| Publicado el 15 septiembre 2019
Si algo hemos aprendido como pueblo luego de sacar a Ricardo Rosselló de la gobernación, es el poder de lograr cambios importantes a través de la lucha. Cuando nos tiramos a las calles en Julio a luchar por nuestros derechos, en protesta perseverante y en armonía con todos los métodos de lucha, logramos destituir a un gobernador.
A finales de agosto ese mismo impulso perseverante sirvió de modelo a las trabajadoras y trabajadores de la empresa Cadillac Uniform and Supply en Bayamón, para retar la actual Reforma Laboral. Tras ocho días de una intensa huelga y enfrentar a la guardia privada de Capitol Security, la policía y los tribunales, las trabajadoras y trabajadores pusieron en jaque al patrono. Lograron un convenio colectivo que los liberó de la esclavitud del salario mínimo de $7.25.
El reclamo más contundente de las compañeras de Cadillac fue el salario justo, además de exigir respeto a las escalas de antigüedad, plan médico, seguridad y protecciones de salud en el espacio de trabajo. No es casualidad que el dueño de la empresa Michael Shulevitz fuera unos de los cabilderos que ha presionado al gobierno colonial para impedir un aumento en el salario mínimo. Sin embargo, las compañeras se mantuvieron firmes sobre estos derechos básicos y enfrentaron el afán de lucro de una clase capitalista corrupta y enferma de una avaricia sin límites.
Esta victoria de un grupo de trabajadores de la zona industrial de Bayamón contra un patrono particular debe ser considerada por toda la clase trabajadora del país, en especial por aquellos sectores que sufrimos el salario mínimo, la Reforma Laboral y el abuso de la clase empresarial. Si bien, la inmensa mayoría de nosotros y nosotras ya no trabajamos en empresas con grandes plantillas de empleados donde el sindicalismo ha sido posible, las y los trabajadores precarizados- especialmente del sector de los servicios y el comercio- podemos transformar nuestros reclamos económicos en políticos sí luchamos como clase en su conjunto. Eso quiere decir que podemos desarrollar una campaña nacional por la derogación de la Reforma Laboral y el aumento del salario mínimo a $15 la hora.
Los métodos de lucha después de julio ya no nos son extraños. En la pasada lucha, le creamos al gobierno de los ricos un permanente estado de ingobernabilidad. Manifestaciones diarias desembocaban en manifestaciones nocturnas que cobraban, con la oscuridad de la noche, un tono eminentemente combativo. Al paralizar el país, desestabilizamos a la clase gobernante hasta el punto de tener que ella misma pedirle la renuncia al primer ejecutivo. Eso lo hicimos en julio y lo podemos hacer ahora en un contexto de lucha de clases mucho más abierta que la anterior.
La manera de organizarnos puede trascender nuestra tradición sindical. Debe seguir ritmos orgánicos y tomar la forma de Grupos de Afinidad entre amigos, conocidos, familiares- pero en especial- compañeras y compañeros de trabajo. El objetivo de estos grupos es la solidaridad y resistencia en el lugar de trabajo para accionarla en lucha política en las calles. Trazándonos este objetivo no solo recreamos una gran presión e inestabilidad en nuestros patronos y gobierno, sino que reforzamos nuestros métodos de lucha hasta que cedan a nuestros reclamos.
Este es nuestro momento. El Gobierno de Puerto Rico se encuentra golpeado y debilitado no solo por la derrota de Rosselló, sino por la propia agenda neoliberal de la Junta de Control Fiscal y los sucesivos gobiernos PNP- PPD. A su vez, la gobernadora Wanda Vázquez está envuelta en escandalosos esquemas de corrupción mientras tiene serias dificultades para restablecer la confianza y claridad en las instituciones a su cargo.
Es momento de tomar la ofensiva con mente abierta. Es hora de articular reclamos con otros sectores y crear lazos solidarios que nos brinden fuerza en las calles. Mantengamos en perspectiva, que de lo que va del 2019 hemos sacado a dos gobernadores, ganado una huelga y logrado un avance en la lucha feminista por establecer un Estado de Emergencia Contra la Violencia de Género. Recordemos que la Reforma Laboral y el Salario Mínimo afectan directamente a las mujeres por ser esencialmente la fuerza laboral más grande que tiene el país. Debemos unirnos igualmente para caducar a la Junta, el gobierno de los ricos, así como a toda esa violencia institucional que se nos manifiesta a diario en feminicidios, políticas de austeridad, privatización y saqueo de nuestros recursos.
La lucha contra la Reforma Laboral y el Salario Mínimo de $7.25 es de todo el pueblo pobre y trabajador. Así que la bola esta en nuestra cancha. Es momento de formar círculos de discusión y articular solidaridad y resistencia con nuestras compañeras y compañeros en el trabajo. Busquemos organizar nuestros grupos de afinidad y preparémonos para volver a las calles.
Sugerimos para la discusión entre compañeras y compañeros empezar por este artículo, así como estos otros:
Piensa que las Asambleas de Pueblo pueden servir como aparato organizativo para tal campaña? Tienen una fuerte composición social proletaria.