Un helicóptero arroja agua sobre el humo y las llamas del incendio Palisades que arde detrás de Mulholland Drive hacia el vecindario de Encino en los Ángeles, California

Fuego en Los Angeles

| Publicado el 27 febrero 2025

Desde el 7 de enero  incendios catastróficos  dejaron devastación en Los Ángeles. Ya van casi treinta vidas perdidas, miles de edificios destruidos y hectáreas de tierra arrasadas. Recientemente, un nuevo foco en Hughes, en el área de Castaic, ha obligado a decenas de miles de personas a evacuar sus hogares.

Las comunidades más afectadas incluyen áreas históricamente de clase trabajadora y mayoría negra y latina, como Altadena. Para estas comunidades, la ayuda mutua ha sido un pilar fundamental en medio de la crisis. “Me alegra que los esfuerzos de ayuda mutua estén recibiendo atención como una alternativa, pero es triste que haya tenido que ocurrir un desastre natural para que esto sucediera,” comentó Abdiel J. Lopez un residente local.

Estas comunidades enfrentan el doble golpe de ser ahora refugiados climáticos y de vivir constantemente al borde de la precariedad. “Para muchas personas, esta crisis ha sido un recordatorio de que estamos a un desastre de perder nuestras casas. Pero para nuestras familias, siempre hemos estado a un cheque de perderlo todo,” añadió. Las desigualdades socioeconómicas y raciales aumentan el impacto, destacando la necesidad urgente que esta situación da de construir una solidaridad de clase que trascienda líneas de raza y género.

Activistas también subrayan que la crisis climática afecta de manera desproporcionada a personas con discapacidades. “Nuestros espacios no son accesibles, y en emergencias, eso puede ser una sentencia de muerte. Es una lucha que todos deberíamos asumir, porque en algún momento todos enfrentaremos estas barreras,” añade Abdiel.

Frente a esta crisis, las comunidades han comenzado a buscar alternativas sostenibles y justas. Prácticas ancestrales de manejo del fuego, como las que usa el pueblo Tonga, podrían ofrecer soluciones viables. Sin embargo, para romper el ciclo capitalista de construcción y reconstrucción, se necesita infraestructura consciente del medio ambiente y fortalecer redes de ayuda mutua.

Le joven boricua Ane Hernández, quien se mudó a Los Ángeles el año pasado, expresó su frustración: “No voy a regresar a una crisis que no conozco, para eso me quedo en esta crisis,” refiriendo a quedarse en Puerto Rico. Sus palabras reflejan un sentimiento compartido de muchas personas refugiadas que buscan seguridad y estabilidad. Sin solidaridad y acciones concretas, las comunidades más vulnerabilizadas van a seguir llevando la carga más pesada.

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