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BREL| Publicado el 11 diciembre 2006
El siguiente documento fue escrito durante la lucha contra la privatización del teatro en el año 2006. Durante ese periodo se dieron incidentes de violencia machista al interior de la izquierda universitaria y al cual un sector despachó como sucesos privados. Por tal razón este documento es una respuesta organizada para abonar al debate sobre las concepciones de género.
La violencia por razón de género está principalmente dirigida hacia las mujeres. Se manifiesta en todos los aspectos de la sociedad y en todas las clases sociales. Las repercusiones de dicho problema afectan no sólo a las mujeres sino a las personas que crecen en un ambiente violento: a los menores, a los vecinos, a la familia extendida, a la comunidad, etc. Así, la violencia se va conformando como una cadena que amarra la vida de las personas que la sufren y se ven expuestas a ella. Romper con esta cadena implica una ruptura con la mayor norma de control que se ejerce sobre las mujeres; implica una ruptura con la violencia que se ejerce hacia ellas basada en una ideología patriarcal que relega a las mujeres a un espacio de subordinación frente al hombre. Esta tarea es de vital importancia para las personas que aspiramos a la construcción de una nueva sociedad.
Gracias a las luchas libradas por sectores feministas, se ha logrado reconocer en muchos organismos oficiales que la violencia hacia las mujeres es una violación de derechos humanos. El día que marca este gran cambio se conoce como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, celebrado el 25 de noviembre, en honor a las hermanas Mirabal por su labor revolucionaria contra el dictador dominicano, Leonidas Trujillo. Así fue declarado en el primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe celebrado en Bogotá en 1981 y fue reconocido por las Naciones Unidas en 1999.
Las mujeres latinoamericanas, desde los años sesenta, ya se habían caracterizado por librar una lucha tenaz en contra de todas las manifestaciones de violencia que se ejercen contra las mujeres: desde el maltrato psicológico y físico hasta las agresiones sexuales, y desde la violencia de Estado, hasta los asesinatos. La violencia hacia las mujeres es un problema político que proviene del Patriarcado como una organización política, religiosa, económica y social que se sustenta en el predominio de los hombres sobre las mujeres. El capitalismo ha integrado la organización del patriarcado y la ha puesto a su servicio. Es por eso que hoy día la violencia hacia las mujeres está fuertemente ligada a la visión que se tiene de ellas como propiedad privada y objeto sexual. Luchar por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres rompe con las relaciones que promueve el capitalismo para fortalecerse. Luchando contra la opresión hacia la mujer luchamos por el socialismo. Ver a una persona -sea hombre o mujer- como una propiedad es permitir el funcionamiento de la lógica atroz del capitalismo; la opresión y la explotación de unos seres humanos por otros. Es por eso que la lucha por la liberación de las mujeres no será posible sin la lucha por el socialismo y la lucha por el socialismo no será posible sin la lucha por la liberación de las mujeres.
La violencia hacia las mujeres en Puerto Rico alcanza cifras alarmantes. De acuerdo a las estadísticas proporcionadas en la página web www.tendenciaspr.com, en Puerto Rico hay más de 21,000 incidentes de violencia doméstica al año (la tasa en el 2000 fue de 48 incidentes por cada 10,000 personas) y después del 2002, el número de incidentes ha aumentado. Cabe destacar que las estadísticas de violencia hacia las mujeres son sólo una guía para analizar el problema ya que muchos investigadores coinciden en que el número de casos siempre es mayor de lo que se reporta. No obstante, las estadísticas –aunque importantes- no son imprescindibles para darse cuenta que la violencia hacia las mujeres es un gran problema en la sociedad puertorriqueña, sobretodo la violencia que se da en el ámbito familiar. Esta realidad dificulta un análisis cabal del tema porque tiende a verse el hogar como un espacio privado y la familia como algo personal.
