarto trimestre este total había aumentado a 61.7%. Algo similar ocurrió con Mi Salud, que de 56.8% beneficiarios a principios de año se elevó a 66.5% al finalizar el mismo. Esto nos muestra un panorama más cercano a la realidad de precarización y empobrecimiento generalizado que padecemos la clase trabajadora y el pueblo pobre.

Sumémosle que Puerto Rico aparece entre las jurisdicciones con mayores índices de desigualdad en los Estados Unidos. Este es un aspecto importante porque nos dice entre cuantas manos se concentra la mayor parte de la riqueza. En nuestra isla cada vez un número más reducido de personas tiene ingresos más grandes y la mayoría de la población tiene que vivir con menos. Para el 2017-2018 el nivel alto representaba el 10% de la población total, durante el 2018-19 este sector se redujo al 6% de la población. Para los mismos años el llamado “nivel medio” era el 25% y se redujo a 17%, mientras que el sector más pobre creció de 65% a un 73%.

La narrativa de la prensa corporativa parte de la visión de mundo de la clase dominante.  Pero no es igual para quienes la pobreza es un problema de salubridad, de salud pública, de desvalorización de las áreas urbanas y la “cultura” y hasta un problema estético. Por eso, aunque la narrativa intenta identificar la baja en la tasa de pobreza con la emigración, el título del artículo no deja de sugerir otra connotación: “Se reduce la población pobre en la isla”, como si eso fuera posible bajo la colonia capitalista. Por ningún lado aparece la explotación, las opresiones y la lucha de clases.

Finalmente, que el número de la tasa de pobreza se reduzca no quiere decir que haya menos pobreza, tampoco que hay un repunte económico y mucho menos que se estén creando más y mejores empleos. Todxs sabemos que en una sociedad dividida en clases y organizada para la acumulación de riquezas, la pobreza es una realidad casi inmutable. Algunas veces más, otras veces menos, lo que cambia es el tamaño de las migajas que nos dejan caer desde arriba. O que, como es la mayoría de los casos, le arrancamos con rabia alegremente liberadora. Pero la situación es básicamente la misma; los de arriba mandan y acumulan las riquezas, mientras lxs de abajo trabajamos y producimos las mismas. Por lo tanto lo que nos debe interesar a lxs que luchamos contra este sistema es donde tiramos la raya para determinar el nivel de pobreza de nuestra gente. Porque esos somos lxs condenadxs de la tierra, lxs que no tenemos nada que perder más que las cadenas.