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BREL4| Publicado el 6 julio 2014
La carta circular número 37, firmada por el Secretario de Educación Rafael Román el 13 de junio, es el más reciente acto de guerra del gobierno de los ricos contra el magisterio y la educación pública. Dicha carta circular dispone, entre otras cosas, volver a implantar períodos de clase de 60 minutos, incrementar el mínimo de estudiantes a 28, elimina la necesidad de plazas de maestros de inglés, salud, y bellas artes en la escuela elemental.
El presupuesto recomendado por el gobernador Alejandro García Padilla reduce en $243 millones la partida del Fondo General destinada al Departamento de Educación. Esta reducción delata las verdaderas intenciones de la carta circular: reducir la plantilla de maestras y maestros por medio del hacinamiento y la reducción de la oferta académica. Con ella tiraron al zafacón las consideraciones pedagógicas, sociológicas, y psicológicas sobre la calidad de la educación, el ambiente escolar y los efectos de estas condiciones sobre la niñez puertorriqueña.
¿Mínimos por salón o hacinamiento escolar?
Establecer un mínimo de 28 estudiantes por salón implica que, en teoría, una maestra podría tener hasta 55 estudiantes por sección antes que la carta circular justifique la apertura de una nueva sección. Una maestra promedio podría estar atendiendo sobre 150 estudiantes durante el año escolar, lo que tiene consecuencias graves sobre la capacidad de preparación, evaluación y adaptación del currículo a las necesidades particulares de cada estudiante. La enseñanza individualizada, las experiencias concretas y de investigación, los proyectos innovadores y hasta el uso de la tecnología podrían quedar descartados pues difícilmente existan salones preparados para manejar tal cantidad de estudiantes. El alto número de estudiantes por salón incide en las problemáticas de disciplina, violencia escolar, el acoso entre pares etc. A mayor número de estudiantes mayores son las dificultades que enfrenta la maestra y el maestro a la hora de corregir conductas opresivas y violentas conocidas incorrectamente como el “bullying”. ¡Carajo, no hay voz que pueda competir contra más de 30 adolescentes en brote!
Súmele a todo esto las condiciones de la planta física y el abandono al que tienen sometidas las escuelas públicas. El ambiente escolar en general es deprimente, aún aquellos que contamos con conserjes diligentes y laboriosos vemos cómo nuestros salones están en condiciones infrahumanas por las sabandijas, los hongos, y la contaminación que nos rodea. La falta de acceso a servicios sanitarios adecuados, la exposición a enfermedades y bacterias, la mala ventilación de muchas escuelas, el excesivo calor allí donde no hay aires acondicionados y hasta la pobre iluminación de muchos salones producen un desánimo entre los estudiantes que se multiplica por causa del hacinamiento. Nadie espere un cambio radical en este renglón, pues el presupuesto indica un $0 en mejoras permanentes a las escuelas.
El vaivén de los 60 minutos
El aumento de los períodos a 60 minutos tiene como objetivo eliminar el período adicional de preparación con que históricamente hemos contado en el magisterio. El trabajo docente de preparación apenas se puede cumplir en el período de capacitación profesional, súmele a ello las tareas de seguimiento a las madres y padres, los referidos a trabajo social y orientación, la preparación de material adicional para estudiantes con necesidades especiales, entre otras. En la práctica eliminar el período adicional es una intensificación del ritmo de trabajo de la maestra, bajo el mismo salario. Si el maestro o la maestra se lleva labores a su casa, está realizando trabajo no remunerado por lo que pierde doblemente: pierde al no cobrar por dicho trabajo, pero también pierde el tiempo de recuperación de su fuerza de trabajo y el tiempo de ocio para compartir con su familia y amistades.
Otro efecto directo de aumentar los períodos a 60 minutos es que elimina un período diario, este podría ser el período para ofrecer cursos de enriquecimiento del estudiante como artes, salud, educación física, teatro, música o cualquier otro curso que ayude en la retención y motive al estudiante más allá de las materias ordinarias.
El presupuesto del ELA es la razón de ser del Departamento
Estas imposiciones administrativas van en contra del espíritu de la Ley Orgánica del Departamento de Educación. Esta ley aspira a colocar en primacía los intereses del estudiante, y por el otro lado otorgar al consejo escolar la autonomía suficiente para adaptar su funcionamiento ante las necesidades de la comunidad en la que se desenvuelve. La carta circular 37, sin embargo, contiene imposiciones que operan en contra de la calidad de la educación pública al fomentar la deserción escolar y el bajo aprovechamiento académico. Durante los últimos años hemos visto una tendencia a concebir la educación pública como un mero cuido de niños y niñas donde se pretende cumplir con unos formalismos mínimos: pasar lista, hacer planes, recoger evidencias del servicio prestado. La flexibilidad real con la que debe contar un salón de clases del siglo 21 no está en el orden del día para los administradores y supervisores.