Entendemos que conceptualizar la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar como “violencia doméstica” es un profundo error por varias razones. Número uno porque dicho concepto se utiliza para invisibilizar que la violencia está dirigida, principalmente, hacia las mujeres, y número dos porque el concepto pretende aislar del plano público el problema de violencia hacia la mujer. Es como si importara más el lugar donde se comete el acto violento, que quién lo hace y por qué. Por lo mismo, términos como “violencia doméstica” y “violencia intrafamiliar” no atienden a cabalidad la problemática de las mujeres en una sociedad que las oprime. No obstante, las pasadas no son las únicas razónes para oponerse a términos como “violencia doméstica”, pues la violencia es una de las manifestaciones humanas más salvajes que existen. Doméstico implica domesticidad, que algo o alguien está domado, sometido. Los animales que tenemos en nuestros hogares son animales domésticos; seres sometidos que perdieron su capacidad de fiera. Es decir: son incapaces de cometer daño. Esto es totalmente distinto a la violencia salvaje a la que oportunistamente se le llama “violencia doméstica”. ¿Qué de doméstico -de dócil- tienen los asesinatos, las violaciones sexuales, los golpes que son cometidos contra miles y miles de mujeres a diario en nuestro país?
Se podría argumentar que doméstico implica que ocurren en el hogar y que por eso se le llama “violencia doméstica”. No obstante, al llamarle de este modo la estamos categorizando como un asunto privado y personal. El capitalismo eleva como derecho supremo la propiedad privada y el hogar se concibe como un espacio privado, donde nada ni nadie que no pertenezca a ese hogar tiene derecho a entrar y violentar esa “propiedad privada” o esas “relaciones privadas” que se suscitan en el mismo. Se restringe entonces a los involucrados en la situación violenta, la acción de tomar parte y resolver la misma. De manera que queda eliminada la posibilidad de que personas o entidades externas al hogar puedan entrar a contribuir para resolver un problema que es, a todas luces, un problema social. ¿Les suena la frase de que los trapos sucios se lavan en la casa? Esta es una manifestación de la visión errónea de la violencia hacia las mujeres en el ámbito familiar como un asunto que se resuelve en la casa. Las implicaciones de esta expresión y su continuada práctica en Puerto Rico han llevado a las mujeres en nuestra sociedad a sufrir condiciones de vida barbáricas, retrógradas e inadmisibles para las personas que estamos empeñadas en construir una nueva sociedad. Si cada 18 segundos una mujer es maltratada en el mundo (de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud), ¿cómo es posible que continuemos viendo este problema como un asunto privado? Cuando un hombre hostiga, humilla, intimida, golpea o asesina a una mujer: ni es un asunto personal, ni es un asunto privado. Es un problema social que nos afecta a todos y todas.
Los avances en la lucha contra la violencia hacia las mujeres en Puerto Rico son notables. Lamentablemente todavía existen países donde la “violencia intrafamiliar” ni siquiera está considerada como delito. Hay otros países en donde son reconocidas como delito algunas manifestaciones de “violencia doméstica” y otras no. Son muchos los países donde la violación sexual entre cónyuges no está tipificada como delito. Este no es el caso de Puerto Rico, donde existen leyes que -aunque insuficientes- por lo menos reconocen este mal social e intentan combatirlo. Debemos pues, continuar reclamando derechos y protecciones para las personas que sufren maltrato en sus hogares. Muchas de esas leyes no son ejecutadas por el estado con premura porque son muchas las ocasiones en las cuales las victimas de la violencia no expresan lo que les está ocurriendo. Para las mujeres pobres y trabajadoras es casi imposible poder acudir al tribunal para solicitar servicios de protección, pues no cuentan con los recursos económicos para costear abogados y demás. A esto se le suma el hecho de que por lo regular son las mujeres las encargadas de atender a los hijos y visitas al Tribunal implican ausencias al trabajo, buscar personas que se queden cuidando a los hijos, en fin, resulta casi imposible que las mujeres pobres y trabajadoras tengan acceso a protecciones legales actualmente existentes. También son muchas las ocasiones en donde hay personas que tienen conocimiento sobre la existencia de un patrón de violencia en algún hogar y guardan silencio. En nuestro país todavía existe un silencio fúnebre en torno a la opresión de la mujer en el hogar y en general. Las ayudas y las leyes que protegen a la mujer han aumentando pero, ¿ha aumentando de igual forma el nivel de conciencia colectivo sobre la crueldad a la que se ven sometidas las mujeres que sufren violencia por razón de género? ¿Se puede decir que el sistema jurídico puertorriqueño es eficiente a la hora de atender los casos de violencia hacia las mujeres? Es necesario explorar las razones por las cuales una mujer maltratada, en la mayoría de los casos, prefiere el silencio antes que denunciar al maltrante. También hay que explorar cómo es posible que una mujer maltratada, al romper el silencio, tenga que enfrentarse a juicios como: “yo no sé de qué habla si se lo buscó.” Sobre todas las cosas, es necesario que se luche contra todas las formas de violencia que ejercen los opresores contra los oprimidos y defender el derecho de los oprimidos a defenderse, por todos los medios necesarios, de las formas de violencia que se ejerzan sobre ellos.
