| Publicado el 16 septiembre 2016
El reciente nombramiento de la Junta de Control Fiscal, mandatada por la ley federal PROMESA, cambia en gran medida la dinámica de este año electoral. Este nuevo organismo viene a gobernar por decreto, por encima de cualquier funcionario electo, y con total inmunidad, con la clara intención de asegurarle a los bonistas el pago completo de la odiosa deuda, sacado de los bolsillos del pueblo. En este nuevo escenario, el gobierno del ELA se vuelve hasta cierto punto académico: las decisiones reales las tomarán los siete nombrados por el presidente de los EE.UU.
Por lo tanto, el proceso electoral no será esta vez una decisión colectiva de quién administrará la colonia por los próximos cuatro años. Se convierte más bien en un sondeo sobre cuáles son las posturas que gozan de mayor apoyo en el país. Sin embargo, ante este cuadro existe una alternativa que implica una impugnación y un voto de censura a la Junta y a las medidas antiobreras y neoliberales que viene a implantar.
En estos comicios debemos asumir una postura de apoyo crítico al PIP y al PPT; es decir, hacemos un llamado a votar por las candidaturas de ambos. Ésta es, en la presente coyuntura, la mejor manera de adelantar los intereses de la clase obrera y la lucha por la independencia y el socialismo, pues ambos representan el Programa Mínimo Común de Lucha que debemos impulsar para la consecución de los objetivos actuales del movimiento en un sentido amplio.
La coyuntura actual
Para definir cuál es este Programa Común de Lucha, hace falta reconocer las particularidades la situación actual del país, de modo que podamos determinar las necesidades del movimiento obrero, independentista, socialista y popular en esta etapa. En primer lugar, lo más obvio es la crisis fiscal que enfrenta el ELA. La deuda pública se ha convertido en la justificación de las medidas antiobreras cada vez más opresivas que aprueba el gobierno. Ello además plantea un agudizamiento de la contradicción colonial: de una dinámica en que los bonistas y las casas acreditadoras le dictaban directamente al gobierno las políticas a aprobarse – al pie de la letra y con plazo de tiempo – pasamos ahora a una Junta de Control Fiscal, nombrada por el gobierno federal, que da al traste con la fachada de autogobierno que tiene el país.
Esta doble profundización de la contradicción de clases y la colonial contrasta con la debilidad generalizada de la izquierda y el movimiento obrero. No existe un solo sindicato con capacidad de enfrentar al gobierno efectivamente en este combate, como tampoco existe una organización política capaz de convocar a las masas a la lucha.
Pasemos revista rápidamente del sindicalismo en nuestro país. La FMPR, que fue por años la unión más numerosa y militante, hoy se encuentra diezmada, bajo ataque continuo, y con muchos de sus mejores recursos desmoralizados, dispersos o reconstruyendo la unión desde su base; a ello se suma la reciente victoria de la patronal Asociación de Maestros como representante exclusivo del magisterio. La UTIER, la UIA, y otros sindicatos con tradición de lucha están fuertes numérica o financieramente, pero incapacitados políticamente tras largos años de negarse a preparar a sus matrículas para la confrontación real con el patrono. Por su parte, las uniones chupacuotas renunciaron a luchar hace tiempo (lo más militante que hacen es la ocasional conferencia de prensa, ¡a veces hasta junto a miembros del gobierno!), y sus matrículas están postradas y resignadas a pagarles por unos “servicios” cada vez más exiguos. Y la mayor parte de la clase obrera ni siquiera está organizada sindicalmente.
