| Publicado el 17 septiembre 2011
El capitalismo está en crisis, pero no se va a caer. Hay que derrumbarlo. Los eventos que se desarrollan en todo el mundo son muestra evidente de la incapacidad del sistema económico mundial de resolver los problemas fundamentales de la clase trabajadora internacional. Incluso, la hambruna, la miseria y el desastre ambiental que se vive en los países del tercer mundo son consecuencia directa de las condiciones de explotación que garantizan la acumulación de riquezas por parte de un puñado de ricos en la escala global. En países como el nuestro, donde la relación colonial con la potencia hegemónica garantizó durante muchos años un estandar de vida superior al del resto de hispanoamérica, vemos como nuestra calidad de vida empeora. El poder adquisitivo de la clase trabajadora se reduce y cada día se reduce la brecha económica entre los trabajadores y los “profesionales” como médicos, abogados e ingenieros; mientras, por el otro lado la brecha entre ricos y trabajadores se amplía.
Las huelga general en Grecia, los levantamientos populares en el oriente medio, las huelgas de maestros en centroamérica, y los motines callejeros en Londres tienen sus causas en el fracaso de las medidas neoliberales en cada país. Si bien existen diferencias de objetivos, estilos y enfoque, cada una de estas luchas responde a un descontento generalizado en las masas con las medidas de austeridad tomadas por los respectivos gobiernos en contra de los trabajadores, pero en donde los ricos, las corporaciones multinacionales, y las instituciones imperialistas tienen garantizadas sus ganancias. En Estados Unidos la situación cobra ribetes dramáticos y pronunciados: una bolsa de valores inestable y volatil, la degradación de la calidad de los bonos del gobierno norteamericano, y los debates interminables en torno al destino de la deuda pública reflejan las consecuencias del apetito voraz de lucro de los diversos sectores capitalistas norteamericanos. La vuelta al capitalismo salvaje está ya consumiendo la credibilidad del aparato federal que los proteje. Aún queda camino cuesta abajo para la crisis capitalista mundial pero esto no implica, necesariamente, la eventual caida y destronamiento del capitalismo como sistema político global.
Puerto Rico no es un eslabón más de la cadena de reproducción del capital. Nuestra relación con la principal y aun hegemónica potencia imperialista del mundo nos coloca en posición estratégica para facilitar el desarrollo de una respuesta con implicaciones globales. Puerto Rico juega hoy varios roles dentro del esquema imperialista norteamericano que son el consumo de bienes y la exportación a la metrópolis de mano de obra capacitada. Esa relación entre la clase obrera puertorriqueña y norteamericana facilita la socialización de experiencias de lucha. A modo de ejemplo, las conquistas de la huelga magisterial y la victoria del grupo de oposición en la FMPR representan para diversos sectores de trabajadores un ejemplo y un referente a seguir. Las huelgas estudiantiles universitarias se proyectaron con fuerza entre los sectores más militantes del socialismo y el movimiento estudiantil norteamericano.
Ahora, si algo ha demostrado las experiencias de Europa, Centroamérica y Oriente Medio es la necesidad de trascender las protestas por indignación, las huelgas mediáticas, y los campamentos para formar movimientos de masas con vocación de toma del poder. No se trata de copiar recetas, sino del desarrollo de un proceso de lucha intenso y prolongado, basado en la realidad local, que garantice el surgimiento de una fuerza social con capacidad de triunfo.