Las organizaciones políticas no estamos exentas de las manifestaciones opresivas que se presentan en la sociedad dentro de la cual vivimos. Juicios, valores, tradiciones y otras manifestaciones de la sociedad burguesa son arrastrados hacia el interior de las organizaciones revolucionarias. Es de esperarse que así sea pues de la misma manera que somos capaces de transformar el sistema, el sistema es capaz de transformarnos, incidimos en el ambiente social dentro del que vivimos de la misma manera en que el sistema social en el que vivimos incide sobre nosotros. Las y los militantes revolucionarios tenemos un cierto nivel de conciencia sobre algunos asuntos importantes, pero eso no significa que estemos por encima de la sociedad o fuera de ésta. El que hayamos roto muchas trabas ideológicas que nos son impuestas por la superestructura social, no significa que hayamos experimentado una libertad ideológica en todos los aspectos. Sería más que idealista suponer que las y los revolucionarios estamos libres de valores y manifestaciones de la sociedad burguesa. Una de las manifestaciones más notable y perjudicial de la sociedad actual es el individualismo. Esta manifestación es la base de las relaciones sociales en el capitalismo. Dentro de las filas revolucionarias, el individualismo se manifiesta de múltiples formas sobre las cuales es necesario reflexionar.
Otra manifestación de las concepciones burguesas dentro de las líneas revolucionarias es el machismo, un asunto que requiere reflexión y acción inmediata. Para abordar este problema, es necesario entender que el machismo está fuertemente arraigado en la sociedad capitalista y representa un serio impedimento en la lucha por una sociedad más justa y equitativa. Luchar por la erradicación de todas las manifestaciones del machismo así como luchar contra cualquier otra forma de opresión, debe ser tarea de todo revolucionario y revolucionaria. Esto conformará parte de las prácticas sociales a las que aspiramos para la sociedad que pretendemos construir. El socialismo es una transformación económica y una transformación social. Ambas se completan: si una de ellas falta, no hay socialismo. Hay quien argumenta que lo principal es eliminar la explotación de la clase trabajadora por parte de la burguesía y que la lucha contra manifestaciones opresivas -como el machismo, la homofobia, el racismo, la xenofobia etc.- deben ser atendidas después. Esta es una visión errada del socialismo porque no hay forma alguna de eliminar la explotación de los trabajadores y las trabajadoras sin luchar en contra de otras manifestaciones opresivas que generan desigualdades sociales pues éstas repercuten en la forma en que se organiza la sociedad a nivel económico. Es por eso que “el comunismo que aspiramos construir constituye una revolución total del pensamiento y quehacer humano. El comunismo es un proceso que empieza por nuestra transformación a la vez que transformamos la sociedad.” (Programa de Lucha de la Mujer del MST).