En la izquierda política, el cuadro no es más halagüeño. Nuestra organización, la última abiertamente socialista con presencia nacional, está debilitada en comparación a años anteriores. Nuestros recursos al momento sólo pueden atender efectivamente el trabajo en unos frentes específicos en que estamos insertados, como el magisterio, la UPR, o las luchas ambientales. El PPT está enfocado en el proceso electoral, al igual que el PIP, pero a pesar de unirse a las convocatorias amplias que surgen esporádicamente ninguno de los dos se caracteriza por luchar en la calle. El MINH y otros sectores procedentes del PSP, tras décadas de defender al PPD hasta apoyarlo abiertamente en las elecciones pasadas, no constituyen una alternativa de lucha, aun cuando hoy no se atrevan a melonear públicamente. Y las restantes organizaciones de la izquierda prefieren limitarse a hacer trabajo de base en los espacios donde tienen alguna presencia.
En el ruedo electoral, luego de una gobernación PPD antiobrera y antipática, es de esperarse un apoyo abrumador al PNP en un voto de castigo. El último clavo del ataúd del PPD en estas elecciones lo constituyen los casos de corrupción alrededor de la figura del recaudador Anaudi Hernández, que parecen implicar al partido de arriba a abajo. La posibilidad de que el próximo gobernador sea Ricky Rosselló se vuelve casi una certeza. Por otra parte, ni los partidos minoritarios ni los candidatos independientes tienen la capacidad de enfrentarse exitosamente a las maquinarias del PNP y el PPD.
Esto bien puede implicar – dicho sea de paso – que, aunque el MINH haya renegado del melonismo en su Asamblea, los sectores a los que representa se verán tentados fuertemente a apoyar al PPD. Ya hemos visto el inicio de esta tendencia en la mal llamada Asamblea de Pueblo, que fuera más bien un mitin de Carmen Yulín y el Partido Demócrata, y en la Concertación Puertorriqueña contra la Junta de Control Fiscal. En los debates de las redes sociales, además, se lee a los portavoces de este sector haciendo llamados a la unidad con el sector supuestamente soberanista del PPD. Lo cierto es que al melón con años de práctica, y más aún al que tiene guisos que defender, se le hará sumamente difícil allanarse a la decisión del MIHN, que no representa a todo el espectro del melonismo ni del viejo PSP, y que a fin de cuentas fue una postura impulsada por el sector menos susceptible a votar PPD: la Juventud Hostosiana.
A ello habrá que sumar la imposición de la Junta de Control Fiscal federal. La ofensiva patronal continuará independientemente del resultado del proceso electoral, bajo el mando de este nuevo organismo colonial. A la larga, nos espera una andanada de nuevas medidas neoliberales que debemos prepararnos para seguir combatiendo una vez pasen los comicios.
¿Cuáles son los objetivos del movimiento en esta etapa?
Ante este cuadro, se hace imperativo identificar los objetivos de la lucha en esta coyuntura, y la mejor manera de alcanzarlos. Del análisis que esbozamos aquí (doble profundización de la contradicción de clases y la colonial, encarnada en PROMESA, y debilidad relativa de la izquierda y el movimiento obrero) derivamos los siguientes.
Primer objetivo: desarrollar una alianza amplia contra la ofensiva patronal y el neoliberalismo
Si sólo la lucha puede detener lo que viene, y si reconocemos que ninguna organización política o sindical está en capacidad de enfrascarse en ella, sólo la unión de las instancias organizadas que aún quedan (con sus virtudes y defectos) puede producir una resistencia efectiva. En nuestro pasado Congreso, nuestra Organización aprobó el profundizar las relaciones con el resto de la izquierda, y la preparación de un Programa Mínimo Común de Lucha que pueda aglutinar todas las voluntades en ese esfuerzo. Este Programa Mínimo se puede resumir en los siguientes puntos:
Sobra decir que tanto el PIP como el PPT, con diferencias de matiz, son ya propulsores de este Programa Mínimo. El PIP, con María de Lourdes Santiago a la cabeza, ha impulsado precisamente estos puntos desde la tribuna del Senado, en los medios de comunicación, y en otros foros. En contraposición clara con los partidos principales, lleva décadas planteando eliminar el IVU, poner impuestos a las empresas foráneas, detener los pagos de la deuda y auditarla. Además, su oposición a la Junta está fuera de duda.
