Por
BREL1| Publicado el 4 mayo 2017
Las personas que rompieron y pintaron propiedad del Banco Popular le causaron perdidas económicas mínimas e insignificantes a esa organización billonaria. Pero el aparato estatal los cataloga de «criminales» y pide que todo el peso de la ley caiga contra ellos. Sus actos se consideran violencia, y lo son, pero se trata de una violencia miles de veces menor que la que el Estado y los grandes intereses ejercen contra el pueblo trabajador.
La Junta y los que se allanan a ella, buscan eximir a los responsables de la crisis, a los que han administrado el país y las industrias, de tener que pagar el costo de la bancarrota del país. Su violencia estriba en pasar todo el sacrificio social a los más pobres, recortandole salarios, beneficios, pensiones, y servicios sociales de todo tipo. Los que han levantado el país con su trabajo deben sufrir pobreza y carestía para garantizar que los millonarios continúen viviendo en la opulencia.
Muchos dirán que violencia es violencia y siempre está mal. Pero en una sociedad con gran desigualdad social debemos distinguir entre la violencia del opresor y la violencia del oprimido. Distinguir formas de violencia no es una idea nueva ni descabellada. Hasta las sociedades más conservadoras justifican la defensa propia y las guerras como formas aceptables de violencia.
Los actos de aquellas personas que destruyeron propiedad privada se deben entender como la indignación de jóvenes a quienes les roban su futuro, como el fruto de la frustración de aquellos a quienes la democracia les ha ignorado sistemáticamente. Son actos similares al esclavo que rompe sus cadenas. Sí, son actos legítimos aunque sean ilegales. Acaso no es ese el espíritu de la desobediencia civil? Pacífica o no, la desobediencia civil antepone lo justo a la ley.
Por eso debemos todos exigir que se retiren los cargos criminales contra todos los acusados del primero de mayo. No veo bien que algunos sindicalistas y miembros de organizaciones que participaron se distancien de los acusados. Todos debemos organizar la defensa de nuestros compañeros y compañeras. En Vieques algunos se entregaron pacíficamente y otros arrancamos verjas, pero todos formamos parte de un mismo movimiento solidario. La solidaridad debe prevalecer a pesar de las diferencias estratégicas.