| Publicado el 6 octubre 2012
El pasado martes, 2 de octubre, las maestras, maestros y demás empleados del tercer mayor sistema de educación pública de los Estados Unidos ratificaron el convenio acordado por los delegados de la unión con la ciudad de Chicago, luego de la intensa huelga que duró desde el 10 hasta el 18 del pasado mes de septiembre. La votación, en la cual participaron casi 21,000 de los más de 30,000 miembros del Chicago Teachers’ Union (CTU), fue de 79% a favor del convenio, que ha sido celebrado con bombos y platillos como una gran victoria por el liderato sindical. No obstante, una evaluación cuidadosa del contrato revela que este no solamente no representa un avance de la posición de las y los maestros con respecto al patrono, sino que en muchos puntos medulares representa un retroceso significativo.
El punto más crítico es la absoluta falta de mención de los cierres de escuelas, bajo el argumento de que no es un tema de negociación reconocido por la ley estatal (pero esto para nada impide que un sindicato militante lo convierta en el asunto central, cuando siempre lo ha sido para las maestras, maestros y comunidad). La administración del alcalde Demócrata y ex-jefe de Despacho de Obama, Rahm Emanuel, es la líder en el país en la promoción de escuelas “charter”, en alianza con poderosas organizaciones “sin fines de lucro” y grupos de “padres” financiados por inversionistas de Wall Street, con interés en el negocio de las escuelas privatizadas, y quienes tienen injerencia directa en el gobierno municipal. La abrumadora mayoría de las escuelas que cierran “re-abren” como escuelas charter, las cuales no tienen obligación legal alguna de contratar a las maestras y maestros desplazados, por lo cual las “listas” que establece el convenio para ese propósito no tienen significado alguno. Además, el convenio reduce el periodo de las listas de diez a cinco meses y solo le impone la “obligación” al patrono (siempre que la nueva escuela no sea charter) de re-contratar al 50% de las maestras y maestros desplazados, y entonces solamente a aquellas y aquellos cuyo desempeño sea evaluado como “excelente” o “superior” mediante un nefasto criterio.
El liderato del CTU reclama como victoria el que según el convenio, “tan solo” el 30% de las evaluaciones estarán basadas en pruebas estandarizadas, porque alegadamente la ley estatal lo requiere. Pero dicha ley (Illinois Performance Evaluation Reform Act de 2010) no dice nada sobre porcentajes específicos, y el convenio estipula que si el contrato se extiende a un cuarto año, el porcentaje será de 35%. El nuevo convenio también elimina el “seniority” en los despidos, reemplazándolo con los criterios de evaluación antes mencionados. En cuanto al tamaño de las clases, la política actual del patrono establece 31 estudiantes por salón, muy por encima de las escuelas privadas del área y de lo pedagógicamente adecuado, pero en la práctica existen salones con más de 40 estudiantes. En lugar de estipular límites razonables y mecanismos para implementarlos, el liderato se conformó en el convenio con un aumento insignificante de fondos a un comité que se supone que evalúe el asunto, sin poderes para hacer nada. Finalmente, en cuanto al tema salarial, si bien el convenio no adopta las evaluaciones de “mérito” como criterio para aumentos (un punto del cual el liderato ha alardeado mucho), el porcentaje acordado se redujo del 16% ofrecido anteriormente por el patrono a un 7% – por debajo de la tasa actual de inflación, lo que significa que en lugar de aumento se trata de un recorte salarial.
¿Por qué, entonces, solo el 21% de las maestras y maestros presentes en la Asamblea de ratificación se opusieron a un acuerdo tan nefasto, después de ocho días de huelga masiva y militante? Parece ser que las tergiversaciones y manipulaciones de la presidenta Karen Lewis y un sector de los delegados del CTU, así como sus argumentos legalistas de que “se hizo todo lo que se pudo”, lograron aplacar parte del descontento. La indisposición a luchar por parte de estos líderes – quienes fueron electas y electos sobre una plataforma de lucha y militancia, el Caucus of Rank-and-File Educators (CORE) – sin duda también tiene un efecto desmoralizador sobre la matrícula, quienes no cuentan en estos momentos con la preparación, organización y formación política para pasarles por encima. La realidad es que en el momento en que los delegados “aprobaron” levantar la huelga (mediante una votación a viva voz plagada de irregularidades), se contaba con la fuerza y el apoyo como para seguir, sin embargo Lewis y otros líderes desde el comienzo habían decretado la huelga con las muelas de atrás, arrastrados por la voluntad de la matrícula (que inicialmente había aprobado la huelga en un 98.4%, en una votación en la que participó el 90%).
La huelga magisterial de Chicago del 2012 sin lugar a dudas queda en la historia como una manifestación contundente y masiva de esa voluntad y determinación de un sector de la clase trabajadora estadounidense para enfrentar la ofensiva privatizadora de los ricos y capitalistas. Esto quedó demostrado el 15 de septiembre, cuando el liderato daba por sentado el fin de la huelga e intentó conseguir la aprobación de las y los delegados sin estos haber podido mirar siquiera el convenio. En ese momento, respondiendo a la presión de la base, las y los delegados ganaron tres días adicionales para la huelga, votándole en contra a las mociones de la presidenta. Desafortunadamente, la presión desde arriba y las maquinaciones parlamentarias terminaron venciendo. La huelga también contó con el apoyo y simpatía masiva de la comunidad (el 66% de los padres, según las encuestas), que entiende que los reclamos levantados no son meramente los salariales – que son justos y necesarios – sino que van al meollo de las necesidades de la clase pobre y trabajadora que no están siendo atendidas, y que de hecho están siendo cada vez más vilmente atacadas, por el sistema capitalista y sus políticos de turno, sean Republicanos o Demócratas (como Obama y Emanuel).
Hay algunos compañeros y compañeras de CORE que, aun expresando críticas al liderato, plantean que el mero hecho de que se haya dado la huelga es una victoria que abre el camino para luchas futuras. Esto sin duda es cierto; fue la primera huelga de maestros en Chicago en 25 años, durante un periodo de reflujo devastador para el movimiento obrero estadounidense. Además, en Puerto Rico sabemos por experiencia de la Federación de Maestros (FMPR) que la única lucha derrotada es la que no se da. Sin embargo, a diferencia del liderato de la CTU, la FMPR jamás entregó los reclamos principales de la Huelga Magisterial del 2008. Al sol de hoy, no existe ni una sola escuela charter en el Departamento de Educación de Puerto Rico, y la FMPR sigue siendo el referente de lucha clasista y consciente en Puerto Rico, a pesar de que su liderato ha sido despojado de licencias sindicales y despedido de sus puertos de trabajo, entre tantas otras medidas represivas por parte del patrono.
La claudicación y las concesiones por parte de la presidenta y liderato del CTU también le regalan tiempo y razones al patrono para adelantar dramáticamente su nefasta agenda privatizadora. Si la huelga sirve de experiencia de aprendizaje para luchas futuras, será porque la militancia aprenderá a desconfiar de las promesas de las y los burócratas, y a organizarse por sí misma. Karen Lewis y sus secuaces son un triste recuerdo de que, por más militante que se cante y aun viniendo de una trayectoria de lucha, nadie está exento de las tentaciones del burocratismo y el economicismo (como sucedió en la FMPR bajo Renán Soto y Serapio Laureano). Solamente la organización, formación y preparación consciente y consistente de las trabajadoras y trabajadores por sí mismos y para la lucha de clases puede lograr incluso los reclamos más básicos, en esta época de ofensiva abierta por parte del capital y sus políticos y gobiernos títeres.