El PPT ha sido igual de consecuente: desde su fundación y en diferentes espacios, ha hecho los mismos planteamientos que el PIP sobre estos asuntos. Además, uno de sus lemas de campaña es “A luchar en las calles y en las urnas”, y ha participado militantemente de múltiples actividades a tono con esto, como la importante protesta que logró detener la First PROMESA Conference que la Cámara de Comercio intentó celebrar en el hotel Condado Plaza el pasado 31 de agosto.
Un apoyo crítico al PIP y al PPT, en la medida en que encarnan el Programa Mínimo Común, impulsaría el desarrollo de la alianza anti-neoliberal entre estos dos partidos, por un lado, y los sectores de la izquierda fuera de éstos, por el otro. Ambos partidos quieren nuestro apoyo en las urnas, y nosotros queremos su apoyo en la calle. Nos parece un intercambio aceptable: yo voto por ti si tú luchas conmigo. Ya su presencia en las diferentes luchas del país es significativa; un apoyo crítico también les enviará un mensaje a estos partidos de que cuando vuelcan sus esfuerzos a la lucha concreta en la calle, podemos caminar juntos. Y ese caminar debe dar resultados palpables: que la resistencia en la calle crezca y se profundice, y que el apoyo electoral a los que la representan aumente. Esto puede ser uno de los cimientos sobre los que se vaya construyendo la necesaria unidad en la acción.
Más aún, si el Programa Mínimo Común de Lucha – encarnado en el ruedo electoral por el PIP y el PPT – se convierte en el plato fuerte del debate nacional, tras el mismo podrán unirse también los diversos sectores de la izquierda, los sindicatos, el movimiento estudiantil, el ambiental, etcétera, y será más difícil para los melones legitimarse políticamente en esta ocasión. Hablar el mismo idioma e impulsar la misma agenda de una manera coordinada entre los diversos sectores es un paso adelante en la formación de la alianza amplia a la que debemos aspirar.
Segundo objetivo: fortalecer los instrumentos de lucha de la clase obrera, y crear otros nuevos
En ese sentido, continuar el trabajo en el magisterio, la Universidad y otros espacios es fundamental. Pero también lo es el de devolverle a la UTIER, la UIA, la HEEND y otras el ímpetu de lucha que han ido perdiendo. Implica tomar medidas concretas para abrir paso a los sectores militantes en otros sindicatos cuyos lideratos están entregados al patrono. Y también es necesario abonar al surgimiento y fortalecimiento de otros espacios organizativos sindicales, comunitarios, ambientales, estudiantiles, y de la izquierda.
Concretamente, esto implica la necesidad de tres cosas: 1) empujar a los organismos de lucha existentes a posiciones de lucha militante en los asuntos que le competen directamente, y de cara a la situación nacional; 2) constituir organismos coordinadores en toda la isla para llevar la lucha adelante, como de hecho ya está sucediendo en Arecibo, el oeste, la zona del Toa, y el sureste, por mencionar algunos; y 3) crear nuevos espacios de lucha, como el Campamento Contra la Junta frente al Edificio Federal, o la jornada Se Acabaron las Promesas. En todas estas instancias, la presencia de organizaciones como el MST y otros sectores de compromiso abiertamente socialista e independentista es importante, pero también la de aquellos sectores, como el PIP y el PPT, que representan un espectro más amplio de la sociedad puertorriqueña, pero que coinciden con la agenda de lucha y la disposición de salir a la calle a llevarla a cabo.
Por otro lado, la alianza que se logre en esta etapa para impulsar el Programa Mínimo (sea un frente amplio formalmente constituido o no) puede crear un ambiente propicio para profundizar el trabajo de organización, agitación y movilización necesario, poniendo las condiciones objetivas – los recursos de las diversos grupos dirigidos a una campaña común que fortalezca además el trabajo del otro – y subjetivas – una actitud generalizada de colaboración, apoyo crítico, y lucha conjunta en la calle –, que abra las puertas al debate respetuoso y el trabajo continuo en espacios amplios, como los sindicatos y el movimiento estudiantil.
