Oscar no es de nadie pero tampoco es de «todos»

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| Publicado el 8 octubre 2014

Josean Laguarta Ramírez

Bandera Roja

Mié, 2014-10-08 10:21

Ante la engañosamente “low key” visita de Alejandro García Padilla al preso político boricua Oscar López Rivera en días recientes (como si no existiera tal cosa como estrategas que “recomienden” hacer este tipo de cosas sin mucha fanfarria para tener precisamente el efecto contrario), no se han hecho esperar ni las críticas al oportunismo, ni las adulaciones al gesto. Entre estas últimas, resalta por su homérica exaltación de su significado una nota del abogado Daniel Nina titulada, sintomáticamente, “El día que nos hicimos una nación”.

Un tanto más sensatos, pero igual de frustrantes, son los regaños y tapabocas de algunos compañeros y compañeras a quienes osemos cuestionar en voz alta cualquier aspecto de la visita del Primer Colonialista, que acríticamente se presupone “positiva” para la causa de la liberación de Oscar, que “es lo que importa”.

Conteniendo el reflejo instintivo de responder con un mero desahogo, opté por una breve reflexión llamando a la perspectiva. Que la escuchen, la entiendan, y se pongan los sayos correspondientes quienes quieran.

Todo el mundo sabe que para efectos de la liberación de Oscar no hace ninguna diferencia quién abogue por su causa. No se descubre el Orinoco al señalar eso. Todo el mundo sabe que en len el contexto de esa campaña mediática «todo esfuerzo cuenta».

Con todo el respeto, no obstante, me parece que carece de seriedad política el manipuleo emocional implícito al insinuar que quienes cuestionamos las intenciones del los administradores y beneficiarios de la colonia al unirse al coro, estamos en manera alguna obstruyendo los esfuerzos por liberar a Oscar.

¿Acaso alguien sinceramente imagina a Obama sentado en su oficina ponderando el alto significado de la visita de Agapito, y que de repente interrumpe sus impulsos de generosidad porque ve que dos o tres revuleros comunistas se están desahogando en Facebook?

Quienes luchamos por su excarcelación, todos y todas queremos que Oscar salga, con la misma sinceridad e intensidad. Sin embargo, su salida de la cárcel no es el principio ni el fin de lo que aqueja a nuestro amague de país, y Oscar López Rivera, Comandante de las F.A.L.N., preso por levantarse en armas contra la colonia capitalista, sabe eso mejor que nadie.

Alejandro García Padilla es lo peor de lo peor del oportunismo colonialista neoliberal, y lo ha dejado claramente demostrado una y otra, y otra vez.

Oscar saldrá, cuando salga, si es que sale (¿estoy cometiendo algún sacrilegio por sugerir que hay una posibilidad de que la arrogancia imperial impida que esto suceda?), cuando quienes ostentan el poder de decidir eso sienten la presión de este Pueblo organizado y la necesidad de aplacarlo. Es decir, que no hay mejor impulso para la liberación de oscar que redoblar nuestros esfuerzos en las luchas a las cuales dedicó su vida, y por las cuales sacrificó su libertad física: la independencia y el socialismo.

La visita de Agapito y su coro de focas apologéticas tendrán su valor en el frente mediático (aunque francamente, está por probarse), pero contribuyen en esta dirección que señalo, lo mismo que la delcaración de «solidaridad» de Ricky Rosselló: nada.

Por otro lado, al menos en lo que me concierne a mí y a muchas voces críticas que conozco, en ningún momento hemos sugerido que Oscar «nos pertenece». Pero ciertamente tampoco le pertenece ni a Agapito ni a Ricky, ni a nadie que represente todo contra lo cual Oscar ha luchado y por lo que está preso.

En fin, que no se trata solamente de Oscar, y quiero pensar que el propio Oscar lo ve así. No creo que nadie que ofrende su vida y su libertad por una causa sea capaz de pensar que lo único importante es su propia libertad o toda costa.

Y ahí realmente está la diferencia. No es cierto que «Oscar es de todos». Oscar es de sí mismo, de su conciencia y de sus luchas. Solo así hace sentido el tan manoseado eslogan de que «siempre ha sido libre». Al igual que Oscar, yo soy de mi conciencia y mis luchas, y defenderé mi derecho y el de cualquiera a no quedarse calla’o, incluso, y quizás sobre todo, ante las «buenas intenciones» del opresor y sus alicates.

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