Mientras escribo estas líneas son miles los maestros y maestras que están siendo declarados excedentes de sus escuelas, donde hace un mes tenían su matrícula garantizada. Con el nuevos mínimo de estudiantes por salón pasarán a llenar las plazas que estaban ocupadas por maestras y maestros transitorios, o que quedarán vacantes por retiros. Esa es, definitivamente, la fuente principal de ahorro del Departamento de Educación en el presupuesto proyectado: se estima que unos 2,000 maestros se retiraron este año y hay cerca de 5,000 plazas no ocupadas.
Unidad de la clase obrera
Estas acciones no están desvinculadas de los ataques contra la clase trabajadora en general, y en particular de las corporaciones públicas. La recién aprobada ley 66 de Sostenibilidad Fiscal contiene disposiciones equivalentes para todo el servicio público. La carta circular 37 y la ley 66 son dos patas de una misma estrategia: el desmantelamiento de los derechos adquiridos, la reducción del costo de la fuerza de trabajo y el empobrecimiento del pueblo trabajador puertorriqueño con el objetivo de incrementar las ganancias de las corporaciones y los capitalistas en Puerto Rico. Los ahorros que logren generar se utilizarán para pagar la deuda con los bonistas colmillús. Son ellos los culpables de la crisis y al mismo tiempo los que se benefician de ella.
La llamada crisis fiscal que vive el gobierno de Puerto Rico es producto del propio sistema capitalista y colonial en que vivimos. La burguesía financiera ha sido en todo momento la única beneficiada de los préstamos emitidos, con esos bonos se ha hecho lo que ellos han querido para lo que ellos mismos han propuesto. En el último año el gobierno de Alejandro García Padilla ha obrado como títere de las casas acreditadoras implantando todas y cada una de las medidas “sugeridas”. La manipulación de Moodys, Standard and Poor y Finch es tal que el último requisito para no degradar los bonos del gobierno fue que pidiéramos más dinero prestado a consciencia de que el gobierno no tiene con qué pagar. Sin embargo, ninguna de las medidas ha detenido la degradación de los bonos ni la debacle fiscal en el gobierno: la privatización del Aeropuerto no eliminó los gastos del gobierno en ese renglón y la Autoridad de Puertos ha sido incapaz de pagar sus compromisos, el desmantelamiento de los Sistemas de Retiro no los salvó de la crisis sino que ahora el gobierno incumplió sus compromisos de pago al finalizar el año fiscal. El año pasado nos prometieron un presupuesto balanceado que al final del año no cuadró, este año nos vuelven a prometer lo mismo.
En ese sentido la respuesta que demos en el magisterio tiene que ser como integrantes de la clase trabajadora: hay que exigir que no se pague la deuda pública y se utilice ese dinero en los aspectos fundamentales y prioritarios para la sociedad puertorriqueña como es la salud y la educación. Hay que luchar por la derogación de la ley 66 y exigir que cesen y desistan los contratos millonarios a las corporaciones y abogados antiobreros. Tenemos que exigir que se impongan contribuciones sustanciales a las corporaciones manufactureras. Es el momento de retomar la organización del magisterio desde nuestras escuelas pues la única forma de dar un golpe contundente es uniendo voluntades.
Hay que tener algo claro, las posibilidades de una huelga general en el país son nulas pues la inmensa mayoría del pueblo trabajador ni siquiera está organizado. Afortunadamente las organizaciones más militantes del movimiento obrero han dado señales de disposición a la lucha en unidad de propósitos. El magisterio lamentablemente ha estado de vacaciones durante los meses de verano. La movilización del magisterio le daría una masividad a este proceso de lucha que no se ha visto desde la huelga de la telefónica. Ahora, la victoria de este proceso no está en la masividad solamente. La lucha se ganará si la clase trabajadora ejerce la presión suficiente como para doblar el mollero de la burguesía y los ricos en el país. El mollero de la clase obrera se ejerce parando la producción en nuestros centros de trabajo: en las escuelas no hay clases, no sale una sola guagua de la AMA, las fábricas y comercios no tienen luz ni agua y en todo el país se respira un aire de lucha y resistencia.
Organízate y lucha desde adentro y desde afuera
El Secretario de Educación ya le declaró la guerra a la educación pública, la pregunta no es “que van a hacer los líderes sindicales”, sino que vamos a hacer cada uno de nosotros maestros y maestras del salón de clases. ¿Cuáles son las tareas urgentes? Las uniones locales de la Federación de Maestros de Puerto Rico tienen que activarse para impactar las escuelas de cada distrito durante la primera semana de agosto. En cada escuela tienen que organizarse espacios de discusión entre lo sectores más militantes del magisterio desde una perspectiva política más que sindical que nos ayude a entender el carácter de clase de esta ofensiva patronal. Tenemos que dialogar con los padres, madres y estudiantes sobre lo que está pasando en el país y cómo les afecta de forma directa. Nuestra presencia en las actividades del movimiento obrero es indispensable. Esta lucha es mucho más que contra una carta circular o contra una ley, es una lucha por nuestra supervivencia. En cada salón de clases, en cada pasillo, en cada centro de trabajo, en cada escuela está la semilla de la transformación de esta sociedad en una sin división de clases sociales.