Es inaceptable, como ha dejado claro el colectivo feminista Masfaldas, que haya “hombres que levantan su puño izquierdo públicamente para demostrar su entrega a la lucha por la justicia social; y en privado levantan su puño derecho para agredir a su compañera, para degradar y humillar a sus hijas e hijos.” Para cualquier compañera con conciencia de género, militar en la lucha socialista con machistas a su lado es como militar contra el racismo con racistas (como ha manifestado la teórica feminista Helene Cixous). Por lo mismo, sostenemos que la violencia por razón de género debe ser tratada como un asunto público y político. Los agresores y las agresoras deben sufrir el rechazo público del resto de los compañeros y compañeras revolucionarias. Tomando en cuenta que la violencia por razón de género afecta a las mujeres en su gran mayoría y que la izquierda no está exenta de esto, es urgente y necesario denunciar que nadie que ataca físicamente a su pareja puede llamarse compañero o compañera.
Entendiendo el problema del machismo y de la violencia por razón de género como manifestaciones de una ideología patriarcal, debemos combatirlo de igual forma; desde una perspectiva ideológica. Es entendiendo que hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades revolucionarias como comenzamos a destruir esa ideología patriarcal. Y la ideología revolucionaria se adquiere por 2 vías fundamentales: la teoría y la práctica. De la misma forma como leemos, debatimos y analizamos temas como el marxismo y la historia, debemos sumar a nuestro estudio revolucionario perspectivas de género. Y cuando organizamos, participamos y dirigimos procesos de luchas, debemos darles espacio igual a compañeras y compañeros.
Quien tenga un problema de machismo debe comenzar por aceptar que tiene un problema. Como revolucionarios debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer nuestras limitaciones y rezagos. Cuando reconocemos que tenemos un problema, en este caso el de machismo y violencia por razón de género, estamos en el camino indicado para poder resolverlo. No se trata de criminalizar personas, sino de trabajar para mejorar nuestras áreas de rezagos.
Por otro lado, como entendemos que la violencia por razón de género no es la única expresión opresiva que está presente en el capitalismo, y que en ocasiones arrastramos los revolucionarios, queremos señalar la necesidad que tenemos de mantener una actitud crítica y abierta de parte de todo revolucionario y revolucionaria. Hay que ser honestos con nosotras y nosotros mismos, y con las demás personas. Hay que discutir y trabajar hacia la conformación de una nueva moral, una moral distinta, una moral revolucionaria que combata toda forma de opresión y explotación presentes en la sociedad. No hay forma de trabajar, esforzarnos, conspirar y estar dispuestos a morir en la lucha por derrocar al capitalismo sin cuestionarnos nuestras formas de relacionarnos con quienes nos rodean. Es de gran importancia desarrollar aparatos efectivos para tomar el poder (Partidos, organizaciones, Movimientos, etc.), así como desarrollar nuevas actitudes y nuevos estilos de relaciones sociales ya que nuestras relaciones sociales actuales deben prefigurar la sociedad que aspiramos a construir. Es por eso que el socialismo es mucho más que una transformación económica.
La forma en que recientemente se ha reaccionado a planteamientos de violencia y opresión a mujeres dentro del movimiento estudiantil nos reafirma en la necesidad de fomentar el estudio de las diferencias de género como parte del desarrollo político colectivo. Señalamientos tan peligrosos como los de comités de odio, agentes disociadores, etc. representan una negativa crasa a evaluar las conductas que se están denunciando, máxime cuando vienen de sectores que públicamente han planteado que la violencia es un asunto privado.
En la UJS-MST reconocemos que no estamos exentos de manifestaciones opresivas y discriminatorias dentro de nuestra organización. En distintas ocasiones se ha caído en prácticas contrarias a las que como socialistas deberíamos tener. Por eso entendemos la necesidad de ser abiertos, críticos, honestos y, sobre todo, humildes a la hora de trabajar con estas situaciones. Esperamos poder contribuir efectivamente al debate de la opresión por razón de género y, sobre todo, al debate de la moral que debemos construir: una moral revolucionaria que rompa con la opresión y explotación de unos seres humanos por otros.