Encauzando un apoyo crítico al PIP y al PPT
El nuestro no es un llamado a esconder las críticas que se le puedan tener a ambas colectividades. El PIP es una institución con un historial harto conocido de autoritarismo y falta de democracia interna. Además, por años su trabajo ha estado menos centrado en concientizar y movilizar para la independencia, y más dirigido a mantener el fondo electoral, las dietas y demás beneficios, como cualquiera de los politiqueros leguleyos que cada cuatro años se pelean por repartirse el botín que viene de la mano con administrar la colonia. El PPT por su parte adolece aún de los mismos problemas que se le criticaron en la elección pasada: esconde o minimiza la cuestión colonial, que está en la raíz de los males que pretende denunciar, en una dudosa apuesta por alcanzar el apoyo popular; y en muchas instancias ha dejado de lado la lucha concreta en la calle por participar de lleno en el juego electoral, dedicando los esfuerzos de sus militantes al recogido de endosos y, una vez obtenidos éstos, al figureo mediático.
Es por esto que planteamos un apoyo crítico. Con ello queremos decir que endosamos los puntos de sus programas que compartimos y nos parecen centrales en esta coyuntura – resumidos en el Programa Mínimo Común – y por tanto sus candidaturas, aun cuando muchos de los señalamientos que se les hacen sean válidos. A pesar de éstos, nuestro llamado es a votar por el Programa Mínimo Común de Lucha, lo que en este momento equivale a votar por el PIP y el PPT. Más aún, en tiempos en que el gobierno federal nos pone en sindicatura, un aumento significativo en el apoyo a estos dos partidos le enviará un mensaje claro, a Washington y al país, de que existe un sector que apuesta todavía a la lucha, y que resistirá las medidas neoliberales que pretenden aplicar a través de la Junta de Control Fiscal para beneficio de los bonistas.
El resultado de estas elecciones tendrá un significado distinto al de pasados comicios. En esta ocasión, será posible leer el apoyo o rechazo de la gente a aquello que nos pretenden imponer en el apoyo o rechazo que obtengan los diferentes candidatos. En estas elecciones, aún más que antes, un voto por el PPD o por el PNP equivale a votar a favor de la colaboración con la Junta de Control Fiscal, y por la profundización de las medidas neoliberales que por décadas ambos partidos han venido impulsando, y que la Junta implantará sin tapujos. Los candidatos independientes Lúgaro y Cidre, si bien dan la impresión de traer nuevas ideas y romper con el bipartidismo, en realidad son un par de empresarios millonarios y antiobreros, que pretenden correr la ola del descontento en el país apelando al sentido común colonizado y burgués que predomina en la opinión pública y, por tanto, resultando en alternativas iguales o peores a los grandes partidos, que al igual que ellos no tienen problema con PROMESA. La abstención, por otro lado, es un voto por la apatía, implicando erróneamente que ninguno de los candidatos representa un programa que plantee combatir la ofensiva del neoliberalismo en nuestro país.
Por el contrario, un voto por el PIP o por el PPT en estas elecciones es un voto por el Programa Mínimo Común de Lucha esbozado más arriba. Cada voto emitido por las candidaturas de cualquiera de estos dos partidos debemos leerlo como una persona identificada con la ruptura con los grandes partidos, a favor de abolir el IVU y otros impuestos que más afectan a los pobres y los trabajadores, partidaria de que la crisis la paguen los ricos, que se detengan los pagos de la deuda y se dé prioridad a los servicios al pueblo, y opuesta inequívocamente a la Junta. Así lo leerán los enemigos del pueblo. Enviemos entonces un mensaje claro y contundente, tanto a los poderosos como al resto del país, de que la lucha sigue y es hasta la victoria. Construyamos la unidad y organización necesarias para vencer.